La sobremesa de Stella Díaz Varín que duró siete años
La poeta colorina, autora de "Los dones previsibles", habló con la periodista Claudia Donoso durante los últimos años de su vida. Esas confesiones de una amistad profunda fueron transcritas en "La palabra escondida: conversaciones con Stella Díaz Varín" (UDP).
Díaz Varín llegó desde La Serena a Santiago para estudiar Medicina. Para subsistir, escribía en la prensa.
La periodista y artista visual Claudia Donoso pasó casi una década entrevistando, en diversos días, horas y estados de ánimo a la poeta Stella Díaz Varín quien murió a los 79 años el 2006.
Con ese material escribió "La palabra escondida: conversaciones con Stella Díaz Varín", publicado recién por Ediciones Universidad Diego Portales (UDP). El título remite a uno de los poemas más conocidos de la autora, "La palabra": "Una sola será mi lucha /Y mi triunfo; /Encontrar la palabra escondida /aquella vez de nuestro pacto secreto /a pocos días de terminar la infancia". Con esa búsqueda Donoso armó este volumen completo: "recoge la oralidad de la Stella, su forma de hablar cotidiana e íntima, que para mí tiene un valor poético, porque la palabra era su territorio, entonces escucharla hablar siempre era una fiesta".
Stella Díaz, autora de "Razón de mi ser", "Sinfonía del hombre fósil", "Tiempo, medida imaginaria" y "Los dones previsibles" marcó la segunda mitad del siglo XX con sus versos. Por su cabellera roja le llamaron "la colorina" y fue inmortalizada en decenas de entrevistas por uno de sus pretendientes, Alejandro Jodorowsky.
El mito de Díaz Varín resuena como su voz ronca. No escribió mucho y falleció el año 2006 a los 79 años. Ganó un concurso público para hacer un libro, pero el dinero lo invirtió en cambiar las cañerías del gas de su casa. Vivió y se consagró en la Villa Olímpica de Ñuñoa, rebautizada "campus Los Jazmines" a causa del nombre del pasaje. Allí llegaban estudiantes de letras a aprender de la "punk" capaz de escribir estos versos: "Ya no estaré tan sola desde hoy día. /He abierto una ventana a la calle. /Miraré el cortejo de los vivos /asomados a la muerte desde su infancia. / Y escogeré el momento oportuno / para enterrarla".
-En las primeras páginas hablas de "un Chile donde la plata no era motivo de conversación ni de prestigio", ¿un lugar así engendra seres como Díaz Varín?
-Exacto. Ese fue todo un mundo inimaginable y desaparecido hoy. El mundo en que vivió la Stella, la generación de mis padres y yo también he escuchado sus relatos de cómo funcionaba esta ciudad (Santiago) donde, por supuesto, había mucha menos gente, pero nadie andaba con una chaucha en los bolsillos y hacían cosas en la noche, literatura, ideas, y de eso se alimentaban.
-Jodorowsky ha contado varias veces su historia de amor con ella, pero en "La palabra escondida…" parece que ya la tenía aburrida…
-Hablamos bastante sobre esa relación y ella termina diciendo 'yo no andaba con ese coso, ese coso andaba conmigo'. Lo bonito es que la Stella es muy plástica, muy contradictoria en sus decires, entonces deja todo como vivo: por un lado dice que Jodorowsky era el ser más fascinante del mundo y sacaba trote (artístico) a todos los de su generación; y cuenta su relación amorosa con él, donde terminan comiendo dulces judíos en lugar de perder los dos la virginidad. Después ella dice de Jodorowsky que no es de dulce ni de agraz, que en el fondo era un charlatán, eminentemente un florero, y se refiere a él como 'ese gallo con cara de gallinazo que es ahora y era tan lindo cuando joven'.
-Qué fuerte.
-Eso da cuenta de la distancia del tiempo y la diferencia de temperamento con una persona que se fue de Chile y tuvo éxito, mientras acá ser artista es un poco más difícil. También hay distintos tipos de artistas, por ejemplo, él tiene un talentazo y va en pos de lo positivo, lo que funciona como algo luminoso, integrativo. En cambio, Stella es lo contrario: se interna por los oscuros pasadizos de un país azotado por
Por Valeria Barahona
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