15 de diciembre
Fragmento del libro "Safari". Por Pablo Toro
Había que escribir un ensayo de mil palabras. El tema era libre. El profesor Carlos Merino seleccionó algunos textos para que fueran leídos en voz alta. Pancho Felman leyó sobre su viaje a Israel y el encuentro con su medio hermano. La Josefa Hirane leyó sobre su obsesión enfermiza con Liam Gallagher. Otros leyeron cosas que no vale la pena mencionar.
Gutiérrez se paró del asiento y abrió su cuaderno. Dijo que había escrito un ensayo titulado "El proceso". Casi todos lo miraron con hastío. Yo lo miré ansioso.
Comenzó a leer un listado con locaciones específicas a lo largo de todo el país. Coordenadas satelitales que señalaban bombas de bencina, refinerías de petróleo, industrias de base gasífera, rutas de camiones petroleros, zonas de profunda forestación inflamable, procesadoras de gas natural, líneas de transmisión y torres eléctricas. Durante diez minutos no paró de leer datos y locaciones. El profesor Carlos Merino tuvo el amago de intervenir, quizás pensando que Gutiérrez no había entendido el propósito de la tarea ni los principios generales de la escritura de un ensayo, pero alcanzó a darse cuenta, supongo, de que todos seguíamos poniendo atención.
Cuando terminó el listado, Gutiérrez dijo que toda esa información había sido recolectada desde el computador personal de su papá, quien había supervisado numerosos contratos gubernamentales y concesiones militares a lo largo de cuarenta años de servicios administrativos en el Ejército de Chile. Y esa era, dijo Gutiérrez, la información que permitiría iniciar las tres etapas de lo que será conocido como "El Proceso": 1) reunir a mil doscientos cincuenta hombres alineados en ideología, logística y conocimientos técnicos y operacionales 2) juntar una cantidad razonable de explosivos y 3) concretar la realización de un operativo simultáneo en todas las regiones mediante el cual sería factible, e incluso probable, que el país pueda ser incendiado en su totalidad.
La reacción fue inmediata. Hubo insultos. Casi todos atacaron el ensayo. Hubo acusaciones de impostura, plagio y soberbia. Alguien le dijo que estaba copiando a El Club de la Pelea, pero sin la inteligencia ni la entretención. El guatón Green lo acusó de estar incitando al terrorismo. Gutiérrez escuchó los comentarios en silencio, hizo una reverencia y volvió a sentarse.
El profesor Carlos Merino intentó calmar los ánimos, le dio las gracias a Gutiérrez y defendió el contenido de su ensayo. Dijo que ese listado de materiales y esa repetición exhaustiva de locaciones que apuntaban a la destrucción simbólica de un país -puso acento en la palabra "simbólica"- emparentaban el trabajo de Gutiérrez con ciertas vanguardias francesas del siglo veinte. Luego puso una cara compungida, roja, como si le diera vergüenza lo que acababa de decir. A nadie le interesó el análisis del profesor Carlos Merino y todos siguieron increpando a Gutiérrez.
A la salida le pregunté si realmente había investigado esos datos. Me dijo que no. Esos datos no existían. Había escrito el texto anoche, después de haber soñado con un incendio de proporciones bíblicas a lo largo de todo Chile. La imagen le pareció una metáfora potente. Una metáfora de qué, le pregunté. Gutiérrez dijo que eso no importaba realmente, lo importante es que era una metáfora potente. Me dieron ganas de gritar.