El Ciudadano Prat
Calle de la Aduana 35. Dirección del estudio del abogado Arturo Prat. Se había recibido en julio de 1876 con una tesis titulada "Observaciones a la lei electoral vigente". Insistía en su trabajo en la importancia del sufragio universal que en esos años no era tan universal.
José Joaquín Larraín Zañartu fue su vecino y años después de la consagración del héroe escribe en la revista porteña Sucesos del 22 de mayo de 1903:
"Una casualidad hizo que al establecer mi estudio en este puerto, tuviese como vecino al héroe… Una sola escalera nos conducía a nuestros respectivos departamentos, divididos únicamente por un débil tabique".
Relata Larraín que Prat, el primer oficial de la Armada convertido en abogado, recién llegaba de Buenos Aires después "de su bien difícil y mejor llevada misión". Una misión de inteligencia importante en tiempos de amenazas por el lado del Pacífico que rebotaban en el Atlántico.
Misión cumplida, pero había que volver a la realidad, como jefe de hogar y sumar ingresos a su sueldo de oficial de marina.
Larraín: "Volvía a comenzar su noviciado en el foro, con ese desaliento común a la renovación de esta especie de trabajos, después de una larga ausencia".
Se habían ido los clientes, pero "ese desaliento duró poco. Muy pronto la chispa encendió la hoguera, y Arturo Prat, colgando momentáneamente su espada, empuñó con igual brío la pluma del abogado".
Larraín recuerda conversaciones sobre temas jurídicos con Prat. "Inquiría con tesón, analizaba, escrutaba, descomponía y reorganizaba sus argumentos con admirable facilidad. Los obstáculos no lo irritaban: lo estimulaban por el contrario. Un texto de derecho, con su estrecho laconismo, servía de espuela y de aguijón a sus facultades y su deseo de investigación".
La despedida
Estamos ya en 1879. Prat está dolido pues no se acoge su aspiración a ser auditor de la Armada, pero supera el tropiezo y aparece en la oficina "satisfecho, casi radiante".
Larraín reproduce su diálogo con Prat:
-"Me voy compañero, me dijo, y vengo a darle el adiós del vecino y del colega.
-¿Ya parte?
-Sí, voyme en la Covadonga.
-¿Y por qué no en otro buque con más fuerza?
-No hay lugar, y por otra parte, he elegido a mis marineros, mis oficiales y mis cañones y… estoy contento de todo.
-Entonces, compañero, no me resta sino desearle una feliz campaña. Tendremos un almirante entre los abogados…
-¿Almirante? No por cierto. En las campañas la gloria es para los grandes; el sacrificio y el deber para los pequeños… cumpliremos con lo nuestro… he ahí todo".
Recuerda Larraín un abrazo de despedida y reflexiona:
-"No supe por qué, pero esa despedida me pareció fúnebre…"
Ha pasado el tiempo, el abogado se ha convertido en héroe. Recuerda Larraín que junto a David Campusano, visitan la oficina del colega Prat. En un estante de jacarandá hay obras de Voltaire, Rousseau, Lamartine, Victor Hugo y Montaigne. "Quería conocer la verdad social y la verdad científica en las hojas de los maestros", afirma Larraín.
Y otro hallazgo revelador, un librito hojeado "un pequeño devocionario, recuerdo de la infancia… Arturo Prat no solo sabía luchar, mandar, vencer, morir; sabía también, y sabía perfectamente, orar, es decir amar", comenta Larraín. Supone que se trata de un regalo de su madre o bien de su esposa.
A la calle del circo
Y de la Calle de la Aduana, hoy Prat, nos trasladamos de la mano de Benjamín Vicuña Mackenna a la Calle del Circo, hoy Edwards, nombre completo Arturo Edwards en recuerdo al hijo prematuramente fallecido de Juana Ross de Edwards que creó allí un colegio que aún existe.
La familia Prat, sin casa propia, vive en una especie de cité al pie de cerro, de propiedad de Jacinto Chacón, tío del héroe, poeta, hombre multifacético interesado hasta en el espiritismo.
Vicuña Mackenna, en junio de 1879, a un mes del Combate Naval de Iquique lanza Las dos Esmeraldas, una hazaña editorial sobre la epopeya de Iquique. Libro de 600 páginas llenas de información sobre las dos naves de ese nombre, decretos, leyes y documentación sobre el combate, grabados en litografía y una entrevista a la viuda de Prat.
Este atleta de las letras y la política que murió a los 55 años en su fundo de Colmo, Concón, entrega una visión de la familia de Prat y de la complicada situación económica del marino que, sin rendirse ante los problemas, decidió sumar a su función naval la carrera de abogado, estudiando en medio de misiones y destinaciones diversas.
Los recursos faltan con un padre enfermo y una familia que ha formado en 1873 con Carmela Carvajal.
Describe la situación Vicuña Mackenna: "Fatigado en su lucha contra la pobreza que entristece su hogar y cuya angustia él lee en cada hora en la pupila del padre valetudinario, resuelve emprender una carrera ardua".
En esa condición de hijo responsable y jefe de familia es como Prat inicia sus estudios de derecho, para finalmente recibirse de abogado con oficina propia en la céntrica Calle de la Aduana.
Pero con su muerte todos los esfuerzos parecen derrumbarse. Hay dolor, luto, en esa casa de la Calle del Circo 58 a la que llega Vicuña Mackenna en junio de 1879.
Es de noche y la reunión se inicia con una conversación con la madre del héroe. Aparece también Blanca Estela "bellísima y retozona, la hijita del capitán de la "Esmeralda", escribe el autor.
Llega a continuación la joven viuda "velado todavía su pálido rostro por la sombra de inexorable e indecible quebranto".
Logra Vicuña Mackenna en un encuentro que se prolonga hasta cerca de la medianoche un retrato humano del héroe. Con rasgos de su entrega familiar y profesional y su carácter "reservado y hasta melancólico", escribe.
Tras homenajes acotados por la pandemia, nos quedamos hoy con estos retratos del abogado estudioso, el jefe de hogar y de su inquietud social como profesor en una escuela nocturna para obreros.
Es el retrato de un porteño ejemplar, el Ciudadano Prat.
por segismundo