Germán Carrasco está en guerra con los alacranes
"La mantis en el metro" (Seix Barral) es un callejeo por la ciudad y una pelea con los literatos. Aquí desenvaina su voz el poeta chileno que partió haciendo versos en los noventa.
Entre el pasado y el presente social y literario se debate "La mantis en el metro. Apuntes sobre memoria reciente, poéticas y revuelta" (Seix Barral), el cuarto libro de prosa de Germán Carrasco. El género combina con su amplia y reconocida trayectoria poética abocada a la vida privada de la clase media santiaguina en los años noventa.
Esa vida, que también fue la propia de Carrasco, abre el libro como fotogramas. Son pequeños textos que muestran el impacto que tuvo la cultura popular de la dictadura en el poeta. Luego avanza hacia la vida cotidiana en los edificios que habitó, la calle donde vivió. También toma la revuelta de octubre y todo lo que pasó desde esa fecha con el lenguaje.
El poeta se aleja de la moda autobiográfica y el culto al pasado en "La mantis en el metro": "No es un libro de ese lote de infancia en dictadura. Eso se convirtió en un producto que empezaron a pedir las cadenas grandes de libros y la academia. Eso no es mi libro".
-¿Por qué cruzaste la vereda desde la poesía a la prosa?
-Hay poemas que tratan la realidad más efectivamente que una crónica, hay crónicas que son más líricas que algunos poemas. En el caso mío lo que trataba de hacer era meter poemas dentro de la prosa. Luego me di cuenta que efectivamente se da que la prosa entra de polizonte en el poema. Hay reticencia al lenguaje poético: a la gente le da una descarga eléctrica.
-El último texto de tu libro es una revisión intensa de la producción literaria actual. ¿Contra quién te fuiste?
-Cada tanto me parece que hay que hacer un 'manguereo' de vereda y decir cuál es el estado del arte de la literatura y cuál es tu posición en él. Ese capítulo fue escrito con camorra y humor.
-¿Por qué la literatura se volvió predecible? ¿Qué pasa con Lira, con Stella Díaz?
-La fiebre por lo formal en los noventa fue peor que la pandemia. La santificación que se hace de cierta gente, Stella y Lira, tiene que ver con cierto masoquismo de origen católico.
-¿Cómo será leído este texto por tus contemporáneos?
- Se dicen cosas más atroces, a la mala, en los cafés y los bares.
-¿Los escritores son un gremio a evitar?
-Hay muchísimas buenas personas. Los buenos son más que los malintencionados. Hay alacranes, hay harto alacrán. Cuídame, porque a la primera refalada… esto es artes marciales mixtas. Si escribes sin libertad no puedes escribir nada.
Tener calle
- Escribes sobre los edificios en los que vives. ¿Qué has visto ahora en ese hábitat?
-En general hay un rechazo por los edificios. Hay un rechazo que cierta gente disfraza de amor a la arquitectura. Eso es básicamente clasismo.
-También le haces una apología a los conserjes. ¿Por qué?
- Ahora no hay representación de lo laboral ni de ciertos sectores de la ciudad en la literatura. Si una autoridad no conoce la ciudad, pasa. Pero que un escritor no conozca su ciudad, es grave. Lo mismo que pasa con los conserjes, pasa con otras cosas que no tienen mucho prestigio cultural.
-Otro elemento son las palabras de jerga que insertas, como "aguja".
-Esa combinación de demótico con palabras más cultas le genera alergia a cierta gente, pero a veces una palabra en jerga o en demótico (simplificación) o en regionalismo plasma de mejor forma una realidad cercana a la gente que lee.
-Te hace despertar como lector.
-Claro, al lado de una cita culta poner una palabra así. Tampoco creo que sea algo que se haga por primera vez, los argentinos lo hacen desde siempre. Esto precisamente tiene que ver con la tendencia a lo uniforme, a los formatos y por lo tanto a identidades muy rígidas. Después de ciertas cosas que han ocurrido -la revuelta, la pandemia- tiene que haber un cambio de folio, una lección y un cambio de formato. Hay una urgencia comunicativa.
-¿Qué ha pasado con esa urgencia?
-Varias cosas que me interesaron muchísimo. Había un grafiti que decía 'Fabiola te amo'. Me pareció genial que dentro del contexto de una pandemia alguien escriba eso. Durante ese tiempo apareció un artículo que decía que no había que subrayar los libros y la ciudad era un libro subrayado. Hablar de ese tema con las cosas que estaban pasando en Chile era no entender completamente nada. El no ver la ciudad, el no ver al otro me parece grave.
-¿En la calle está todo ahora?
- En los ochentas se anunció 'la muerte del autor'. Ahora la calle, la revuelta es la gran performance que pone en práctica todo lo que se había dicho en las décadas anteriores. La diversidad sexual también es parte de la revuelta, el 'poliamor' que ojalá no sea un experimento 2.0 del 'amor libre hippie' que se planteaba con la idea del nuevo hombre de los setenta. Puede ser, no lo sabemos todavía.
-Haces referencia al lenguaje inclusivo. ¿Por qué ese gesto?
-Porque precisamente es tratar de moverse en lo inestable, tratar de desestabilizar formatos rígidos. La pandemia es una lección para aprender que todo es finito. No tiene sentido aferrarse a certezas.
Germán Carrasco recibió el Premio Pablo Neruda y ha publicado 10 libros de poesía.
Por Cristóbal Gaete
"Había un grafiti que decía 'Fabiola te amo'. Me pareció genial que en pandemia alguien escriba eso".
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