Cuentos de cóndores y obreros con resaca
Galardonado en los Premios Literarios de Santiago en 2020, "Cóndor rebobinado" es el primero de los nueve cuentos con que el abogado y traductor Nicolás Medina Cabrera debuta en la literatura.
Algunos de los cuentos discurren y confluyen sobre el paisaje latente de una ciudad fragmentada. Es un Chile que ya no existe, donde un cóndor sobrevuela la precordillera en reversa, rebobinando su debacle rumbo al mar. También hay micros amarillas y sapos, esos sujetos que ya no existen y que intercambiaban con los choferes frases enigmáticas. En otro relato un oficinista fantasea con los sueños de su corchetera, en otro un jornalero encañado se desplaza por las alturas y también está la historia de Renata, una solitaria que ama los westerns.
Son las historias de "Cóndor rebobinado", de Nicolás Medina, quien habla en esta entrevista de su debut en la literatura.
- ¿Cómo fue tu niñez en La Florida?
- De mi niñez floridana me acuerdo mucho, tal vez demasiado, es mi paraíso perdido. La Florida, al principio de los noventa, era una comuna semirrural llena de acequias, chacras, caballos, casas antiguas. Hasta los diez años viví en Villa Santa Elvira, un reducto planificado por Luis Matte Valdés, el ministro de Urbanismo de Allende, y poblado con exiliados que regresaban a Chile.
- ¿Por qué estudiaste Derecho?
- Aún me hago esa pregunta. La desorientación vocacional, la tontera propia, las sugestiones ajenas, el chiripazo de rendir una buena PSU. Por ahí va la cosa. Nunca me gustó la carrera, me daba grima, me aburría la literatura jurídica. Pero eso sirvió para fugarme a la literatura anómica; además, la formación en términos humanistas era diversa y completa.
-¿Cómo fueron esos años?
-Fueron años felices, festivos, borrachos, privilegiados. Encontré amigos que duran hasta la fecha.
- ¿Alguna vez ejerciste como abogado?
- Sí. En varias cosas, principalmente en el Estado.
- Hablando de abogados, también dedicas el epígrafe a Armando Uribe Arce. "Vidente oscuro de este país domado", lo llamas. ¿Lo conociste? ¿Qué te parece su poesía?
-Me hubiera gustado conocerlo. Un par de veces pensé en ir a su casa y tocar el timbre, pero me dio vergüenza. Armando Uribe supo interpretar, tal vez como nadie más, al Chile amnésico, tonto y triunfalista que se pactó en Washington y depositó a Aylwin en un trono de papel precintado. Si bien destaco su poesía, me gusta más su veta de cronista, la visión de cómo fuimos perdiendo nuestra soberanía, cómo desechamos ciertos aspectos de nuestra identidad.
- ¿Cómo fueron tus años en Barcelona estudiando Literatura Creativa?
- Fructíferos y alegres. Más que las clases o los profesores, rescato el hecho de compartir aula con colegas, gente que compartía el deseo de escribir. Barcelona es preciosa y funge como capital editorial del cosmos castellano, sin embargo está cada vez más cara y enrarecida. Yo la veo como un parque temático cultural.
- Primero empezaste a escribir, ¿cuentos? u ¿otros géneros?
- Cuentos y poemitas horrendos. Llevo poco tiempo escribiendo seriamente, diez, once años. Eso en literatura es muy poco. Por ejemplo, Truman Capote escribía desde los 11 años. No lo menciono por imitarlo; jamás le llegaré a los talones, pero sirve como referencia, sirve para no perder la paciencia y no ser tan estricto con los esperpentos de uno. Al final son ideas efímeras y papelitos que generan emociones, nada más.
- Una vez que ya tienes una idea sobre la cual escribir, ¿qué requieres para empezar a hacerlo?, ¿eres de rutinas?, ¿corriges mucho?, ¿das a leer tus borradores?
- Si agarro una idea por las alas, escribo de inmediato. No obstante, en general escribo con lentitud, voy corrigiendo, modificando, podando el texto. Lo dejo dormir meses o años y luego trato de hacerle una edición final. Ya no tiendo a mandar borradores a nadie, salvo a cuatro o cinco personas.
- ¿Por qué te fijaste en un cóndor para el cuento que titula este volumen de cuentos?
- Porque el cóndor convive y depende de la muerte. Busca muerte con sus ojos, se alimenta de muerte, sobrevuela muertes y luego deviene en un trozo de muerte. El cóndor simboliza, para mí, el poder majestuoso y apodíctico de la muerte. Y no en un sentido escatológico u horroroso, sino como analogía de la levedad humana, de la fugacidad.
- Esta ave rapaz está en el escudo nacional, al lado del huemul, el favorito de la Mistral, por cierto
- El huemul es un ser maravilloso y se justifica el favoritismo de Gabriela Mistral, que también es maravillosa, no obstante, nuestro ciervo surandino no guarda relación con la geografía ni la temática del libro.
- "Cóndor rebobinado" lo presentaste a un concurso bajo el seudónimo de Modesto de Onetti. ¿In homenaje al escritor uruguayo?
- Sí. Un pequeñísimo, insuficiente y muy barsudo homenaje. Juan Carlos Onetti es un dios. Vargas Llosa, García Márquez, todo el boom le reconoció deudas, vasallaje e influencias. Lo que pasa es que su literatura es pesimista, desoladoramente bella, oscura, en ocasiones parece una invitación al suicidio. Por eso no vende mucho. La mayoría de los lectores quiere distraerse. No quieren asumir el denso absurdo cotidiano de la existencia. Y está bien. No pasa nada. Todo tiene su hora. Ya leerán a Onetti en ultratumba, ayudados por el aburrimiento de la eternidad y las lamparitas don Sata. O tal vez el infierno consista en leer a Paulo Coelho de forma ininterrumpida, por siglos, milenios, eones.
- ¿Cómo va tu traducción de Philip K. Dick?
- Avanza como la construcción del Puente Chacao. Lentito. Espero ganarle al puente y ojalá sacar el libro antes de que Chiloé deje de ser una isla mítica. Pero ojo, los cuentos de Philip K. Dick vendrán en chileno, con olor a empanada y chispeando los dedos.
Nicolás medina ha traducido a Frederick douglass, j.m. barrie y ambrose bierce.
Por Amelia Carvallo A.
"Si agarro una idea por las alas, escribo de inmediato. No obstante, en general escribo con lentitud, voy corrigiendo, modificando".
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