Pensar rápido, pensar despacio
¿Por qué argumentamos tan mal? Esa fue una de las preguntas que intentó responder el filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira (1872-1958) con su libro Lógica viva, publicado en 1910. En aquella obra seminal, Vaz Ferreira declara perseguir un fin pedagógico y político en sentido amplio, de manera que el lector, una vez leída la obra, adquiera la capacidad de separar los buenos de los malos argumentos y de identificar falacias distinguiendo -como hiciera Aristóteles en el mundo antiguo- entre sofismas (falacias diseñadas con el afán deliberado de engañar) y paralogismos (falacias en las que incurrimos de buena fe, inadvertidamente la mayor parte del tiempo).
Unas décadas más tarde, el psicólogo estadounidense Daniel Kahneman -Premio Nobel de Economía 2002 por su "teoría de las perspectivas"- publicará su libro Pensar rápido, pensar despacio (2011), una especie de resumen de su dilatada carrera investigativa en el área económica (pese a no tener título de economista) junto con Amos Tversky sobre la psicología del juicio y la toma de decisiones, especialmente en contextos de incertidumbre.
La conclusión de Kahneman, similar a la de Vaz Ferreira, es sorprendente: "Pensamos" mucho menos de lo que creemos; e incurrimos, buena parte del día, en errores sistemáticos de pensamiento y en serios fallos de intuición.
La explicación, según Kahneman, residiría en que el proceso de pensar no es consciente; simplemente se presenta sin mayor reflexión por medio de impresiones inmediatas (Sistema 1), a diferencia del pensamiento sosegado y reflexivo (Sistema 2) que ralentiza la toma de decisiones, empleando y sopesando argumentos de tipo racional. Al Sistema 1 (pensar rápido) no le preocupa, dice Kahneman, la falta de información. Por ejemplo, ¿sería Daniel Jadue un buen presidente?
El Sistema 1, en milisegundos, salta desde la impresión a una conclusión aparentemente lógica: «es fuerte y preparado», por lo que asumimos que sería un buen líder. O, a la inversa, «es obcecado y ambicioso», para concluir lo contrario.
En ambos casos la conclusión es inválida, pues no se sigue de las premisas. A este paralogismo Kahneman lo llamó el «efecto halo». El Sistema 2 (pensar despacio), en cambio, exige un agregado de información para determinar racionalmente si Jadue sería un buen presidente: habría que ver su desempeño como alcalde de la Municipalidad de Recoleta, su programa de gobierno, sus propuestas en materia de empleo, crecimiento económico y desarrollo sustentable, quiénes son sus aliados y partidarios, etc.
De cara a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias, es fundamental que el votante tome decisiones políticas empleando el Sistema 2 de Kahneman y que aprenda a detectar falacias, pues como declaró sabiamente Aristóteles, los malos argumentos, pero que parecen buenos, "son como los metales que parecen preciosos, sin serlo".
por fernán rioseco
académico filosofía uv