La vacuna no es el final del camino
La llegada a la Región de las primeras dosis fabricadas por Pfizer y BioNTech no debe ni puede relajar las medidas sanitarias. No será Chile un oasis, pero bien convendría al menos reconocer que la negociación por las vacunas, la preparación de los centros de salud y la valentía de médicos y técnicos son puntos dignos de aplaudir.
Sin mucha propaganda previa, ayer llegó a Valparaíso el primer cargamento de vacunas Pfizer y BioNTech para el inicio de la tan esperada inoculación entre los habitantes de nuestra Región y cuyas primeras dosis fueron suministradas a cuatro funcionarios de salud del Hospital Carlos Van Buren de la Ciudad Puerto.
Las autoridades detallaron que la primera partida de las 600 vacunas recibidas en la zona serán distribuidas en seis hospitales de la Región, con la lógica e incuestionable prioridad para los funcionarios sanitarios, los adultos mayores y los enfermos crónicos, que tienen hoy la mayor exposición y riesgo de vida, respectivamente, ante esta cruel pandemia que ha cambiado las reglas de lo que solo hasta el día de ayer entendíamos por nuestro feliz planeta.
Certera fue la subsecretaria de Salud, Paula Daza, quien estuvo presente en el recinto hospitalario porteño, al reforzar el concepto de que la llegada de las vacunas no puede relajar bajo ningún punto de vista las indispensables medidas sanitarias de lavado frecuente de manos, uso de mascarilla, distanciamiento social y máxima alerta ante el covid-19.
"Esto es un primer paso, pero todavía estamos en pandemia y hemos visto cómo en las últimas semanas el número de casos ha aumentado", dijo Daza, acaso dándole la razón al enojo de las autoridades locales el pasado lunes, cuando la explosión de casos y positividad en los contagios los llevó a decir que el regreso a la cuarentena total para Viña del Mar y Valparaíso está más cerca de ser una realidad próxima que un mal recuerdo.
No es propósito de este editorial cuestionar tampoco la preocupante ausencia de terraplanistas antivacunas en nuestro país y en el mundo (menos del 50% de los chilenos está dispuesto a vacunarse apenas se pueda, según la última encuesta Cadem, entre los cuales incluso se incluye un conocido diputado de RN), pero es necesario alertar sobre los riesgos que conlleva la ignorancia y la mezquindad de amenazar a otros con nuestra imprudencia.
No será Chile un oasis, pero bien convendría al menos reconocer que la negociación por las vacunas, la preparación de los centros de salud para los peaks de contagios y la valentía y profesionalismo de toda aquella honorable primera y segunda línea presente en los hospitales y centros médicos son puntos dignos de aplaudir.
Las comparaciones odiosas, las mismas que con tanto goce aplaudían en Chile cuando países hermanos nos ponían de contraejemplo, hoy parecen haberse dado vuelta y, con mucho de tristeza, vemos cómo otras naciones tan queridas sufren lo indecible ante la artera aceleración de los contagios y muertes en sus fronteras.
No volvamos a cometer el mismo error.