Condena a la violencia no acepta letra chica
El caso del dirigente estudiantil destituido por sus declaraciones sobre el asesino de Jaime Guzmán, alerta ante prácticas que van del stalinismo al fascismo. Castigar opiniones está absolutamente fuera de lugar en una universidad, especialmente si se recuerda que la U. Católica de Valparaíso fue en los años 50 del siglo pasado, el gran motor de la Reforma Universitaria en el país.
U n inusitado caso de censura ideológica complica a la organización estudiantil de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. La directiva de la mesa interina de la Federación de Estudiantes de esa casa de estudios superiores destituyó a uno de sus integrantes, Brian Heavey, de la carrera de Ingeniería Civil Industrial, debido a que suscribió una declaración en la cual se rechazan los últimos dichos del exfrentista Mauricio Hernández Norambuena, cómplice en el homicidio de Jaime Guzmán.
Expone el afectado que, junto a líderes estudiantiles gremiales de todo el país, se sumó a un post en Instagram, que suscribió como Brian Heavey, miembro de la mesa interina de la Federación. Aclara que lo hizo "a modo individual, entendiendo que existe una pluralidad de visiones en la universidad. Eso se había hecho antes y nunca había habido problemas. Este post generó revuelo, alegando que no correspondía, que no es la línea que sigue la Federación históricamente, y en base a eso buscaron ciertas interpretaciones, a mi juicio erróneas del reglamento, lo que terminó con mi destitución el 8 de abril". Agrega que "representé a estudiantes que sí creemos en la democracia, en la tolerancia y la libertad. Seguiremos usando nuestro derecho a opinar…".
Intentando explicar la destitución, Edgard Vasconcellos, presidente de la mesa interina de la Federación, declara que "lo que ocurre con Brian es que no se realiza una consulta ni lo informa tampoco". Sostiene además el dirigente que la misma carrera del estudiante estuvo de acuerdo; y que si bien podía firmar, no podría hacerlo en la calidad de dirigente.
El hecho es grave, pues con una justificación formal, letra chica, se está aplicando una censura propia del stalinismo o del fascismo, elija usted, a una opinión que condenaba declaraciones que justificaban el asesinato de Jaime Guzmán, ocurrido hace justamente 30 años.
¿Temían los dirigentes de la Federación de Estudiantes que al firmar uno de sus integrantes una declaración condenatoria a los dichos de uno de los cómplices del asesinato de Guzmán se estuviera sumando a esa Federación a la condena? ¿Acaso la Federación no comparte el rechazo al asesinato de un profesor universitario en pleno ejercicio de su cargo?
Son preguntas que exigen respuesta, pues condenar la violencia, venga del lado que venga, es una obligación moral que no acepta matices, letra chica ni justificaciones formales y menos censuras, como ha ocurrido en este caso.
Ahora, en lo general, si consideramos que la universidad, como institución, debe ser un centro de expresión libre, castigar opiniones está absolutamente fuera de lugar, especialmente si se recuerda que la Universidad Católica de Valparaíso fue en los años 50 del siglo pasado, el gran motor de la Reforma Universitaria en nuestro país.