La roca de Sísifo avanza por las salas de clases
La novela "Profesor Sísifo" muestra las contradicciones, bajezas y pequeñas alegrías de un novato postulante a docente, perdido en la burocracia del sistema educacional chileno.
La condena de Sísifo es arrastrar una roca hasta la cima de una montaña una y otra, y otra vez, por toda la eternidad, aunque la mitología griega no se preocupó de precisar qué detonó el castigo. De la misma forma, un profesor chileno toma el nombre del rey de Corinto y emprende la tarea de convertir a sus estudiantes en personas de bien, cuenta la novela "Profesor Sísifo", de Álex Saldías, publicada por La Pollera: "Hago clases de lenguaje desde primero a cuarto medio. Este año eran dos clases al día y el resto con guías, porque se hizo una priorización curricular: desde el Ministerio (de Educación) dictaron lo que era importante pasar, desde eso uno tenía que trabajar", detalla el autor-maestro.
"Profesor Sísifo" es la segunda novela de Saldías. Antes escribió "Ecos", también sobre esquemas juveniles. Su obra lo llevó a ganar el premio Roberto Bolaño y los Juegos Literarios Gabriela Mistral.
"Sacábamos nuestros cuadernos y nos poníamos la bata blanca. Parecíamos vendedores de churros o farmacéuticos", cuenta el profesor en las primeras páginas de la novela. Luego, en la ficción añade: "Vi que uno de los estudiantes hacía líneas blancas con pedacitos de goma de borrar. (…) Entre nuestra clase y la siguiente, Rómulo, el niño al que yo había retado, sacó una bolsa y repartió para todos. Según el director, de los 48 estudiantes jalaron 40. Quedaron tan duros que se agarraron a combos en plena clase de historia, armando una mocha digna de una pintura de Brueghel ('El triunfo de la muerte'). La droga pertenecía al hermano traficante de Rómulo, se la había robado de un cajón (…) Rómulo era detenido frente a sus compañeros". Así avanza la rutina del profesor Sísifo, el protagonista de la novela.
-En un momento Sísifo concluye que "mi pega no es más que entretener adolescentes. Quedaba confirmado (tras experiencias en la educación pública y privada) que arriba y abajo es lo mismo. Lucha de clases, las pelotas".
-Pasa que gran parte de los adolescentes de clases populares ven la universidad como algo bastante lejano, no tienen una carrera vista, básicamente quieren sobrevivir, tener plata, trabajar. Hice clases en un liceo en Cerro Navia donde partías en primero medio con 50 estudiantes y terminabas con diez, por la deserción.
-Quizás la clave está en lo que la academia no mide, como cuando el personaje observa que "los peores en las notas eran los mejores delanteros" en la cancha.
-Ves a alumnos que les iba mal en notas, pero cuando salieron les empezó a ir bien en la vida, y al revés también: trabajaron en cualquier cosa, tomaron malas decisiones, se cambiaron de carrera y al final chao, la gran promesa cayó. Entonces, ¿dónde está la seriedad en la educación? Yo creo que las notas le sirven a un sistema que no funciona, como un placebo en que sacarte una buena nota te hace sentir bien por un rato, pero, como digo en el libro, 'el corazón de un adolescente es como un panal de abejas': hoy tenemos altas tasas de suicidio a esa edad, deserción escolar, ansiedad.
-¿Y qué propones?
-Si la educación no cambia, la sociedad no cambia y viceversa. Hay problemas que hoy tiene la educación porque los tiene la sociedad. (…) No puede ser la plata el regulador absoluto de la educación, hay que quitarle cancha. Hay países en que está prohibido lucrar con la enseñanza.
-En la literatura chilena contemporánea es casi un género escribir desde la periferia ¿cómo lees eso?
-(La industria) está súper cargada ideológicamente, no en un sentido peyorativo, sino que en la construcción de significados que la gente va repitiendo no más, sin conocer ciertas realidades. Es importante cuestionar siempre esos discursos sobre la marginalidad. Yo he sido prejuicioso y los cabros se sienten mal cuando uno los sermonea. El adolescente no tiene culpa de su origen, pero hay que hacerlo cuestionar sus ideas. Por ejemplo, al de la periferia hay que hacerlo cuestionar la idea de que el arte no sirve para nada, mientras que al del sector alto hay que hacerle ver que el arte siempre tiene un discurso detrás. Creo en lo que decía (Arthur) Schopenhauer ('El mundo como voluntad y representación'): el sentido de la vida te lleva al suicidio o al arte.
-¿Canalizar esa fuerza?
-Trabajar por trabajar, como decía (Albert) Camus ('El extranjero'), te lleva a un sinsentido, mientras que la apreciación del arte te lleva hacia la naturaleza y, por ende, hacia la apreciación de la vida. Si uno aprecia la vida en sí, más allá de su vida, se empieza a llevar mucho mejor con el mundo, con su propia mente, con su prójimo.
-¿Cuánto tiempo llevas haciendo clases?
-Cinco años, estoy llegando a la barrera de la deserción (ríe). Hay estudios que hablan de un 40% que deja la profesión antes de los cinco años. Aunque más que por los alumnos es por la institución, donde tienes que trabajar duro, pero no sólo con tus estudiantes, sino que ser mejor burócrata. Se romantiza mucho la docencia con la vocación, pero también hay un trabajador. Por ejemplo, te tiene que importar el Simce, aunque no te importe. Yo encuentro que las pruebas estandarizadas son las que tienen jodidas a la educación, porque los colegios estructuran sus planes para un buen resultado, quitándole importancia a aspectos humanos, de transformación social.
-"'Rápido y furioso' es mejor que muchas novelas contemporáneas", dices en la novela. ¿Qué piezas de cultura pop ocupas en tus clases?
-Las canciones de Pablo Chill-E, analizamos sus letras, también a Bad Bunny. A mis estudiantes les gusta el reggaetón, a mí, no, soy metalero pero, por ejemplo, el freestyle (improvisación en rap) es más cercano para analizar un soneto.
-¿Qué recomiendas a los adolescentes para el verano confinados?
-Que lean siempre desde sus propios gustos, pero recomiendo las novelas distópicas, porque les gusta lo telúrico del fin del mundo, como 'Un mundo feliz' (Aldous Huxley), '1984' (George Orwell) y 'Fahrenheit 451' (Ray Bradbury).
El autor de "Profesor Sísifo" hizo clases durante todo el año desde primero a cuarto medio.
Por Valeria Barahona
La Pollera