El silencio de la cuarentena y el ruido en la cabeza
La escritora chilena Alejandra Costamagna llega a las librerías esta semana con "Dile que no estoy". La autora recibió el Premio Atenea, de la Universidad de Concepción, por su novela finalista del Herralde.
Un mundo injusto: un padre insensible, una madre muerta y un hijo adolescente que toca el piano. Lo toca gracias a una beca que obtuvo en el conservatorio tras recibir clases en un pueblo del sur de Chile, con tal de no perder los acordes de sus antepasados italianos. Toda esa partitura, da forma a la novela "Dile que no estoy", de Alejandra Costamagna, publicada por Seix Barral. Con esta historia, la autora chilena volvió a las vitrinas esta semana, después de recibir -pandemia mediante- el galvano del Premio Atenea, otorgado por la Universidad de Concepción a su otra novela "El sistema del tacto", texto que llegó a la recta final del Premio Herralde de Novela.
- ¿Cómo viviste este primer año con el tacto secuestrado a causa del coronavirus?
- Si solo fuera el tacto lo secuestrado quizás sería otra mi respuesta. Y diría que tocar y escribir van de la mano, literal y metafóricamente. Y que la escritura entonces se ha visto atrofiada o torcida o, vaya una a saber, distorsionada. Pero no puedo seguir desarrollando esa idea cuando lo que está secuestrado estos días, más que el tacto, es el sentido de lo justo. Cuando han muerto 30 mil personas en Chile por la pandemia y escuchamos a las autoridades decir que los contagios no se producen en el transporte púbico ni en las misas, o que la mejor vacuna para el virus era el amor o que se cerrarían las fronteras terrestres pero no el aeropuerto. Cuando vemos cómo se entregaron permisos de vacaciones sin ninguna planificación y abrieron gimnasios, malls y casinos en los días que sí, que ahora sí se veía venir lo que vino. (…) Lo he vivido con pena y con rabia.
- ¿Te gusta el silencio de la ciudad en cuarentena?
- El silencio de la cuarentena es directamente proporcional al ruido en la cabeza. Un silencio como el cañón de las doce incrustado en el mate. No, no me gusta.
- En "Diles que no estoy", el protagonista, Lautaro, es criticado en el conservatorio porque "confunde el sentimiento con el sentimentalismo", tara que luego queda como un mantra en su cabeza cada vez que está confundido. ¿Crees que los escritores chilenos caen en esta confusión?
- Supongo que hay algunos que sí lo confunden y otros que no. En cualquier caso, no me parece mal que se los confunda y se los mezcle y se los haga convivir. La idea de ese límite en la novela tiene que ver con la concepción de los profesores del conservatorio, imaginarios, por cierto, que ven con resquemor las inclinaciones hacia lo popular del protagonista (que para juntar dinero toca éxitos de la radio en supermercados y hoteles). Hay una disputa por el buen gusto ahí. Y creo que es algo que ronda todo el rato en el libro: lo alto y lo bajo, el aislamiento y el callejeo, la metrópoli y la periferia, el apocamiento y el desmadre.
- ¿Los autores nacionales de hoy están más desapegados del género?
- No podría hablar sobre los escritores chilenos como un todo, pero el género es una construcción social que da lugar a roles y estereotipos. Y claro que podemos desapegarnos de ellos, pero el sistema suele ser tan astuto que rápidamente se apropia de lo emancipado. El otro día vi una charla de la dramaturga chilena Manuela Infante ('Prat') en la que decía que para ella una dramaturgia feminista no consiste en una escritura de mujeres sobre mujeres, ni tampoco en una escritura que ponga en escena a las mujeres contando sus abusos, sino en una que se haga preguntas más complejas: '¿Cómo dejamos de contar la historia del cazador?', decía, aludiendo a lo que plantea la escritora estadounidense Ursula K. Le Guin ('La mano izquierda de la oscuridad') frente a la trama del sujeto que va al combate, lleno de armas y flechas, y vuelve al hogar con el trofeo, es decir, la lógica patriarcal en su funcionamiento más básico. Lo que Infante proponía, en cambio, era transformar estructuralmente el relato en su forma y no necesariamente en su contenido, y zanjaba con una frase que comparto 100%: 'Tematizar la mujer es algo que ya cooptó hasta Ripley'. O sea, no porque haya un tema feminista o porque las protagonistas sean mujeres violentadas por el sistema, el libro o la obra o la película va a tener necesariamente una mirada de género crítica.
- Los personajes se mueven en parámetros muy femeninos o masculinos. ¿Cómo ves la educación mixta ante el ingreso de niñas al Instituto Nacional, por ejemplo?
- Me parece aberrante que a estas alturas sigan existiendo colegios de hombres y de mujeres. Y que se siga pensando, además, con esos parámetros binarios. Aplaudo que entren mujeres al Instituto Nacional y se rompa de una vez ese machismo y esa segregación por género. Entiendo que habrá también un reconocimiento de personas no binarias, y eso me parece clave. Que sea un sistema inclusivo que abra espacio a las diversidades y las disidencias, y que no sea solo maquillaje. De todas maneras, creo que habría que darle más de una vuelta también a la segregación social que a la larga implican los llamados colegios de excelencia, proyectados como lugares donde se forman las y los 'mejores', y que muchas veces promueven el rendimiento, el rigor marcial y el exitismo como único norte. En realidad hay que fortalecer con urgencia la educación pública completa y reformular el modelo educativo, que no es más que un espejo del modelo social y económico que nos rige. Espero que ese sea uno de los ejes de la discusión constituyente.
Alejandra Costamagna fue premiada con el Altazor y el premio Anna Seghers de Literatura.
Por Valeria Barahona
"El silencio de la cuarentena es directamente proporcional al ruido en la cabeza. Un silencio como el cañón de las doce incrustado en el mate. No, no me gusta".
Gonzalo Donoso