Tiempos aciagos para Valparaíso
La batalla campal de los okupas versus los repartidores dedeliveryya es pan de cada día en una ciudad abandonada a su suerte. Ya no hay mucho que hacer al respecto. La ciudad es de los saltimbanquis, los okupas, los ambulantes, los macheteros y los dueños de las carpas de la avenida Brasil.
El brutal abandono en el cual está la ciudad de Valparaíso tuvo otro capítulo de terror el último sábado, con una batalla campal protagonizada por repartidores de servicios de delivery (en su mayoría extranjeros) y una banda de okupas en la plazuela Ecuador, la que luego se trasladó hasta la conocida casa tomada de calle Yungay, entre Edwards y Carrera.
El inicio del conflicto habría sido una agresión (supuesta defensa propia, alegan los repartidores) en contra de uno de los perros de la banda okupa, lo que derivó en un conato de proporciones y la pronta llegada de refuerzos en motocicleta para ir en defensa del repartidor.
Las imágenes que se dieron a conocer por redes sociales dan cuenta de una violencia y una agresividad inusitadas, con ataques entre ambos grupos con objetos contundentes y con la clara intención de provocar el mayor daño posible, sin ningún respeto por los transeúntes de la Subida Ecuador o los vecinos de la casa okupa en Yungay.
De acuerdo con la versión de los vecinos, Carabineros no llegó hasta el lugar, pese a las denuncias. Los uniformados, en tanto, aseguran haber concurrido a ambos puntos, pero que los implicados se habrían dado a la fuga.
¿Cuánto puede sorprendernos un incidente como éste en Valparaíso, esa tierra de nadie entregada a su suerte desde octubre de 2019 y en la cual cualquiera raya, orina, acampa y hace lo que quiere en cada uno de sus rincones? ¿Ustedes creen que el municipio hizo algo -una denuncia, una declaración, cualquier cosa- respecto de un evento tan denigrante como éste?
Ya ni siquiera es una cuestión de ordenanzas municipales, control policial o mano dura. Se trata de una permisividad crónica que se arrastra de episodios como el Festival de los Mil Tambores y las celebraciones de Año Nuevo, en aquellos días en que todo estaba permitido y que, por consecuencia, todo lo estará por siempre. Entregar la ciudad tiene un costo. El problema es que el pago no lo hace la municipalidad ni el Gobierno Regional, sino que el comercio, la gente decente y toda la ciudad.
Sin embargo, ya no hay mucho -acaso nada- que hacer al respecto. La ciudad es de los saltimbanquis, los okupas, los ambulantes, los macheteros y los dueños de las carpas de la avenida Brasil.
El próximo 11 de abril pudo ser la gran oportunidad de cambiar esta historia, pero los partidos decidieron otra cosa: nadie se atrevió a competirle a Jorge Sharp y cedieron el reto a concejales que tampoco marcaron el punto en sus días como ediles. No vienen si no tiempos aún más aciagos para Valparaíso.