Maldito intelectual
Recuerdo que para el lanzamiento en el estadio Playa Ancha de su libro Soy de Wanderers, Agustín Squella tuvo la ocurrencia de invitar a Ernesto Ottone, quien por alguna razón que no tengo idea falló y fue reemplazado por su hijo homónimo, el exministro de Cultura, quien -sentado entre Juanito Olivares, el propio Squella y Pancho Mouat- hizo una analogía de los clubes que había seguido durante su vida en el exilio, todos de color verde, comenzando por el Ferencváros, del distrito IX de Budapest, estrictamente situado en Pest, a un costado del Danubio. Aun cuando Ottone junior nunca fue el más avispado de la familia, habría que darle el beneficio de la excusa de su corta edad al hinchar por un equipo famoso por el ultranacionalismo, fascismo y antisemitismo de su barra, los Green Monsters, expertos en apuñalar rivales y destruir la línea M4 azul del metro de la ciudad imperial.
Pero era de Squella de quien quería hablarles. Esto de la cuarentena me distrae más de lo aconsejable y termino desvariando sobre viajes, política, libros, fútbol o comida. ¿A ustedes no les pasa? La cuestión es que Neruda y Miguel Ángel Asturias se juntaron a comer, cuándo no, en el Alabardos del distrito I del Castillo de Budapest, esta vez en Buda, donde entre hígados de pato, goulash de mejilla de buey y un par de litros de Tokaj, concibieron su libro a cuatro manos Comiendo en Hungría, hoy inencontrable en la ruma de volúmenes que se humedecen en mi bodega.
¿Me decían algo? Ah, sí, Squella, que de él hablábamos. Bueno, Agustín Squella Narducci (Santiago, 1944) creció en la población Las Salinas de Viña del Mar y siempre ha abjurado de su parto capitalino ("¡No haber nacido en Valparaíso, y sobre todo en Playa Ancha, wanderino como me descubrí que era a los 4 o 5 años de edad!") Sus ídolos de juventud fueron los integrantes de los Panzers del 68, Armando Tobar, doble mundialista con la Roja en 1962 y 1966, surgido del Cruz Verde de Santa Inés, y el cordobés Mario Luis Griguol, de quien pocos saben que antes de llegar a Wanderers jugó en San Luis de Quillota. Estudió en el Seminario San Rafael de la subida Santa Elena, guiado por el sacerdote Julio Duque Arévalo, entre encíclicas y la doctrina social de la Iglesia Católica. Tras ello, se matriculó en Derecho en la entonces sede de Valparaíso de la Universidad de Chile, llegó a ser presidente del Centro de Alumnos por un voto, luego ayudante, y tras ello doctorado en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, para más tarde asumir como rector de la UV en dos períodos, desde 1990 a 1998. Hoy es candidato a constituyente por el Distrito 7 como independiente en cupo del Partido Liberal.
Premio Nacional de Humanidades 2009, Ciudadano Ilustre de Valparaíso 2011, casado con Sylvia Urquiza, tres hijas, nueve nietos, enamorado de los cafés, bares, estadios, hipódromos (alguna vez contó que cuando nació una de sus hijas lo llamaron al Sporting y luego al Bar Inglés para ubicarlo), miembro del directorio del Museo de la Memoria y asesor cultural de Ricardo Lagos en ese mítico segundo piso que terminó germinando lo que es el actual Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, también coordinó la postulación de los barrios históricos de Valparaíso a la lista del patrimonio cultural de la humanidad para la Unesco.
Autor de numerosos libros de Derecho, Andrés Bello, Norberto Bobbio, liberalismo, su admirado John Stuart Mill (al punto de reverenciar la particular relación que éste tuviera con John y Harriet Taylor), Squella ha entregado variadas definiciones sobre el rol que debiera cumplir la Convención Constitucional. "La próxima Carta Magna no será la de la venganza", dijo a El Periódico de Cantalunya en octubre de 2020. "Para mí no se trata de luchar por los tercios. Le hago el quite a esa lógica guerrera, innecesariamente confrontacional que con algún éxito impuso el exsenador Longueira", ratificó a La Tercera este año.
Ciudadano como el que más, se dedicó varios años a criticar a Virginia Reginato y a la municipalidad desde su tribuna en los diarios y el Club de Viña hasta terminar botando el manido eslogan "Ciudad Bella".
"Es una apreciación de tipo general acerca de una ciudad que no solo dejó de ser bella y que, lejos de eso, ha venido deteriorándose a vista y paciencia de sus irritados vecinos y perplejos visitantes, quienes se preguntan, consternados, qué hemos hecho con ella", adujo.
Cuadernillo en mano, tomó notas sobre el mal estado de las calles, veredas, cañerías; permisos de construcción en altura; comercio ambulante, cuadras completas de locales comerciales abandonados y en estado de ruina; el estero, las playas y hasta el bodrio en que terminó siendo el Festival.
De alguna forma se convirtió, asimismo, en el intelectual de izquierda favorito de la derecha. Tipo culto, letradísimo y muy simpático y mesurado, pasó a ser el bastión moral de lo que aún queda del más orgulloso laguismo de comienzos de siglo, el de Ottone, Vergara y el ex Mapu "Cacho" Rubio.
"Si usted me permite, yo me califico como un "maldito intelectual". ¿Y sabe por qué? Porque llamarse a sí mismo simplemente 'intelectual' podría estar sugiriendo que el que lo dice tiene la pretensión de que lo consideren inteligente, y ya sabemos que 'intelectual' e 'inteligente' no son sinónimos", le dijo a Jennifer Abate en Palabra Pública, en 2019.
Hasta que tuvo un tropiezo. A fines de 2020 le dio una entrevista a Rocío Montes, para el Diario Financiero, en la cual contó que durante la dictadura uno de sus amigos organizó todos los años, para el 11 de septiembre, unos asados con bandera chilena incluida. Lo invitó siempre y Squella no faltó ni una vez. Pero su amigo aceptaba que llegara ondeando una bandera negra y gritando: "¡Día aciago!"
Tal confesión le costó el desprecio en redes sociales, en los precisos días en que estrenaba su cuenta de Twitter para la candidatura constituyente, junto con un violento distanciamiento de la izquierda.
"Me permito lanzar estas piedras con forma de letras, pues pertenezco a los votantes del Distrito 7, donde el Partido Liberal -el actual, desabotonado el primer botón de la camisa- busca enchufar a este señor de calcetines largos, el señor Agustín, como redactor, ya no de cartas al director o libros pastabaseros publicados en la editorial de la UV, sino que para nuestra Constitución", escribió Diego Armijo Otárola en un sentido artículo en Carcaj, Flechas de Sentido.
Alguna vez conversamos largo y tendido con Volodia Teitelboim tomando once en su casa de calle Montenegro, mientras su gata Miel se paseaba por la mesa. En algún minuto le pregunté por su hijastro, Rodrigo Nordenflycht, muerto en un atentado en el aeródromo de Tobalaba. "La vida no puede ser un funeral permanente", respondió sin levantar la vista.
La vida seguía su curso.
por don milton