Cambio climático y transformación
El camino será largo y engorroso. Habrá costos que pagar, plantas a cerrarse, ganadores y perdedores, y comprensible resistencia al cambio. Se requerirá un enfoque estratégico para lograr los objetivos que se están trazando, respondiendo a un ambiente cambiante y disruptivo".
El desarrollo económico en siglos recientes ha sido impulsado por avances tecnológicos, particularmente equipos de combustión interna, con consiguientes emisiones de CO2. El consenso emergente, tanto en el Acuerdo climático de París como en la reciente Cumbre en Washington, es que dichas emisiones deben reducirse para limitar aumentos de temperatura global a menos de 2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales.
Un esfuerzo de esta magnitud requiere cambios de proporciones históricas en políticas energéticas y una inversión del orden de US$16,5 billones. Ello implica una profunda transformación en las prácticas de producción y transporte, y un desarrollo de energías renovables, cuyos costos deben seguir disminuyendo para llegar a ser genuinamente competitivas con fuentes tradicionales, para superar sus dependencias de condiciones climáticas y consiguientes limitados factores de carga (o el tiempo que pueden operar).
El panel inter-gubernamental de expertos, IPCC, considera que estas metas debieran ser más ambiciosas para evitar daños irreversibles en los ecosistemas, logrando economías sin emisiones de CO2 y temperaturas que no excedan 1,5 grados los niveles preindustriales para 2050. Ello requerirá acciones aún más profundas que podrían reducir las economías entre 0,3 a 0,5% de PIB.
Con casi 30 años desde el acuerdo original sobre el tema, hay poco progreso en la agenda del cambio climático. Con la excepción de la caída económica en 2020, las emisiones de CO2 se han mantenido en los mismos niveles los últimos 25 años.
Las acciones han tendido a centrarse en monitoreos; establecimiento de fondos para proyectos medioambientales (sólo en la Unión Europea hay más de 15 fondos diferentes para este fin); la introducción de subsidios difíciles de administrar y distorsionantes; mecanismos públicos de aprobación ambiental que suelen ser engorrosos, costosos y de lenta respuesta.
No es por tanto de extrañar que sólo un tercio de países hayan propuesto metas dentro del marco del Acuerdo de París, y varias naciones mayores no han definido sus planes con suficiente concreción como para hacer pensar que habrá un avance significativo en el futuro cercano.
El camino por delante será largo y engorroso. Habrá costos que pagar, plantas a cerrarse, ganadores y perdedores, así como comprensible resistencia al cambio. Por ello se requerirá un enfoque estratégico para lograr los objetivos que se están trazando, respondiendo a un ambiente crecientemente cambiante y disruptivo.
Ello requerirá especial atención al sector eléctrico, que absorbe más energía primaria que cualquier otro, y más de un tercio de las emisiones de carbono. Además, para lograr resultados tangibles, se deberá enfocar deliberadamente en la eficiencia y eficacia, especialmente respecto a:
La reducción de controles discrecionales, enfatizando políticas que proporcionen entornos eficientes de inversión, que reflejen el valor de escasez y absorción de gastos de cumplimiento con regulaciones, evitando procesos que recarguen a las entidades públicas que no dan abasto para responder a demandas más básicas.
Políticas medioambientales más sensibles a consideraciones económicas, que se centren mejor en la asequibilidad e integren adecuadamente requerimientos de seguridad, eficiencia y acceso energético.
Financiamiento de programas de adaptación y mitigación, para facilitar el ajuste a condiciones emergentes durante la transición, con mecanismos de captura, uso y almacenamiento de carbono, y fuentes de transición menos contaminantes como el gas.
Apoyo a investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, dada la carencia de soluciones de descarbonización de escala masiva y económicas.
El tema no se resuelve con objetivos aspiracionales o forzando metas arbitrarias que sean costosas o difíciles de cumplir. El desafío se tendrá que centrar en crear condiciones para movilizar recursos financieros, humanos y organizacionales que generen soluciones compatibles con el potencial y limitaciones de nuestro entorno. 2
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