Doña María Medina
Iván Poduje Capdeville , Arquitecto y Urbanista
Como toda dirigenta, María conocía su campamento como la palma de su mano y a casi todos los vecinos. Se ubicaba de inmediato cuando abríamos un mapa del lugar, y nos indicaba dónde estaban los problemas o qué vecinos estaban afectados. Su lucha de siempre fue para que Manuel Bustos se transformara en un barrio más de la Ciudad Jardín, con calles, alcantarillado, servicios, plazas, escuelas y viviendas definitivas. Con esa motivación María trabajó sin descanso. Organizó actividades, talleres y cientos de reuniones para empujar esa lenta máquina del Estado que no llegaba con las soluciones, y logró avances importantes como la escalera Huasco, que reemplazó un viejo sendero de tierra donde el agua corría como río con cada lluvia.
Trabajé con María en la pandemia apoyando las ollas comunes y la distribución de la mercadería y luego nos metimos de lleno a diseñar el barrio con el cual ella soñaba. Recién ahí supe que María no tenía título de dominio, es decir que no era dueña de su casa, a diferencia de la mayoría de sus vecinos. Por una burocracia que sería imposible de resumir en esta columna, su terreno no pudo ser asignado a su familia por más de 15 años, pese a que puso todos sus ahorros para equipar su casa y dejarla bonita.
María llevaba años batallando con un cáncer que iba y volvía. La última vez me dijo que le quedaba poco tiempo y que teníamos que "meterle pila" al proyecto. Traté de calmarla y le sugerí concentrarnos en el título de dominio de su casa, pero ella me dijo que tenía que ser el barrio completo, con las calles, las plazas, las escuelas. Ese compromiso de María con sus vecinos siempre me emocionó y es una característica de muchas dirigentas de vivienda. Además de su carácter. Porque María podía ser muy tierna, pero también dura e inflexible. A los narcos que se tomaron terrenos para vender lotes los encaró con valentía para mandarlos al carajo. Era inteligente y estratégica para saber qué teclas presionar, pero tierna y acogedora para lograr sus objetivos. Creo que por eso la querían desde todos los sectores. El exministro de Vivienda Cristián Monckeberg la visitaba cada vez que iba a la región, igual que varios diputados de izquierda y derecha. Para los candidatos estar con María era parada obligada. Todos querían su apoyo por los votos, pero ella siempre se las cantaba clarito: sin obras no hay apoyo, y las protestan seguirán, sea usted del lado que sea.
El último ataque del maldito cáncer le pegó fuerte. Se vino abajo muy rápido. Ya débil y cansada, me preguntaba cómo iban los trámites con el Serviu para su querido Manuel Bustos. Yo le contaba que estábamos avanzando bien. Que el hecho de tener un primer proyecto urbano nos permitiría acelerar sus títulos de dominio y las primeras obras. Pero no alcanzamos a cumplirle. Esta semana murió sin tener su casa propia y con los proyectos aún en fase de diseño. El mejor homenaje que le podemos hacer a María es terminarlo. Darle a su familia el título de dominio, construir las plazas y jardines que faltan y otras escaleras como la Huasco, que era su orgullo, pese a todas las rabias que tuvo que pasar con la constructora.
María vivirá para siempre en mi corazón, no solo por sus atributos y el cariño que me regaló, sino que porque veo en ella a miles de dirigentas que trabajan el doble para sacar adelante a sus familias y vecinos, que sufren de violencia intrafamiliar, que son miradas en menos por las autoridades y que pueden morir o envejecer antes de ver resultados.
En estos días que se habla tanto de la dignidad y del "derecho a la vivienda", y que los constituyentes se enredan en peleas protocolares o luchas de egos, necesitamos pasar del papel a la realidad. Concretar este derecho a la vivienda, en obras y al corto plazo, trabajando con real sentido de urgencia. De lo contrario, los derechos sociales llegarán demasiado tarde, como ocurrió con mi querida María Medina, en cuya memoria, vamos a terminar su barrio Manuel Bustos, para que todos sus vecinos se sientan parte de la misma Viña del Mar que les fuera prometida alguna vez.
Creo que cualquier viñamarino que conozca sus cerros, tuvo que hablar oído hablar de doña María Medina, la emblemática dirigenta del campamento Manuel Bustos. Yo tuve la suerte de conocerla hace casi diez años. No recuerdo bien el motivo, pero sí que me costó mucho llegar a la sede, que ella había armado con sus dirigentas en un peñón con vista panorámica al campamento. Recuerdo que en ese lugar, con una vista increíble a Viña, muchas veces tomamos té mientras ella me contaba cómo llegaron y armaron este campamento de la nada, hasta que llegó a ser el más grande de Chile.