Sí, ya son treinta años
Si algo caracteriza la pintura de Amadeo Modigliani (Italia 1884- Francia 1920) es la figura estilizada de sus retratados, principalmente mujeres, aunque igualmente hay hombres pintados por él, los que le valieron siempre la crítica destructiva de la época. No tuvo una carrera deslumbrante, a pesar de ser un gran artista, pintor y escultor, y un bohemio de ese París que era una fiesta, como nos recordaba hace unos días en esta misma página el cronista Segismundo.
De una vida corta, bastante azarosa, "Dedo" como le llamaba su familia, no conocería personalmente la paz ni la fama, seguramente la primera la encontró a su muerte a los 35 años y el reconocimiento lo alcanzaría solo de forma póstuma.
Fue en la capital gala donde dio rienda suelta a su creatividad y a su sentido de la vida al máximo. Sería amigo de todos los artistas e intelectuales que han encontrado en la Ciudad Luz el mejor lugar para savoir vivre (saber vivir). Ahí, entre otros, conocería a Picasso, a Diego Rivera y al chileno Vicente Huidobro. Serán años extraordinarios para Modigliani, aunque insisto, no en reconocimiento ni fama, quizás ni le importaba. Con vivir y pintar, seguro le alcanzaba.
Sus obras hoy en día están en todos los grandes museos del mundo y en las mejores colecciones privadas. Sus retratos se asientan en miles de soportes y sería muy difícil no reconocer esos rostros semitriangulares tan característicos.
Quizás poco podamos saber de su vida, pero su obra la conocemos y reconocemos.
En nuestro país hay importantes colecciones públicas de arte, pero también las hay privadas. En verdad desconozco si hay un Modigliani en Chile, lo más probable que sí, uno se sorprende cuando sabe de las joyas de arte europeo presentes en nuestro terruño. Privilegio de coleccionistas, en general reacios a mostrar en público sus tesoros.
En Viña si bien no hay un Modigliani, hace ya treinta años que existe una galería de arte que lleva su nombre. Es una iniciativa privada, del coleccionista y empresario Dino Samoiedo Araya. Comenzó en un local de la tradicional calle Valparaíso, para unos años más tarde trasladarse a su actual domicilio en la calle 5 Norte, en un edificio construido especialmente para su fin galerístico.
En estas tres décadas, por la Modigliani ha desfilado lo más granado del arte nacional. No ha habido Premio Nacional que no haya expuesto en esta sala. Los más renombrados pintores, escultores, grabadores, ceramistas, dibujantes y acuarelistas del país y varios extranjeros han encontrado en la galería Modigliani un lugar para mostrar su obra y obtener un merecido reconocimiento, ese que a "Dedo" le fue tan esquivo.
Dino Samoiedo es un apasionado del arte, si no un obseso. Su colección de obras de arte deja poco que envidiar a las grandes nacionales. Su adoración por Reinaldo Villaseñor lo llevó a tener la más importante colección del autor nacional exhibida, entre otros museos, en el Bellas Artes nacional. Amigo de la mayoría de los artistas, ha tenido también la generosidad de darle espacio a los autores locales y a los jóvenes creadores, algo a veces escaso en el quehacer de las galerías. Sus inauguraciones tienen siempre un carácter muy festivo, de "happening" como dicen los gringos, algunas devenidas ya en fiestas hasta con baile. Cada artista que ha mostrado su obra en la Modigliani conoce el carácter riguroso de Samoiedo para elegir las obras, pero alegre para la vida y el saber vivir.
Nuestra ciudad se honra con esta galería de estándar internacional, bien presentada, bien llevada y con un catálogo extraordinario. Acá solo ha primado el sentido y el valor artístico. Samoiedo, en su rol de galerista, ha replegado sus ideas y principios personales, que vaya que los tiene, pero no los ha mezclado con el arte, en una muy buena decisión. Es así como han encontrado un lugar en esta galería artistas que vivieron horrores de otros tiempos y algunos un triste y forzado periodo de exilio, encontrando acá un lugar donde mostrar su obra y sentirse acogido.
Mantener una galería de arte privada y en provincia por treinta ininterrumpidos años, es más que una hazaña, es un apostolado. Sin duda, Samoiedo pudo haber seguido el trabajo de su padre, propietario del ya mítico emporio El Gastronómico, pero el hijo quiso hacer realidad un sueño íntimo, crear un espacio donde ver arte y apreciar el genio y talento de tantos hombres y mujeres que han dedicado una vida a la creación. Han sido treinta años maravillosos para él y para nosotros.
Hoy quisiera agradecerle a nombre de la ciudad a Dino Samoiedo por traer de alguna manera a Modigliani a Viña, tenerlo en nuestro imaginario y poder conocer y disfrutar del genio de tantos artistas que, sin este lugar, quizás habrían corrido la misma suerte de "Dedo" Modigliani.
Por rafael torres arredondo,
gestor cultural