Ataque contra casa de Rafael González
Con una violencia inédita para la actividad futbolística local, un grupo de desconocidos atacó el domicilio del presidente de Wanderers. No debe ocurrir aquí la relativización de la violencia que vimos durante el estallido social y el Ministerio Público debe aclarar si hay vínculos entre los responsables y otras actividades delictivas.
Siempre es un mal síntoma cuando las páginas deportivas comienzan a teñirse de crónica roja. En ese momento, el quehacer competitivo cruza una línea desde la cual hay pocas oportunidades de retorno, a menos que las respuestas sean enérgicas y decididas, sin las medias tintas desafortunadas que se han visto en algunos de los actores públicos llamados a poner freno a la actual escalada de violencia. El antecedente más grave de este escenario corresponde al atentado que afectó al presidente de Santiago Wanderers, Rafael González, en su domicilio del sector de Playa Ancha. La noche del domingo, según testigos de lo ocurrido, una decena de sujetos con sus rostros cubiertos llegaron en dos vehículos hasta la calle donde vive el dirigente y lanzaron una cantidad importante de fuegos artificiales contra la puerta de la casa, además de arrojar cabezas de pescado y gritarle amenazas de muerte por el rendimiento del equipo, que marcha último en el actual campeonato.
El hecho fue precedido por otro incidente, ocurrido la noche del sábado, tras el partido que Santiago Wanderers empató con O'Higgins en el estadio Elías Figueroa, aunque en esa ocasión solo hubo insultos y amenazas contra González.
Sin embargo, la violencia verbal, la descalificación y la animadversión permanente están presentes hace meses en el mundo wanderino, con expresiones indignas para el club más antiguo del país. Un triste ejemplo es la corta elección de Ivo Basay como nuevo técnico a principios de mayo, decisión que duró menos de 48 horas, debido a que hubo una retahíla de presiones a la directiva, la mayoría de ellas legítimas en la forma, pero empañadas por las amenazas directas que recibió el fugaz entrenador. Quien finalmente fue contratado para la banca del Decano, Víctor Rivero, también recibió un mensaje dos días antes de su partido de estreno, cuando integrantes de la barra Los Panzers llegaron hasta el estadio porteño e interrumpieron la práctica con un lienzo que decía "Ganar o Ganar".
Ni la delicada posición de Wanderers en la tabla de posiciones ni los eventuales desaciertos de la dirigencia justifican este grado de amedrentamiento y debe ser una misión prioritaria de todas las personas vinculadas al fútbol local buscar fórmulas para evitar que este tipo de prácticas enquisten la actividad deportiva al punto de transformarse en situaciones normales. Tampoco debe ocurrir aquí la relativización de la violencia que vimos durante el estallido social y tanto el Ministerio Público como las policías deben investigar si existen vínculos entre los responsables de estos incidentes y otras actividades delictivas, como el narcotráfico. Una idea del camino a seguir la expuso el expresidente de Wanderers, Carlos Bombal, quien recordó el movimiento Restauración Verde que se opuso a la directiva de Reinaldo Sánchez apelando siempre a la transparencia, nunca a la violencia.