Valparaíso, dónde andarás
Una de las tantas canciones dedicadas a nuestra ciudad que más me emociona por su letra y música es "Cuando Valparaíso", del autor Desiderio Arenas. En parte de ella menciona la frase que titula esta crónica, la que me parece una pregunta lanzada al viento sur que arrecia en la República Independiente de Playa Ancha, que forma un remolino a la salida de la panadería Menta, la de los berlines con azúcar granulada, que de niño eran para mí el mayor acercamiento a la absoluta felicidad. Una pregunta que se ha formulado a lo largo de la historia de la ciudad, ya de casi cinco siglos, centenares de veces, con la misma cantidad de respuestas.
La tesis de grado del magíster en Historia de mi buena amiga Eugenia Garrido (ya una mentora para mí) lleva el título de "El acontecer infausto de Valparaíso" y está situada en las primeras décadas del siglo XIX, cuando la ciudad comenzaba a despertar de la "siesta colonial" que le había tomado un par de siglos cuando menos. En ella podemos encontrar varias claves para "leer" a este puerto que el Gitano Rodríguez decía "que amarra como el hambre y que no se puede vivir sin conocerlo", de lo que personalmente estoy convencido que es así.
La siesta le había dejado poco o nada a Valparaíso que no fuera estar al servicio de la capital (les suena conocido, supongo); había luchado por conquistar el mar y por intentar agrandar un poco el plano de la ciudad, que, entre otras cosas, no fue fundada ni diseñada según el damero español, tan presente en la mayor parte de las fundaciones del descubridor. Así y en más, tenía una pequeña población, una caleta modesta y muchas expectativas. Pero quizás fuera tras el letargo colonial que se definiría el espíritu porteño, aquel que se nos enseñó desde chico, ese del ser pionero, aguerrido, voluntarioso, orgulloso, apasionado y conquistador, todo lo anterior según mi abuela Elvira, quien señalaba que existían tres categorías de chilenos: los talquinos, los porteños (solo de Valparaíso) y el resto.
En su libro "Diario de mi residencia en Chile, 1822", la viajera inglesa María Graham reconoce que la ciudad tiene mucho de más de algún pueblo inglés, pese a la precariedad que reconoce en algunos lugares, pero Graham le tiene fe a la ciudad y al despedirse, en enero de 1823, está segura de dos cosas: que no volverá a Valparaíso y que ésta será una gran ciudad. No estaba equivocada la viajera en ninguna de sus afirmaciones. No volvió y Valparaíso se convirtió en la ciudad más importante de Chile y del Pacífico sur, en lo que coinciden todos los historiadores, lo que no es común.
Aquí partió el comercio mercante internacional, que tanto bien, progreso y desarrollo traería y que hasta hoy es una de sus principales fuentes económicas y laborales; aquí se dio el ambiente y el espacio para el cruce multicultural de la migración, sin separatismo ni xenofobia, y hoy no es la excepción; aquí se estableció el alumbrado a gas antes que en cualquier lugar de Sudamérica; aquí se creó el primer cuerpo de Bomberos de Chile, benemérita institución que nos prestigia como país; aquí se asilaron muchos pensadores, políticos, hombres y mujeres, arrancando de la persecución y la falta de libertad. Hay quienes dicen que aquí se escribió una constitución argentina, por la presencia de Sarmiento y Alberdi, entre otros; aquí se fundó el diario más antiguo de habla hispana, el que acoge estas líneas, que sigue creyendo en la libertad de prensa y en el deber de informar; aquí se han establecidos pintores, escritores, músicos, actores, científicos, han vivido aquí verdaderas pléyades de hombres y mujeres que han dedicado su vida al arte, la cultura, las ciencias y la investigación.
En esta ciudad han ocurrido tantas cosas buenas, no solo para su comunidad, también para el país, y quizás sea por ello que esta es la ciudad más reconocida internacionalmente de Chile, y creo que ese cetro no lo perderá nunca, a pesar de los pesares.
Respondiendo la pregunta que nos plantea la canción de marras, creo que Valparaíso anda en búsqueda de nuevas oportunidades, en el encuentro de su gente tras un proyecto propio, fuerte, señero, que le devuelva lo perdido (o arrebatado), que le reponga el brillo a sus méritos, que le regrese la alegría a su gente y que le diga al mundo entero, que aquí sigue en pie esa ciudad a la que el vate Neruda le declaró su eterno amor.
Valparaíso jamás morirá, Valparaíso seguirá ahí frente al mar, a esa puerta al infinito. Valparaíso tiene vocación de encuentro y de patria de todos. No lo dejemos solo, nos demanda hoy lo mejor de cada uno, sin egoísmos, sin prejuicios, sin pequeñeces, Valparaíso hay que merecerlo, escribió Gonzalo Rojas. Creo firmemente en ello.
Por rafael torres arredondo,
gestor cultural