"Haber sobrevivido al covid-19 es, sin duda, una lección de vida"
Pese a no tener enfermedades o condiciones preexistentes, el estado de salud de David Gutiérrez Tanabe -médico traumatólogo y exdirector del Hospital Carlos van Buren- empeoró rápidamente tras su diagnóstico de covid-19. Pocos días después de recibir el resultado positivo, el 19 de agosto de 2020, sus complicaciones se agravaron a tal punto que lo llevaron a la intubación y, posteriormente, al coma. No despertó hasta fines de octubre, y tras varios meses de rehabilitación, esta semana se reintegró a su trabajo.
- ¿Cómo fue la experiencia de pasar de ser médico a ser paciente?
- Tremenda. Fue muy angustiante, aunque por pocos días para mí, porque después ya caí en inconsciencia. La angustia viene después, cuando uno despierta y se da cuenta de que ha estado dos meses fuera del mundo. Las pesadillas, afortunadamente, fueron solo pesadillas, pero haber sobrevivido es, sin duda, una lección de vida.
- Probablemente contrajo el virus ejerciendo sus labores...
- Yo pienso que fue trabajando en el Hospital Naval, pero no es posible definirlo absolutamente. Estuve trabajando hasta el día antes de la confirmación del covid. De hecho, fui a la urgencia antes de irme al trabajo y ahí me dejaron, porque la cosa no iba bien. Empecé con frío primero y después con fiebre altísima, pero fue muy rápido. Trabajo en el Hospital Van Buren y en el Naval, y allá me hacía mi evaluación preventiva de la Armada todos los años. No tenía ningún factor de riesgo, así que fue muy sorpresivo.
- ¿Considera que el recibir tratamiento oportuno le salvó la vida?
- Le debo mi vida al Hospital Naval, donde trabajo hace 12 años, porque ellos tomaron las decisiones adecuadas en el momento adecuado y me trasladaron a Santiago, a la Clínica Alemana, que fue el lugar adecuado en ese momento. Nosotros acá en la región no teníamos ECMO (sistema de oxigenación por membrana extracorpórea) y yo necesitaba eso.
- ¿No fue consciente de su gravedad hasta que despertó en octubre?
- Para nada. Ahí me di cuenta de lo grave que había sido y de lo mucho que había sufrido mi familia sobre todo. Hay un período en el que uno despierta y cree que está lúcido, pero la verdad es que aún está con secuelas de encefalitis. Recién cuando logras la lucidez te das cuenta de todo y te sientes muy pequeño frente a algo que no pudiste controlar.
- Recibió un fuerte apoyo por parte de la comunidad de la salud...
- Sí, eso ha sido impresionante. Ha sido muy rico sentir el cariño de mis compañeros de curso en la universidad -todos médicos viejos ya, como yo-, de mis amigos, mis compañeros de trabajo, de instituciones a las que pertenezco, gente que me recordaba de hace unos 30 años y llamó para darle su apoyo a mi familia. Para mí también fue darme cuenta de que tengo una familia preciosa. No conocí a mis dos nietos menores hasta que estuve de vuelta en mi casa, porque nacieron cuando estaba grave. Así que ha sido como nacer de nuevo. Fue una fea experiencia para mi familia, fundamentalmente. Para mí, fue algo físico y, como te digo, hay dos meses en los que ni siquiera sé qué pasó.
- ¿Y cómo ha sido su proceso de recuperación?
- Empecé la rehabilitación apenas desperté en la Clínica Alemana y, posteriormente, seguí con rehabilitación en el Hospital Naval. Ahora, en el alta he estado con apoyo kinésico, hago kinesiología de lunes a viernes, y eso me ha hecho recuperarme en cuanto a fuerza, al peso y a poder caminar bien. Lo que todavía no recupero es las ganas de reírme. Yo, en general, soy muy bueno para reír, llorar, abrazar y besuquear a todo el mundo, pero, la verdad, ahora me cuesta. Me siento más serio, más callado, y eso que soy un parlanchín. Entonces, creo que algo pasa todavía.
- ¿Continúa teniendo secuelas?
- Poquitas. Tengo algunas disautonomías, que es un término muy médico, pero que significa que no controlo bien la temperatura, la transpiración, o que me ahogo a veces al tragar. Pero debo sentirme muy afortunado. Tuve varias complicaciones y de esas no hubo secuelas graves. Tengo colegas que lo han pasado muy mal o que tienen todavía secuelas. También hay excompañeros de curso, compañeros de trabajo y muchísima gente que ha fallecido. Yo me siento muy afortunado.
- ¿Siente algo de miedo al reintegrarse al trabajo en hospitales?
- En este momento estoy haciendo trabajo más bien administrativo, no me permiten todavía acercarme a los focos más peligrosos. Pero miedo no. Yo soy creyente, entonces creo que si Dios me sacó de esta prueba, es porque me tiene por algo acá, y ese algo siempre he pensado que se refiere a los demás. Y esto no es una frase para el bronce o solo para el diario: estoy convencido de que nosotros somos servidores. No somos mejores ni peores que nadie, cualquier tipo que se siente a estudiar y que sea constante puede ser médico. Mis hijos son hijos de médico, pero yo soy hijo de un agricultor; entonces, mi forma de ver la vida es que somos todos iguales. Yo tuve la suerte de estar en el momento adecuado donde debía estar, pero no tengo ningún otro mérito.
- ¿Cambió su perspectiva de la contingencia y de la labor de sus colegas tras su experiencia?
- Por supuesto. Como tuve la experiencia de ser director del Hospital Van Buren, conocía la importancia que tiene para el hospital hasta el que aprieta una ampolleta, que es tan importante como el mejor de los médicos. Lo que sí, los veo cansadísimos, porque esto ha sido mucho. Están llegando permanentemente enfermos graves. El hospital no tiene dónde más poner enfermos, los funcionarios son los mismos y los medios por supuesto que se han aumentado, pero en salud nunca alcanza.
- ¿Hace algún llamado a la gente de la región tras su experiencia y frente al alza de contagios?
- La verdad es que no me siento una autoridad para llamar a nadie a hacer nada, pero sí creo que puedo pedir. Yo me salvé, pero colegas míos han muerto, gente que uno conoce, artistas importantes. Entonces, puedo rogarles a las personas que se cuiden. Este es un virus que no solo nos mata a los viejos, sino que puede matar a cualquiera, y hoy estamos viendo cada vez pacientes más jóvenes. Entonces, hay que cuidarse ni siquiera por uno mismo, porque tú te vas a quedar dormido, pero los que te quieren lo van a pasar pésimo. Solo puedo pedirles que tengan un poco de piedad de los demás, porque la gente de la salud está muy agotada y no podemos mucho más. Es una responsabilidad con la comunidad, con todos, con los que nos caen bien y los que nos caen mal, con la humanidad finalmente, porque esto es de todos y estamos todos frente a esta pandemia.
"El hospital no tiene dónde más poner enfermos, los funcionarios son los mismos y los medios por supuesto que se han aumentado, pero en salud nunca alcanza".
"Tengo colegas que lo han pasado muy mal o que todavía tienen secuelas. También hay muchísima gente que ha muerto. Yo me siento un afortunado".