El Viña del Mar que soñamos
2017 fue el último año en que Viña del Mar obtuvo el primer lugar como la mejor comuna para vivir, visitar, trabajar y estudiar en el país, de acuerdo con el Barómetro Imagen Ciudad. Fueron siete años consecutivos ostentando dicha posición, la que desde 2018 a la fecha pasó a manos de Valdivia, en la Región de Los Ríos.
Más allá de lo gratificante que debiera ser para el país que una ciudad al sur de nuestro territorio aumente cada año sus índices de calidad de vida, el análisis que debiéramos hacer de manera individual -en especial los viñamarinos- es qué fue lo que pasó realmente a contar de 2017 que nuestra Ciudad Jardín dejó de ser percibida como todos la llamaban: una ciudad que cualquier chileno o chilena -e incluso extranjero- añoraba visitar y pedía que el tiempo se detuviera mientras permaneciera en ella.
La preocupación no sería tal si es que, quizás, la pérdida de dicho título no hubiese sido tan evidente. El problema, sin embargo, es que el deterioro en que ha caído nuestra ciudad, por más lento que sea, si lo comparamos con otras comunas, queda cada vez más de manifiesto para quienes vivimos y transitamos a diario entre los cerros y el plan. Algunos culparán al vandalismo y a la delincuencia escondidas detrás de las pacíficas manifestaciones del estallido social de 2019, además de los efectos económicos asociados a la actual pandemia, las que si bien son dos causas que por supuesto inciden -y mucho- en el actual estado de Viña del Mar, no es menos cierto que el desgaste como ciudad venía acumulándose desde hace años, hasta que llegó el minuto en que se hizo crítico.
Pero no se trata, en estas líneas, de reiterar una situación que a los ojos de quienes amamos nuestra ciudad es prácticamente irrefutable. Más bien buscamos reconocer la responsabilidad de todos en la pérdida de valor que con los años ha sufrido Viña del Mar, y desde esa consideración iniciar un trabajo colaborativo que posicione nuevamente a nuestra comuna a la vanguardia nacional y mundial.
Por ello, resulta inentendible que en una ciudad donde convergen más de diez universidades y la misma cantidad de institutos, la principal preocupación de sus vecinos sea el desempleo, incluso por sobre la pandemia. ¿No debiera ser el minuto, entonces, en que las autoridades y las instituciones de educación superior acuerden un rol más protagónico de éstas en el desarrollo humano, en la innovación y en la generación de empleo a nivel local? La tasa de desocupación por sobre las dos cifras así lo exigiría.
En un país marcado por su excesivo centralismo, del cual no estamos ajenos pese de los poco más de cien kilómetros que nos distancian de Santiago, son precisamente los líderes locales los llamados a buscar las fórmulas para convertir a Viña del Mar en lo que todos anhelamos: una ciudad generadora de empleo, que abrace el emprendimiento, que derribe las barreras burocráticas que frenan la inversión pública y privada, y que en definitiva esté a la cabeza en materia de infraestructura, desarrollo, actividad económica y conectividad.
Porque puede que la pandemia -en parte- haya ocultado durante el año pasado los graves problemas de infraestructura que aquejan a los residentes de la parte alta cada vez que deben bajar al plan por algún trámite, o para quienes recorren a diario los exiguos cinco kilómetros de la Avenida España donde a veces se puede estar más de una hora sorteando atochamientos. Qué decir de aquellos vecinos de Reñaca que diariamente se cuestionan por qué no existe en nuestra ciudad una autopista urbana como en la Región Metropolitana, que les evite transitar por el centro de Viña para llegar hasta sus hogares.
Lamentablemente, las razones siguen siendo el excesivo centralismo. Pero, como ya mencionamos, tenemos la absoluta convicción de que depende exclusivamente de nosotros poder generar las condiciones para convertir a Viña del Mar en una ciudad accesible, conectada entre sus distintos barrios, amigable para visitar y vivir, y donde los cerros convivan en armonía con el mar. En definitiva, en una ciudad justa para todos.
A veces, merecemos preguntarnos si ¿habrá otra comuna en nuestro país o en el mundo que goce de una costanera como la que tenemos, que cuente con tamaña oferta de instituciones de educación superior, que disponga de un polo industrial y comercial, que tenga un clima y una calidad de aire como el nuestro, que atesore espacios públicos y patrimoniales para visitar, y que mantenga una conectividad privilegiada con el sur, el norte y la capital de nuestro país? Probablemente la respuesta es que sí existe otra ciudad en el mundo con aquellas cualidades, siendo nosotros los privilegiados de vivir en una de ellas. Pero también somos nosotros los responsables de mantener su cuidado.
Tal como se ha discutido en los últimos años en nuestro país, como habitantes de Viña del Mar no sólo tenemos el derecho a disfrutar una ciudad que a todos y todas nos cautiva, sino que también tenemos el deber y la obligación de contribuir con el desarrollo de nuestra casa común. En otras palabras, una vez que superemos la pandemia, vamos a requerir de una colaboración amplia y diversa para convertir a Viña, por qué no, en la primera ciudad del país con un tranvía que cruce la Avenida Libertad, o en ser parte de la primera conurbación con un sistema de Metro que cuente con distintas líneas hacia Gómez Carreño, Reñaca y Las Salinas, o en ser la primera ciudad en concretar definitivamente el sueño de la vivienda digna y cumplir así con la eterna promesa de erradicar los campamentos.
En momentos en que atravesamos una de las peores crisis sanitarias y económicas de los últimos cien años, debemos tener la capacidad de evitar que estos efectos, que son transitorios, se conviertan en permanentes. Para ello, es clave comprender que el futuro está en nuestras manos y que tenemos una enorme oportunidad para pensar en un nuevo tipo de ciudad. Una más amigable, más fraterna y solidaria, que devuelva a Viña del Mar al sitial internacional que nunca debió haber abandonado.
por Laura Giannici Natoli, concejala de la ciudad; gianni rivera foo, candidato al concejo municipal; y jorge testart tobar, médico; Todos vecinos de viña del mar.