Nuestra larga noche sin estrellas
La hora del té es una de mis favoritas, por cuanto me lleva a nítidos y gratos recuerdos de infancia, con la apacibilidad propia de esa época de la vida, tan exenta de mayores responsabilidades. Por ello es que nunca me niego a la oportunidad de compartirla, y mucho mejor me resulta si es con personas queridas. Así es como conversando con mi buena amiga Eugenia Garrido, mientras compartíamos un té en su lindo jardín, acerca del desafío de estás crónicas que, entre otras cosas, me obliga a buscar grandes obras para comentar, ella, siempre tan moderna e ilustrada, me señaló que "La Noche Estrellada", de Vincent van Gogh, representaría un desafío interesante de abordar. Una vez más, como tantas veces en mi vida, seguí su consejo y acá me lanzo con mi humilde visión de esta gran obra.
Van Gogh (Países Bajos,1853 - Francia,1890) es un pintor importante; es un artista en toda la extensión de la palabra, su obra es profunda, tiene espesor, tiene talento puro, de ese que corre por el ADN. Su vida, aunque acontecida y corta, fue fecunda en creación, ello lo avalan sus más de novecientas obras. Desde muy joven se sintió atraído por el dibujo, por el arte, y así es como su primer trabajo lo realiza en una galería. Estando en Bélgica como misionero protestante, es donde y cuando empieza su vida de artista en serio, y de este periodo encontraremos sus primeras grandes obras.
"La Noche Estrellada" fue pintada solo un año antes de la muerte del autor; la hace ya internado en un asilo para enfermos mentales, al cual ingresa voluntariamente y tras el comentado acto de cercenarse una oreja, seguro en un momento de desesperación de su golpeada y atormentada vida. Los expertos en arte y en la obra del autor la señalan como una pintura "visionaria", inspirada en un estado de ánimo religioso, agitado. No podremos saber mucho sobre qué llevó a Vincent a pintar esta noche que vemos aquí, ya que a pesar de mantener una profusa correspondencia con su hermano Theo, en la que siempre le describe lo que está haciendo y pintando, es muy poco lo que le dice en el intercambio epistolar acerca de esta pintura, salvo un par de referencias menores que no permiten mayor acercamiento al verdadero origen de la obra.
La vida de van Gogh, ya dijimos, fue atormentada, cubierta de sombras y sufrimientos, especialmente provocado lo anterior por la enfermedad que padecía: epilepsia del lóbulo temporal, que le minó la existencia hasta llegar a su temprana muerte, la que no se sabe del todo si fue suicidio u homicidio involuntario, el caso es que se perdió un artista invaluable en la noche más oscura… qué ironía.
El firmamento es quizás el espacio de mayor duda que enfrentamos, pese a su innegable presencia. Nos encantaría saber a ciencia cierta hasta dónde llega, cuán inmenso es, cómo abordarlo desde acá. Muchas son las interrogantes, pero lo cierto es que nos regala esplendorosas vistas de la gran bóveda iluminada por infinitos puntos brillantes que denominamos estrellas. Quisiéramos conocer más de este gran telón que cuelga sobre nuestras vidas, poder sondear sus misterios de manera más acertada. El hombre siempre sueña y anhela la conquista de territorios lejanos, pero en este caso no ha podido más que un cierto avance, significativo ciertamente, pero no más que eso.
¿Será que nuestra propia noche está estrellada?, me pregunto. Tiendo a pensar que no estamos frente a la idea planteada por el pintor, más bien permanecemos en una noche brumosa, que no permite ver el brillo de las estrellas, que no deja pasar la paz de la luz y que no permite a ésta que le gane a la violencia de la oscuridad. Nuestra noche actual es más bien opaca, no podemos ver el brillo pleno de la libertad y la alegría. Estamos sumidos en una noche densa, donde la odiosidad, la falta de diálogo, la ausencia del respeto, nos conducen a un amanecer muy duro que cuesta enfrentar, que hace que las fuerzas flaqueen.
Me asiste la esperanza de ver las estrellas con la misma luminosidad que esta maravillosa pintura.
Espero que todos podamos verla así.
Por rafael torres arredondo,
gestor cultural