La ociosa importancia del proyecto del Parque Barón
La ciudad es un invento colectivo y en constante acción; quizás el más potente de todos los inventos del ser humano y uno de sus máximos desafíos. En ella se mezcla lo social, la historia, la economía, la cultura, las artes, el trabajo, el deporte, la diversión, la familia, la educación, la salud, la política, la religión, el urbanismo, la muerte, las razas: todo. En su territorio se mezcla el pasado y se proyecta el futuro. No hay nada más humano y colectivo que la ciudad y todo eso es también arraigo, sentido de pertenencia.
Decimos que se debe trabajar para vivir y no vivir para trabajar. La vida humana entonces transcurre entre el trabajo y el ocio. La cultura, el deporte, las artes, el turismo, la recreación, el juego, las comidas, la religión, todos ellos son acciones del ocio que hacen que el trabajo tenga sentido en la vida humana. Todas las sociedades y comunidades saben esto y, por lo mismo, han generado también negocios, condiciones económicas e infraestructura para que se pueda ejecutar y disfrutar el ocio. Es decir, el ocio, además de ser espiritual, cultural y físicamente saludable, es una variante importantísima en la economía de las ciudades.
En una ciudad como Valparaíso, donde su historia, anfiteatro y el mismo plan está todo volcado y aledaño al mar, el Parque Barón, por unir la ciudad con el mar, es el principal proyecto en décadas que apunta justamente al ocio y a potenciar todas las aristas que éste genera en una ciudad que además carece de parques, áreas verdes y espacios públicos de calidad que puedan todos disfrutar y beneficiarse. El camino La Pólvora, la reconstrucción de los incendios, la repavimentación de la Av. Alemania (o la Av. España), el Congreso, el Mercado Puerto, etc., son todos proyectos sectorizados que apuntan al trabajo. El Parque Barón apunta al ocio de todos. De ahí la importancia de que este proyecto siga su curso y que no se entrabe en la burocracia, las licitaciones "raras" u otros pantanos. Recordemos que se trata de un proyecto presidencial, financiado (US$ 28 millones), con fecha de inicio y final, y que también gatillará no solo nuevos proyectos futuros que deben hacerse en el borde costero y hacia adentro del mar, sino nuevos proyectos e inversiones en el barrio El Almendral que potenciarán su recuperación. Se trata, entonces, de un proyecto emblemático, más allá del gobierno de Piñera, que generará sinergias insospechadas para toda la ciudad, sus habitantes y visitantes. El Minvu está a cargo de este proyecto y debe velar para que se cumpla: es su responsabilidad. Esta inversión no puede fracasar porque nada nos asegura que existirá la voluntad política y los recursos en un próximo gobierno.
Se trata, entonces, de un proyecto que puede renovar la dignidad porteña y su relación con el mar, generando un Valparaíso más bello para disfrutarlo y que generará inversiones que traerán mejoras sociales, urbanas y económicas, todo gracias al bendito ocio.