En la piel de un personaje que escanea Viña del Mar en moto
En su última novela, "El motociclista", el protagonista anónimo y solitario "contempla la Ciudad Jardín, ahora transformada en cemento en altura, con el vértigo de la velocidad".
"He construido e imaginado mi propia ciudad a través de mi trabajo escritural", declara el escritor, dramaturgo y periodista viñamarino Felipe Acuña Lang (1970), a propósito de su cuarto libro, El motociclista (RIL Editores), donde el protagonista cruza la ciudad de un lado a otro en su Keeway mientras dialoga consigo mismo, piensa, recuerda, observa, va y viene desde su pasado a su vida actual, en "una crónica muy bien construida, que revela oficio e inusual talento, desenvoltura, naturalidad, desparpajo, desahogo y una elevada dosis de elegancia", como sostiene el crítico de Revista de Libros de El Mercurio, Camilo Marks.
"En mi caso ficcionar a Viña del Mar ha sido una tarea, casi una línea programática, que la saca de lo mañido de ciudad bella, y todos esos eslóganes muy reductivos a una sola imagen de la ciudad. Imagen construida por la tradición de la 'bella época' y los años 30 como ciudad balneario, progresista y de buenas costumbres, no integrando otras capas igualmente interesantes de investigar", agrega el autor de El Jazzista (2005), las colecciones de cuentos Huidas y Habitar, y obras de teatro como Última parada, La Flor y Aullidos.
El estero marga marga y el mar
Acuña se rebela contra la idea según la cual la belleza está en las formas, "en la ciudad de los Silicon Valley, con los cuerpos esculpidos de sus campañas promocionales" y apela a la que incorpora la justicia social, la dimensión espiritual, el conocimiento, la expansión de las clases medias con mejores posibilidades de educación y salud. Y sostiene que "no puede haber belleza en la ciudad si vivimos con campamentos, con ciudadanos que lo pasan muy mal, sin acceso a redes de transporte, de servicios públicos conectados", sin justicia social.
"Hay muchas Viñas por investigar, por ejemplo la ciudad de los cerros, la ciudad industrial, la ciudad de los micro mundos, la ciudad de los cerrajeros, conserjes, cantantes urbanos, de los inmigrantes", subraya el autor, cuyo imaginario es "el estero Marga Marga y el mar, por sobre los altos edificios en altura".
Dice que el estero representa un ecosistema con sus humedales donde se puede apreciar una diversidad de aves marinas y migratorias. "En esa contemplación de los espacios, he ido trabajando Viña como otra ciudad, más interconectada con el ciudadano, uno tiene que armarse sus imaginarios para no caer en la queja y la desidia, como dice el personaje anónimo de El motociclista".
CIUDAD DE cemento y microcosmos de las galerías
Sobre el motivo central de su última novela, comenta que le gusta ese recorrido en moto por la ciudad, "que el personaje anónimo en su motocicleta vaya contemplando la Ciudad Jardín ahora transformada en cemento en altura, con el vértigo de la velocidad".
Y que no sea gregario ni motorista de club, sino alguien que ve su moto como un ejercicio de escritura. "No es un exhibicionista ruidoso, es más como un deportista solitario que sale en su moto a conocer la ciudad en sus paseos dominicales, por barrios y cerros, de Oriente a Poniente. Me encanta la idea de perderme en la ciudad".
Menciona que Georges Perec, en Lo infraordinario, "dice que extraviarse, es conocer lo indefinible. Nunca hay revelación del misterio. Hay que vivir la ciudad, recorrerla, mirar de afuera hacia adentro para hallar eso que no vemos: los rincones ocultos. Uno convive con el paraíso y el conflicto, con las zonas intermedias, que son las necesarias para pensar la polis".
En una de sus obras anteriores, Habitar, el escritor ficciona sobre las galerías comerciales, con el cometido de sacar de la invisibilidad a estos espacios que representaron un nuevo impulso al comercio en los años 80, "y armar relatos que dieran cuenta de esos micros mundos de las galerías viñamarinas, interconectadas unas a otras, como un túnel del tiempo y la imaginación", sobre todo con Florida, Somar y Mackenna del Cine Arte, entre otras.
"En relación a la galería Calle de Cristal me parece entrar a una ciudadela de principios del siglo XX, con patios interiores y comunes. Me siento transportado a otro lugar, lejos del ruido del afuera. En ese espacio se encuentra la escultura de Mario Irarrázabal, 'Bloque humano' (1978) frente al café Déja Vu. Las 22 cabezas parecen reunirse en torno a un diálogo ciudadano, a que la política busca el bien común".
Cada una tiene su micromundo, subraya, pensando en "un maniquí kitsch en la galería Pleno centro, el esoterismo y la ortopedia de la galería Fontana, la galería de los médicos en la Arcadia, o la solitaria galería del edificio Nuevo Centro II de avenida Libertad con 1 Norte, donde se fundó la librería Altazor, en los míticos años 80", sin olvidar que se desplazó luego a Mackenna y Somar, y se constituyó en "un fenómeno socio cultural, que por más de treinta años, dio espacio a la educación informal, a la lectura de libros, en nuestra ciudad", cuya pérdida "debilita la idea de hogar, la identidad intangible y sensorial".
Ciclovías junto al marga marga
La tesis central en El motociclista "es que el valor o unos de los valores más trascendentes es cuidar la naturaleza porque si no se cuida estaremos hipotecando el futuro a las nuevas generaciones", y ene se marco se declara partidario de un parque en las expetroleras de Las Salinas.
Y tal como el paseante de Habitar, imagina "el escenario de caminatas por el Marga Marga con ciclovías, y letreros instructivos sobre la flora y la fauna, que anidan en nuestro estero. En ese sentido las nuevas generaciones irán imaginando su propia ciudad, pero para eso se necesita salir de la ignorancia, tener juicio crítico y propositivo. Ya no vivimos con leyes del monte Sinaí, todo es susceptible de ser cambiado, y mejorar la vida en la ciudad es una tarea comunitaria". 2
Rosa Zamora Cabrera
rosa.zamora@mercuriovalpo.cl