"Lo que me interesa de la literatura es explorar el mal"
Con "Safari" (Montacerdos) el escritor y guionista Pablo Toro rompe una década de silencio narrativo con personajes que se cruzan en un solo paño: un preso en un reality show, dos mercenarios chilenos en Irak y un escolar escribiendo el pasado de todos ellos.
El año 2010, Pablo Toro debutó con el libro de cuentos "Hombres maravillosos y vulnerables" (La Calabaza del Diablo), que causó un gran impacto con sus historias torcidas y en clave pop. En adelante, fue anunciado su próximo libro, una novela, y comenzaron a pasar los años, sin que supiéramos más del autor sino por antologías, siempre con participaciones impecables, y su trabajo como guionista en series como "Los 80".
Finalmente apareció "Safari" (Montacerdos), novela dividida en tres partes, en las que dos personajes se van encontrando en diversas circunstancias. Un par de segmentos refieren a un pasado común, otra es una distopía donde la sociedad del espectáculo ha devenido más cruel todavía.
En la primera parte, "La noche del camello", los dos protagonistas son mercenarios chilenos que tienen que enfrentar una delirante misión en la invasión a Irak. La segunda parte, "Las elecciones", es el diario de uno de ellos, un escolar de colegio de élite que va contando la prehistoria de esos mismos soldados, que son sus compañeros y amigos. La tercera, "Safari", es la apuesta casi mortal de un ex convicto por alcanzar su libertad bajo condiciones extremas. Se trata de la transmisión en vivo de un reality que va modificando su historia según la audiencia que consiga. Ahí uno de los protagonistas anteriores reaparece, pero transfigurado.
La novela arma puentes con la obra debut de Toro, aun cuando "Hombres maravillosos y vulnerables" ya no se encuentra en librerías. Es la misma clave pop y la falta de destino propio. Los personajes son arrastrados por corporaciones o eventos que marcan su destino.
"Safari" ya fue recibida cálidamente por la crítica literaria Patricia Espinosa en Las Últimas Noticias: "En términos estilísticos, la cadencia está tan bien utilizada que la prosa no solo fluye sino que además posee un ritmo interno grandioso, que se derrama y proyecta como un poema en prosa, oscuro y pesadillesco", anotó en su crítica.
Estos días pandémicos Toro los pasa trabajando para que no vuelvan a pasar diez años antes de su próximo libro. "Leo muy obsesivamente para escribir todas las noches de manera obsesiva".
-¿Por qué el tiempo entre libro y libro?
-La verdad es que después que saqué mi primer libro, quedé conforme con el resultado pero igual sentí que me faltaba bastante por leer y aprender narrativa. Me he dedicado básicamente todos estos años a eso. No había sentido la necesidad imperiosa de publicar apurado. No digo que trabajé obsesivamente el texto durante los 10 años, pero sí me demoré bastante tiempo en madurarlo en mi cabeza, en poder dar con la estructura, probé con varias. Me tomé el tiempo necesario hasta llegar a algo que me dejara conforme.
-¿Cuál es tu forma de escritura? A un militar le das este lema: "Paciencia, perseverancia y paranoia".
-De hecho, esos 3 elementos están en mi método de escritura. La escritura misma me habrá tomado unos 2 años. La razón porque me demoré tanto fue porque la estructura fue variando mucho en el camino. Por ejemplo, la segunda parte terminó siendo un diario de vida donde la voz narrativa se condensa en un solo personaje, pero en un momento fue un relato coral donde narraban muchos personajes: los profesores, los inspectores y otros compañeros. Me demoré un montón de tiempo en escribir esa versión que al final no me sirvió, no me convenció y volví a la primera persona. Al final fui probando varias modulaciones de la estructura hasta que me quedé con una. En ese sentido, tuve bastante paciencia, perseverancia y paranoia. Esto último al creer que no estaba resultando bien lo que hacía antes.
-En estos años has estado haciendo guiones. ¿Qué le da y qué le quita el guión a la escritura literaria?
-Le quitan tiempo y concentración. Porque el guión es un trabajo que se hace de manera muy intensiva y bastante más despersonalizada que la literatura. Te quita energía para realmente dedicarte al trabajo narrativo. Te da una mirada de la escritura que es distinta si es que tienes una formación puramente literaria. El guión te obliga a pensar de manera visual, evita narrar cosas que no se vayan a ver en la imagen. Es inevitable que el trabajo en guión en estos últimos años haya influido la forma que enfrento una escena.
Irak y el diario
-¿Cómo llegaste a contar la historia de dos mercenarios chilenos?
-Yo tenía como 20 años cuando ocurrió la invasión a Irak, estudiaba Periodismo. Desde el comienzo me obsesioné un poco con el tema, me pareció que era un hito fundacional del siglo XXI. Una invasión basada en mentiras flagrantes que arrasó con ese país a vista y paciencia de la comunidad internacional. Me llamaron la atención las milicias privadas operando abiertamente en el territorio, eso le daba a esta guerra un carácter más empresarial que geopolítico. Algunos años después leí de unos ex soldados contratistas latinoamericanos, incluyendo chilenos, que trabajaron para las fuerzas de ocupación que complementaban al ejército estadounidense. Eso me dio una puerta de entrada para conectar lo que quería narrar allá y acá.
-Para la segunda parte, ¿qué te da el diario de vida como formato?
-El diario me da la posibilidad de narrar esta historia desde una manera introspectiva. Todo este escenario de colegio cuico, de clase media alta, que estuviera narrada desde el interior. De alguien que no pertenece realmente a ese mundo y que esa extrañeza fuera lo que se transmitiera a través del diario.
-¿Por qué haces ficción con la muerte de Pinochet?
-Es una novela sobre la crueldad y la violencia en distintos niveles. Desde lo más salvaje y terrible de la guerra y la tiranía hasta situaciones de la adolescencia escolar que son más cómicas, pero que tienen esa crueldad y horror. El correlato más político e histórico a ese mundo cruel, masculino y adolescente fue la muerte de Pinochet. Porque reabrió esas heridas de la dictadura que se barrían bajo la alfombra sobre todo en ese mundo. Es un mundo donde por un lado se celebraba la muerte de Pinochet y por el otro había luto medio secreto por algo que se sentía que se estaba yendo o se estaba perdiendo. Me interesó explorar esa tensión política.
-¿Por qué marcar la farmacodependencia de los personajes?
-Tengo la sensación de que vivimos en una sociedad cada vez más farmacodependiente. Ya sean drogas legales o ilegales, la mayor parte de la gente está consumiendo algo para poder tolerar su vida. Lo farmacológico se está convirtiendo en una
Por Cristóbal Gaete
"Cuando nos volvemos conscientes de nuestra muerte nos convertimos en seres más mezquinos, más sectarios, capaces de conjurar cualquier tipo de rebelión".
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"Vivimos en una sociedad cada vez más farmacodependien-te. Ya sean drogas legales o ilegales, la mayor parte de la gente está consumiendo algo para poder tolerar su vida".