De forma silenciosa se concretó esta semana la salida del Consejo de Rectores de Valparaíso (CRUV) del directorio de la Corporación Municipal de Valparaíso (Cormuval), ente del cual participaba activamente desde los tiempos del exalcalde Jorge Castro, aun cuando en rigor el cupo original se debe a un convenio firmado entre la Cormuval y la PUCV, a comienzos de los años ochenta, tras el Decreto Ley 1-3.063 que la creara con el objetivo de administrar los servicios traspasados al Municipio desde los Ministerios de Educación y de Salud.

Antiguamente en su directorio participaban la citada PUCV, la Cámara Regional de Comercio (CRCP), un par de concejales y la Unión Comunal de Vecinos. Con el tiempo, se eliminaron algunos de estos cupos y, a fines de la administración de Castro, la CRCP tomó la decisión de salirse por el marcado desprestigio que le daba el actuar de la corporación en ese entonces dirigida por Gustavo Mortara.

La salida de la CRCP coincidió con el ingreso de la Cámara comunal de Comercio y Turismo (CCTV), encabezada por Marcos Brauchy, y el nombramiento de un nuevo gerente, Marcelo Garrido. Los históricos responsables universitarios fueron, entre otros, Orlando de la Vega, Juan Torrejón, Alexis Ríos, hasta llegar a Gianni Rivera, siendo este último quien incomodó de sobremanera a la actual administración al denunciar la inexistencia de actas, el polémico concurso de directores de colegios y los irregulares estados financieros. El propio alcalde Jorge Sharp se quejó de su presencia por intermedio de un rector, hoy devenido en candidato. En su reemplazo asumió el exseremi Pedro Sariego, quien no tuvo mayor participación.

¿Cuál es el problema? Que, en rigor, la silla en el directorio fue traspasado por la PUCV al CRUV en 2017, pero ello no quedó registrado en ningún acta. Al revisarse los estatutos, la PUCV sigue como responsable en el directorio y, acaso por ello, el rector Claudio Elórtegui tomó la decisión de renunciar. Sharp pidió explicaciones. El gerente Garrido dijo que eso no puede ser, que el cupo es del CRUV. Según Contraloría, no hay actas de directorio desde 2016. Consultado por este Diario, el rector de la UV, Osvaldo Corrales, explicó elegantemente que el traspaso de los colegios municipales al Sistema Local de Educación Pública (SLEP) fue la causa del retiro de las universidades de la Cormuval, versión que suscribió el rector de la USM, Darcy Fuenzalida. Patricio Sanhueza, de la UPLA, en tanto, concuerda con Elórtegui: los últimos informes de Contraloría hacen responsable al directorio de las platas y el daño reputacional que ello puede provocar a las universidades es sideral, más aún en estos extraños días en que el sharpismo parece estar dispuesto a quemar todas sus naves -caiga quien caiga- en su camino a la reelección.

El Imperio español, entre el siglo XVI y la Independencia, aplicó un sistema político y administrativo excesivamente centralista en sus colonias de América. Los virreyes y gobernadores eran delegados reales que dependían de la voluntad de un monarca y una burocracia que residía en la capital del Imperio. La liberación independentista no logró cambiar el modelo español y durante los siglos XIX y XX se continuó con una administración centralizada en la capital, Santiago. Está también la Constitución de 1925 para constituir Asambleas Provinciales que nunca funcionaron.

América Latina ha avanzado más que Chile en sus procesos descentralizadores, en especial en la elección de sus autoridades regionales y/o provinciales, en la atribución de competencias y en la provisión de recursos para poder calificar a estas instancias territoriales como órganos de verdaderos gobiernos regionales.

En efecto, descentralizar es mover el poder desde el centro hacia la periferia y crear órganos de gobierno dotados de personalidad jurídica, patrimonio propio, poder de decisión en materias atribuidas, autonomía en la toma de decisiones y elección de sus autoridades por los ciudadanos, compartiendo parte de la soberanía con el gobierno central.

Chile enfrentará en los próximos días una de sus decisiones más trascendentes en la historia de la descentralización del país, pues elegirá por primera vez a sus gobernadores regionales. Como país hemos dado pasos tímidos en el proceso de descentralización después de una larga etapa de desconcentración de funciones desde el nivel central a los territorios, autoridades delegadas que no tenían autonomía, sino que dependían jerárquicamente de las autoridades del nivel central.

Por primera vez en la historia, serán las y los ciudadanos quienes escogerán a la persona que lidere el destino de la región, elegida democráticamente, con apoyo ciudadano para que logre liderar participativa y coordinadamente el desarrollo de los territorios, para que tengan voz y hablen desde sus realidades y necesidades. Lo que se busca es que las regiones puedan ser más autónomas, estudien sus prioridades y logren desatar las amarras de relaciones jerárquicas dominadas por Santiago, una batalla que millones de chilenos y chilenas han dado por décadas y que podría tener un drástico giro a partir de este 15 y 16 de mayo, cuando se celebren las elecciones.

En este sentido, destaco la decisión adoptada por las universidades del sur de Chile (U. Austral, U. de Los Lagos, U. de Aysén y U. de Magallanes) de conformar un observatorio de la descentralización, a través de un Consorcio Interuniversitario con especialistas que estudien, investiguen y analicen los avances de este proceso y el cumplimiento de las normas que lo regulan. Las universidades regionales, comprometidas con la regionalización y descentralización, han manifestado siempre su disposición a colaborar con los nuevos gobiernos regionales en los procesos de desarrollo territorial.

Sin duda, esta es una gran oportunidad para todas las regiones del país porque impacta e importa a cada uno/a de sus ciudadanos/as. Es por ello que existe la responsabilidad ciudadana de concurrir a expresar su voluntad en estas elecciones. Chile decidió y comenzó a pavimentar el camino para un cambio fundamental en la manera de administrar el poder.

La ministra de las Culturas, Consuelo Valdés, celebró la noticia según la cual los libros fueron considerados "bienes esenciales": "La lectura tiene un valor permanente en la formación de las personas y cumple un rol fundamental en el bienestar de la salud de la población en contexto de confinamiento", afirmó. Es, sin duda, un gran reconocimiento.

Pero ¿qué significa declarar al libro como bien esencial? Si dejo de comer, me muero… ¿Eso significa que si dejo de leer me muero? ¿Que no podemos "vivir" sin los libros? Heinrich Heine, poeta alemán, acuñó esa conocida frase que dice que las personas capaces de quemar libros terminan algún día quemando seres humanos. Siguiendo esa lógica, pero a la inversa, creo que las personas capaces de valorar como imprescindible un libro serán capaces algún día de valorar la persona humana en su integridad.

Existe una relación intrínseca entre humanidad y literatura, entre la dignidad del hombre y la naturaleza del libro como creación espiritual. Valorar la literatura como esencial es reconocer en ella algo profundamente humano. En la literatura me encuentro conmigo mismo y con el otro, en mi condición radical de sujeto desvalido y necesitado. Daniel Defoe, en su mal tildada novela de adolescente -"Robinson Crusoe"- relata la increíble alegría que su náufrago experimenta al encontrar a otro ser humano después de años de soledad y abandono en una isla. Viernes, quien es rescatado de la muerte por canibalismo, cambia del todo la vida de Crusoe, a tal punto que éste llega a afirmar: "Mi vida fue a partir de entonces tan agradable que, de no vivir bajo la amenaza de los ataques de otros salvajes, pensé que no me hubiera importado quedarme en aquel lugar el resto de mis días".

Siempre me ha llamado la atención el hecho de que se considere una cierta jerarquía u ordenamiento en las necesidades. Primero habría que satisfacer las necesidades "básicas", como alimentación, techo y abrigo… y recién ahí el ser humano podría abrirse a nuevas esferas supuestamente más altas o espirituales. Pero no es así. Precisamente porque estamos hechos de otra madera es que somos capaces de buscar abrigo, casa y cobijo. Crusoe encuentra a Viernes una vez que ha logrado organizar su mundo en sus aspectos más básicos, y pareciera que este orden viniera a probar que hay necesidades básicas y otras superiores, pero prescindibles.

Pero Crusoe tan solo sobrevive esos penosos y largos años sin contacto con otro ser humano. Al encontrar a Viernes, Crusoe empieza a vivir nuevamente como ser humano. El encuentro entre ambos es crucial y transforma su existencia. Y eso es lo que nos entrega la literatura: la humanidad perdida. Y por eso los libros son "bienes esenciales". Porque de verdad nos vamos muriendo sin ellos. Hoy más que nunca, pos estallido social y en medio de esta pandemia que se prolonga más allá de todo lo imaginado, debemos buscar lo que verdaderamente nos permita vivir como seres humanos.