¿Es necesario un delegado en la región?
Molesto por las obstrucciones, el gobernador regional, Rodrigo Mundaca, promueve la eliminación del representante presidencial. Mientras la figura del gobernador aún carece de atribuciones para hacer justicia a los votos que obtuvo, el delegado Martínez ha sabido aprovechar su rol de representante del Presidente y coordinador de servicios y seremis.
La rabia que expresó ayer el gobernador regional, Rodrigo Mundaca, al reclamar por las acciones del delegado presidencial, Jorge Martínez, tiene una mezcla de indignación por los obstáculos que, siente, le ha puesto en el camino el exintendente, e incomodidad propia de quien no se percibe con las atribuciones necesarias para responder adecuadamente a las expectativas sembradas durante su campaña y luego cristalizadas con una abrumadora mayoría en las elecciones de mayo.
Todo ello se resume a una pregunta más sencilla de formular que de responder: ¿En quién reside el poder para gobernar la Región de Valparaíso?
Debido a los tropiezos propios de esa tensión que existe entre la capital y las regiones, la ley de descentralización es una norma incompleta, aprobada rápidamente para acelerar el proceso de regionalización, que crea una figura administrativa con menos competencias directas para el manejo ejecutivo en el territorio de las que necesita.
A contrapelo, la misma ley creó un puesto heredero de los intendentes, el delegado presidencial, quien mantiene en sus manos la coordinación de la mayoría de los ministerios y servicios que ejecutan proyectos, así como la preeminencia en la planificación económico-ambiental de la región, al encabezar la Comisión de Evaluación Ambiental.
La pugna entre ambos - gobernador, delegado; Mundaca, Martínez - estaba servida desde el minuto mismo de la elección. A ojos de Mundaca, otros gobernadores regionales e incluso diputados, el delegado es un resabio del viejo orden centralista, un cargo que debería eliminarse para desatar las trabas que persisten en el proceso de descentralización. En cambio, Martínez ha tenido la habilidad de sacar partido a las prerrogativas de ser el representante del Presidente en la Región, principalmente en el ámbito de la seguridad pública, quizás el tema más relevante en periodos electorales como el que vivimos.
Si bien la pugna sobre el poder real de la región es el eje principal de los desencuentros entre Mundaca y Martínez, también hay detrás de escena la disputa entre el Gobierno y la oposición. Con un Ejecutivo atrincherado en varios flancos, impugnado incluso desde sus propias filas parlamentarias, es probable que las actitudes del delegado se entiendan como una forma de mantener presencia, aferrándose a las atribuciones que tiene. En su defensa, es necesario decir que Chile no es un país federado con regiones autónomas -ni siquiera en la Convención Constitucional se ha planteado ese escenario-, y que en una nación unitaria, la figura de un representante del Presidente tiene sentido práctico. Punto aparte es cómo se ejerce ese poder regional.