Réquiem para el turismo porteño
Valparaíso está herido de muerte y ni el alcalde, la Unesco, el delegado o la Corporación de Turismo son capaces de reconocer lo evidente. La Corporación Regional de Turismo de Valparaíso, aparte de contratar campañas publicitarias de los años ochenta y de un patético reparto de termómetros, poco y nada ha mostrado en dos años de gestión.
Frustrante, siendo generosos, resulta que el primer fin de semana con Fase 3 y toque de queda extendido hasta la medianoche en Valparaíso se abra con un asesinato y un herido grave en el ascensor Reina Victoria, a las puertas del alguna vez encantador pasaje Dimalow, y la triste certeza de que el Puerto ya fue tomado por los mismos delincuentes provenientes de la más baja estofa del lumpen y el narco porteño que despedazaron la ciudad a vista y paciencia de las autoridades para el llamado "estallido social" o, como románticamente prefieren los constituyentes, la "revuelta" que "posibilitó" que hoy se escriba una nueva Constitución, como dice el abogado Fernando Atria.
Muy temprano vemos cómo en su cuenta de Twitter, y abriendo un paréntesis en sus preocupaciones de corte presidencial-nacional-latinoamericano-mundial-intergaláctico, el alcalde de la ciudad responsabiliza a las fuerzas del orden y al exintendente y hoy delegado presidencial Jorge Martínez, aun cuando es de público conocimiento que el jefe comunal nunca colaboró con los gobernadores de turno, llámense María de los Ángeles de la Paz, Gonzalo Le Dantec o Carabineros. No está de más recordar las presentaciones ante Contraloría del senador Chahuán por la nula respuesta a los cerca de 300 oficios enviados por Carabineros desde 2016 a la Municipalidad de Valparaíso, en los cuales se especificaban los focos de delincuencia sin solución y en los que el municipio pudo haber hecho algo para evitar la profusión de delitos.
Una segunda variable guarda relación con ese agudo laissez faire sharpista, según el cual cualquiera es dueño de hacer lo que se le cante en las calles y cerros de Valparaíso, que cualquier acusación sería estigmatizarlos, así que lo más conveniente es permitir que la gente duerma en carpas en el bandejón de la avenida Brasil o que los vendedores ambulantes sean los verdaderos dueños de las veredas y fritanguerías.
Las omisiones del exintendente Martínez en el tema también deben ser tomadas en cuenta, así como la pérdida de tiempo y dinero que han representado iniciativas como la Corporación Regional de Turismo de Valparaíso, la cual aparte de contratar campañas publicitarias de los años ochenta, hacer un newsletter con noticias ajenas y un patético reparto de termómetros junto a la hoy inhabilitada exalcaldesa Reginato en Viña, poco y nada ha mostrado en casi dos años de gestión. ¿Se preocuparon alguna vez de velar o, al menos, interiorizarse sobre la seguridad de la Ciudad Puerto o, sencillamente, terminaron siendo una plataforma para que los miembros de su directorio levantaran candidaturas políticas (país generoso, Brauchy diputado), licitaran planes estratégicos que son incapaces de hacer por sí mismos (hasta un ex Sernatur que tuvo que devolver 100 millones pesos en 2014 participó y fue bien evaluado) o el Core jugara al ajedrez? Es hora de que el gobernador se percate del millonario presupuesto que se dilapida y, derechamente, los ponga a trabajar como corresponde. ¿Cómo es posible que la Cámara de Turismo de Olmué tenga más para mostrar en unos meses de la mano de Luigina Pruzzo, despreciada por sus funciones en la Corporación tras criticar su triste inmovilismo?