La hoguera de Santiago Wanderers
Los malos resultados deportivos se unen a los pésimos números financieros de la sociedad anónima caturra. El descrédito de la actual dirigencia ha sido caldo de cultivo para actos delincuenciales como el ataque con elementos explosivos en contra de la casa del presidente de Santiago Wanderers, Rafael González.
De acuerdo a un estudio realizado por el profesor de la Escuela de Auditoría de la Universidad de Valparaíso, Alejandro Torres Mussatto, basado en los estados financieros que año a año las organizaciones deportivas profesionales deben entregarle a la Comisión para el Mercado Financiero, Santiago Wanderers es el segundo equipo con mayores pérdidas desde su privatización.
La sociedad anónima porteña acumula desde 2008 un déficit de $ 8.781.243.000. Solo la concesionaria de Universidad de Chile, con $ 12.490.724.000 en contra, la supera. Después vienen Colo Colo ($ 8.034.914.000), Audax Italiano ($ 7.552.749.000) y Everton ($ 7.026.297.000) en este "antiranking".
Muchos indican que la industria del fútbol es un negocio deficitario per se; sin embargo, dentro de esta actividad compleja en términos de administración, los porteños son uno de los clubes que peor lo han hecho en términos financieros (un 57% de sus ingresos de 2020 venían de la televisación de partidos).
Si a eso sumamos la pésima gestión deportiva que desde 2008 ha tenido la institución, se genera una legítima duda respecto a los beneficios de concesionar al Decano por 30 años.
De las catorce temporadas en que Santiago Wanderers ha sido administrado por una sociedad anónima, cuatro las tuvo que disputar en Primera B. Solo en el Apertura 2014 el equipo peleó el título y si bien logró la Copa Chile en 2017, ese mismo año terminó perdiendo la categoría.
La situación hoy día es para llorar a gritos en cada escalera de Valparaíso. Disputados once partidos, los verdes suman apenas una unidad. Han tenido cuatro entrenadores, uno de los cuales debió salir por un motín de los jugadores. Llevan 710 minutos sin marcar un gol en el torneo nacional (el último fue ante Ñublense, el 24 de abril). Cuajó el segundo peor arranque de la historia del fútbol profesional chileno (solo los supera Badminton, que en 1949 llevaba cero puntos a la misma altura del campeonato) y el más pobre desde que ingresaron al profesionalismo.
Por si fuera poco, el descrédito de la actual dirigencia ha sido caldo de cultivo para actos delincuenciales como el ataque con elementos explosivos en contra de la casa del presidente Rafael González Camus.
La crisis parece ser terminal; sin embargo, el equipo porteño parece vivir en una eterna hecatombe. Deportivamente, siempre se puede caer más bajo con una nueva derrota. Institucionalmente, el opaco proceso con que Nicolás Ibáñez le traspasó la propiedad de la S.A. al actual timonel y el riesgo latente de que las acciones cambien nuevamente de manos, le agrega más fuego a la hoguera en que se quema un club que genera pasiones desbordantes.