¿Un día histórico?
El denominador común de distintas columnas publicadas este fin de semana era que estábamos frente a una jornada histórica. Daniel Matamala en La Tercera, decía: "Este fin de semana no sólo es inédito en nuestras vidas, es inédito en nuestra República. En 200 años de historia, todas las Constituciones han sido escritas por un grupo de caballeros (y ocasionalmente alguna señora) representándose a sí mismos o a sus socios de la oligarquía (...) Es un momento único. Uno que, como sabemos, no fue concedido graciosamente desde arriba hacia abajo, sino que fue obtenido por los ciudadanos en una movilización sin precedentes".
En la misma línea, Karen Trajtemberg, escribió sobre "Un fin de semana que hará historia". Mi compañera de página, el domingo, afirmaba: "Por primera vez en la historia se elegirán a los constituyentes que deberán redactar una Constitución".
Oscar Contardo, también en La Tercera, señaló: "A pesar de todo, hemos llegado a este fin de semana de otoño a intentar, nuevamente, a construir un nosotros, uno más grande y más franco que nos acompañe el resto del largo viaje que aún resta, un nosotros que nos sirva para volver a encontrarnos, bajo otro cielo, con este futuro que nos espera".
Resulta natural que tengamos la pretensión de estar viviendo un momento histórico y único como queda en evidencia a través de estos testimonios teñidos de cierta épica. Esto nos convierte en protagonistas de una película que será recordada por nuestros hijos y nietos y destacada en los libros de historia. Se trata de una aspiración lógica y natural, tan natural como la de sentirnos únicos y especiales y que nos permite seguir levantándonos con ánimo todos los días.
Asimismo, parte del trabajo de los periodistas es captar la atención de las audiencias a través de titulares llamativos y acontecimientos extraordinarios. No solo porque así venden más la noticia, sino porque, igualmente, sienten que su relato será material y testimonio para la posteridad.
Más allá de las pretensiones e interés que pueda tener cada uno, habría que hacer una distinción entre lo que es histórico y lo que es inédito. Que ocurra un hecho nuevo, como una manifestación violenta que provoca la destrucción de veinte estaciones del metro, una marcha multitudinaria en la Alameda, la redacción de una Constitución a través de una Asamblea Legislativa, la paridad en la selección de los candidatos, la elección de gobernadores y representantes de pueblos originarios, son hechos nuevos, pero no necesariamente históricos.
Pueden serlo, por supuesto, pero no podremos saberlo ni hoy ni mañana, sino que tendremos que esperar a que sea el tiempo el que determine si algunos o más de estos acontecimientos se transforma o no en un hecho histórico.
Para que quede más claro, pensemos en un par de ejemplos. Los cerca de quinientos individuos que participaron del cabildo abierto, un 18 de septiembre de 1810, y que juraron la fidelidad a Fernando VII, jamás imaginaron que estaban dando un paso gigantesco hacia la creación de una República como la que está definiendo su futuro ahora. Por el contrario, el 17 de septiembre de 2005, el presidente Ricardo Lagos puso su firma en la nueva Constitución y la prensa se refirió a este hecho como un momento histórico. Transcurrió una década y la mayoría había olvidado este hecho y quienes lo recordaban menospreciaban esta rúbrica porque seguían considerando que se trataba casi del mismo texto promulgado por el Gobierno Militar.
Aunque la participación en el plebiscito por una nueva Constitución fue muy alto, la elección de este domingo deja en evidencia que la novedad del estallido, por distintas razones, fue perdiendo fuerza, hasta que la violencia generó hastío. Asimismo, la pandemia, la cesantía y la angustia por cuarentenas eternas le quitó brillo a este proceso. Ni los dos días ayudaron a motivar a que las personas se entusiasmaran por ir a sufragar. Cerca de un millón y medio de electores que habían votado en el plebiscito no lo hicieron este fin de semana. Una señal, para decepción de muchos, de que no todos estaban tan convencidos de estar viviendo o ser parte de un momento histórico.
por gonzalo serrano del pozo, Doctor en Historia
Facultad de Artes Liberales
Universidad Adolfo Ibáñez
miguel campos