Un trato por el agua se hace indispensable
La Dirección General de Aguas levantó una polvareda de críticas al decidir que canalistas del Aconcagua abrieran sus compuertas. Tan fundamental como escaso, la administración de un bien como el agua debe pararse sobre un acuerdo amplio que involucre tanto a los técnicos del MOP como a autoridades regionales electas.
La zona de Aconcagua, cuya matriz productiva está marcada por la agricultura y la minería, vive la crisis hídrica de forma dramática, un cariz totalmente desconocido para el llamado Gran Valparaíso, cuyos habitantes se alarman solamente cuando existe la amenaza real de corte para el consumo humano. Esta profunda diferencia tiene efectos concretos en la forma que usan las autoridades para definir los mejores caminos de solución, pero además impacta en el ambiente político, porque muchas medidas drásticas son beneficiosas para algunos, pero perjudican a otros grupos de la población regional.
La decisión de la Dirección General de Aguas (DGA), que ordenó a las juntas de vigilancia que regulan el caudal del río Aconcagua abrir sus compuertas de forma permanente, para asegurar el suministro del vital elemento en la zona metropolitana -Valparaíso, Viña, Concón, Quilpué, Villa Alemana, entre otras comunas-, recibió duras críticas del gobernador regional, Rodrigo Mundaca, precisamente porque el beneficio de unos fue puesto sobre las necesidades de otros.
Con una trayectoria marcada por la defensa del agua como un bien esencial que no puede beneficiar a grandes productores agrícolas sobre el consumo humano o productores más pequeños -lucha que cristalizó en la creación de Modatima-, Mundaca cuestionó los efectos negativos de la decisión adoptada por la DGA. "Una iniciativa de esta naturaleza significa secar 25 canales, favorecer la infiltración de las aguas en la primera y la segunda sección, beneficiando a los mismos de siempre, particularmente a los grandes productores del Valle de Aconcagua que destruyeron toda la flora y la fauna nativa de los cerros", advirtió el gobernador, cuyo principal problema es que carece de atribuciones. ¿Por qué la máxima autoridad regional no puede participar en las mesas donde se toman decisiones tan relevantes?
Los alcaldes de Calle Larga, San Esteban y Los Andes también mostraron su repudio e indignación, así como los regantes de esa zona, que calculan perjuicios equivalentes a 45 mil puestos de trabajo. La diputada Carolina Marzán, quien va a la reelección por el Distrito 6, también pidió la revocación del decreto firmado por la Dirección de Aguas para evitar más daños en la zona donde están sus votos. La pregunta de fondo es cómo administramos un bien fundamental, pero escaso, como el agua. Y la respuesta, aunque le pese a los organismos encargados del proceso, no es solamente técnica, sino que profundamente política, es decir, requiere de procesos de diálogo entre las distintas autoridades -elegidas o no-, así como con las comunidades que se verán directamente afectadas por esas decisiones. Existe un consenso fundamental respecto de darle prioridad al consumo humano, pero ese acuerdo se llena de matices cuando la priorización beneficia a quien vive lejos.