La difícil misión del nuevo obispo porteño
Debe rescatar, en medio del clima de tensiones sociales y políticas, la confianza perdida tras casos de connotación sexual. Monseñor Jorge Vega Velasco ha cumplido importantes funciones en su orden, destacando su labor en Angola durante 14 años. Retornado a Chile, pasó a la prelatura de Illapel, donde conoció de cerca los problemas derivados de la sequía.
Dura tarea le espera al nuevo obispo de Valparaíso, monseñor Jorge Vega, después de una serie de denuncias sobre casos de connotación sexual al interior de la diócesis, lo que llevó al Vaticano a mantener por largo tiempo como titular a monseñor Pedro Ossandón como administrador apostólico. Este prelado, uno de los obispos auxiliares de Santiago, reemplazó a Gonzalo Duarte García de Cortázar, objeto de acusaciones, mientras aparecían otras denuncias concretas y también investigaciones que no habrían sido conducentes para sancionar responsabilidades.
Además, la Iglesia de Valparaíso afronta problemas económicos derivados de la falta de tradicionales ingresos provenientes de limosnas, dineros del culto y de la importante recolección que se logra en el Santuario de Lo Vásquez, ello como resultado de la pandemia que mantiene cerrados templos y lugares de culto.
Monseñor Jorge Vega, perteneciente a la congregación misionera del Verbo Divino, tiene 63 años y ha cumplido importantes funciones en su orden, destacando su labor apostólica en Angola durante 14 años. Retornado a Chile, pasó a ser obispo de la prelatura de Illapel, donde conoció de cerca los graves problemas derivados de la sequía.
Su congregación, de origen holandés, está presente en Chile desde 1900 y, entre otras obras, mantiene un colegio en Las Condes, considerado como un establecimiento elegido por sectores de elite. En cierta oportunidad, el exministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, quien fuera alumno del plantel, calificó a algunos de sus compañeros de "idiotas", argumentando que ocupaban altos cargos en el sector privado debido a contactos y no a méritos.
Pero contrastando con esa crítica, quizás exagerada, el nuevo obispo porteño, conocedor de la brutal realidad africana, busca en su nueva diócesis ser un pastor "con olor a oveja", llamado a los prelados del Papa Francisco a compartir los dolores y aspiraciones de la comunidad en la que están insertos.
Valparaíso es una diócesis importante por su población y diversidad. Fuera de la estructura tradicional de parroquias y decanatos, la diócesis cumple una importante labor de asistencia social, destacando la obra del Refugio de Cristo. Presente en el plano de educacional -actualmente hay un conflicto laboral en 19 colegios diocesanos-, es relevante la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, una de las más importantes del país y de alta calificación internacional, donde el obispo será su Gran Canciller.
El nuevo prelado llega en tiempo difíciles en lo sanitario y en lo social, con un polarizado proceso político en marcha, ambiente en el que, desde una posición independiente, pero no ausente, la Iglesia, pese a las heridas que arrastra, debe cumplir un rol cercano y transparente junto a la comunidad, buscando rescatar la confianza perdida.