"El insolente de este Santiago dormido"
Mario Rivas
La Pollera
292 páginas
$ 12 mil
Mario Rivas
La Pollera
292 páginas
$ 12 mil
A mediados del siglo XX, a escondidas, las damas de la alta sociedad santiaguina mandaban a sus empleados a comprar "Las noticias gráficas", humilde y chocante diario que contaba entre sus columnistas a Mario Rivas (1907-1972), quien ácidamente parodiaba las costumbres y fiestas de las que también era parte.
"Si hay algo que está pendiente en la literatura chilena es la publicación de las crónicas de Rivas en el formato de libro", escribió Roberto Merino en el ensayo que le dedica en su libro "Luces de reconocimiento" (2008). Hoy ese deseo se hizo papel con "El insolente de este Santiago dormido" (La Pollera), en una edición a cargo de Lucas Vergara Brunet.
El libro se divide en 3 partes: "Vida y milagros de Mario Rivas" (una autobiografía), "Tertulias literarias de hace treinta años" (recuerdos de su formación literaria) y "¿A dónde va Vicente? A donde dice la gente" (las crónicas críticas a la "High life" capitalina).
Lucas Vergara Brunet nos cuenta de su aproximación lectora a Rivas: "Lo encuentro muy divertido y el humor nunca pasa de moda. Uno lo puede leer con un sesgo clasista o machista, pero hay cosas que no han cambiado nada". Cabe decir que, como nota de color, Rivas tiene una conexión familiar con Rafael Gumucio.
- ¿Ha cambiado el Chile de Rivas?
- No, sobre todo el chisme, decir para afuera lo políticamente correcto y cuando estás en confianza, decir otras cosas. Los políticos lo hacen para ganar un voto, los demás para no quedar mal. La gracia de Rivas es que todos sabían que era descarnado.
- ¿Le trajo problemas esa actitud?
- Siempre estaba rodeado por un aura de personaje. Lo hablé con Germán Marín, antes de que se muriera y con Jorge Edwards. Era una leyenda, dicen que cuando andaba por la calle le querían pegar o le pagaban para que no nombrara a ciertas señoras.
- ¿Podrías definir la "siutiquería" según Mario Rivas?
- La mejor definición la da él mismo: "Un juanete en el alma". Eso es no estar nunca contento con lo que se tiene. Es estar en un lugar incómodo, que no te permite ni ser ni hacer.
- Aparte de sus crónicas, editaste material autobiográfico en "El insolente de este Santiago dormido".
- En un principio pensé en hacer una selección de crónicas, pero a medida que fui entrevistando a estas personas que te nombré y a otras que están en el prólogo, todos me decían que había una biografía que debía ser divertida. Se perdió entre los cambios de casa. Rivas era desordenado y bueno para el copete, y la gracia fue que investigando en la Biblioteca del Congreso, encontré una Revista Ercilla que la anunciaba "desde la próxima semana". Es el gran rescate de este libro, también para la familia. La gracia es que no tiene nada que ver con el tono de sus crónicas, es melancólica: mostraba estos diferentes puntos de vista de su escritura.
- Los cronistas construyen el relato de su vida también.
-Justificó tanta barbaridad que escribió, hizo toda la previa de por qué terminó siendo como era.
- Una de las habilidades más corrosivas de Rivas era poner apodos.
- Sí, a todos. En una crónica que no está en el libro cuenta que le ponía apodos a todo el mundo. A Bernardo O´Higgins le puso el "roto colorín".
-¿Qué tomaba Rivas?
- En el capítulo de la biografía dice que, en Chile, vino. Partió tomando whisky. En Turquía Raki, que es como un aguardiente. En Perú tomaba pisco. Desde que volvió al país, a los 25 o 26 años, tomaba un litro y medio de vino al día.
- ¿Cómo eran "Las noticias gráficas"?
- Era un diario "penca". Lo compraban porque tenías cosas ciertas, pero sobre todo por el humor.
- ¿Podrías detallar la relación que tuvo con el poeta Vicente Huidobro?
- Se lo topó en Nueva York y después en París. Hasta los 25 años, Rivas pensó que iba a ser poeta, lo tenía como un ídolo. Una hermana o una prima de Rivas se casó con un hermano de Huidobro.
- ¿Qué escritores influyeron en él?
- Era súper culto. Hablaba cinco idiomas, leía en todos esos idiomas. No llegaban todos los libros a Chile, pero leía los clásicos franceses, harta filosofía, estaba suscrito a una revista de historia que era publicada en Alemania. Su hija me mostraba fotos de su biblioteca, y tenía anaqueles bien completos, pero no era tan bueno para idolatrar. Te diría que le interesaba algo que no existía entonces como concepto, la "no-ficción", porque leía harta arqueología, geografía también.
- Editaste antes un libro de Tito Mundt, otro cronista chileno irrepetible del siglo XX. ¿Cómo surgían estas plumas?
-La verdad es que los dos son autodidactas. Mario Rivas, cuando a su papá lo nombraron ministro, estuvo viajando y viviendo por Turquía, Francia, Estados Unidos. Cuando murió su papá su familia perdió la plata, tuvo que reinventarse. En cambio, Tito Mundt era más busquilla y copiaba a los cronistas franceses. Muchas veces le ofrecían trabajo, decía que bueno y luego se perdía del diario, se iba a viajar y a la vuelta pagaba sus culpas escribiendo crónicas como loco. Si hoy día los miramos, parece que tuvieran una línea, pero en una revista Mundt escribía una crónica divertida y para otra, una policial.
-¿Podría escribir alguien como Rivas hoy?
- Seguramente si alguien escribiera como él hoy, sería rápidamente "funado". Tendría que salir a dar explicaciones o pedir perdón y el largo círculo de etcéteras que hoy se ha creado.
en el libro del periodista se puede leer la autobiografía: "vida y milagros de mario rivas".
Por Cristóbal Gaete
cedida