Hijos y violencia intrafamiliar
Violencia intrafamiliar, una vieja mala costumbre donde las víctimas generalmente son las mujeres, consideradas a veces como lógico sujeto de un castigo, incluso en ciertas disposiciones legales. El tiempo pasa y la situación, al menos en la letra legal, va poniendo las cosas en orden, pero así y todo la violencia subsiste al interior de los hogares, por variados motivos, culminando a veces con la muerte y un castigo asociado, injusto, inmerecido, que recae sobre los hijos. Y esos hijos, su cuidado o descuidos, la tuición, las pensiones impagas, son el motivo del conflicto.
Así, nos encontramos con un femicidio como el epílogo de la ópera aquella noche del 1 de julio de 1905, a la salida del Teatro Municipal de Santiago. Eduardo Undurraga García Huidobro disparó un tiro de revólver contra quien fuera su esposa, Teresa Zañartu Vicuña, causándole la muerte inmediata. El homicida intentó, sin lograrlo, quitarse la vida.
Este hecho, con toda la socialité nacional como testigo, era la culminación de una serie de episodios que, de acuerdo con las costumbres de la época, se mantenían en reserva.
La separación de la pareja ocurrió en 1902, tras varios casos de violencia en que Undurraga evidenciaba su desequilibrio mental. Estuvo recluido en la antigua Casa de Orates, lo que hoy es hospital psiquiátrico, y varias veces intentó quitarse la vida lanzándose al Mapocho y saltando desde el tercer piso de su chalé, edificación llena de torrecitas y balconcitos al estilo de esos años.
"HORRIBLEMENTE HUéRFANA"
El asesinato, a la vista de todos, remeció la fronda aristocrática, la misma que quizás había armado ese matrimonio mirando apellidos y fortuna. Los comentarios de prensa abundaron y los lamentos cubrían el fatal destino de la víctima y el dolor de su hijita. En un estilo alambicado, propio de esos tiempos, la revista Zig-Zag relata: "La realidad superaba a la más horrible de las imaginaciones. La noche brillante, pasada a la luz deslumbradora de cien lámparas, en la sala de rojo y de oro, al arrullo de la música que incitaba a la ternura, entre el esplendor de las joyas y el rumor de las sedas, terminaba brusca y trágicamente en un horror de sangre, de crimen, de muerte. La víctima era hermosa, con esa especie de hermosura de los seres que parecen destinados fatalmente al dolor, de esas almas que han sido elegidas para el holocausto".
Agrega el cronista: "Al ver su retrato que nos la representa hermosa, serena, envuelta como en un velo sutil de melancolía, amorosamente unida a su hija, las almas delicadas pensaran en el amargo destino de esa belleza que parecía creada para la dicha… Y esa criatura, inmensamente huérfana, horriblemente huérfana, que ha nacido como una flor de inocencia de entre el lodo y la sangre de este cruel destino, guardará en su corazón el perfume del alma bondadosa de su madre, el recuerdo de sus caricias mezcladas a las lágrimas, de las palabras de amor que le murmuró en el dulce diálogo de la ternura materna".
Ilustra la revista su doliente crónica con una foto de madre e hija, tal como hoy más de un siglo después, se grafican los femicidios en la televisión.
La defensa de Undurraga argumentó que el padre, descontrolado, reprochaba con su acción a Teresa que asistía a la ópera cuando su pequeña hija estaba gravemente enferma. La defensa profundizó en el tema de la locura del homicida mientras muchos pedían pena de muerte, frecuente en esos tiempos, castigo que recaía siempre en los más pobres e ignorantes. Ganó la tesis de la locura y Undurraga murió internado.
Lucha por la custodia
Los tribunales determinaron que el pequeño hijo del matrimonio separado debía ser compartido por los padres. Cada uno lo tendría un mes y medio.
La madre llegó hasta el domicilio del padre en busca del niño. El hombre había puesto numerosas dificultades. La pareja discute. Ella pierde la paciencia y mata de un tiro a quien había sido su esposo.
Un caso de violencia intrafamiliar originado en la siempre confusa tuición de los hijos.
El hecho es noticia internacional. Ocurre en Mineola, estado de Nueva York, en agosto de 1917. Estremece a Chile, a Valparaíso, pues la homicida es Blanca Elena Errázuriz Vergara, nieta de José Francisco Vergara, fundador de Viña del Mar.
La víctima es el millonario norteamericano John de Saulles. Se conocieron en Viña del Mar en 1910, cuando John vino a Chile a comprar caballos de polo.
Enamorados, se casaron y partieron a París. Él no solo goza de la buena mesa, los espectáculos y los museos, sino que también de la relación con algunas bellas atraídas por su fortuna. Nubes de guerra en el horizonte y la pareja se instala en Estados Unidos. Pero ha muerto el amor, surge el conflicto por la vida alegre de John en Broadway, por dinero y por el hijo. Divorcio. Un dictamen determina que deben compartir la custodia del niño. De Saulles no cumple y la relación, ya quebrada, llega a la máxima tensión con el tiro fatal que Blanca Elena dispara contra su exmarido.
Es procesada ante un jurado de doce hombres. La chilena, de gran fortuna, arriesga morir en la silla eléctrica.
El juicio y los alegatos se convierten en gran noticia, pese a la Gran Guerra, 1914-1918. Interesa en Estados Unidos, pues John de Saulles está vinculado a adineradas familias. El juicio es seguido a la distancia en Chile por la importancia social y económica de los Vergara que reinaban desde su quinta viñamarina.
La madre, Blanca Vergara, viaja en vapor a Estados Unidos para estar junto a su hija al borde del patíbulo.
Trescientos periodistas cubren los alegatos a cargo de un destacado abogado. Tensión a la espera de la resolución de los jurados aislados en un hotel para evitar presiones, especialmente económicas.
Larga audiencia y el 1 de diciembre de 1917 el jurado determina: "Not guilty", no culpable.
Ya en libertad, viaja al oriente junto a su hijo, John, como el padre ultimado, que años después fallecería en Chile. Blanca Elena, atormentada, se quita la vida en los años 30.
La tragedia, donde el móvil es un inocente niño, revive en el cine en una película muda exhibida en Chile en 1919.
Alessandri amenazado
En uno de esos hechos que por algunos medios son calificados de "confusos", Roberto Barceló Lira dio muerte de un tiro de pistola a su esposa Rebeca Larraín Echeverría. El caso ocurre el 30 de junio de 1933, en la avenida Holanda de la exclusiva comuna capitalina de Providencia.
Barceló es un hombre de variadas actividades, que gracias a influencias ha logrado cargos públicos, pero tiene conductas erráticas en lo económico y en lo sentimental. El matrimonio anda mal y los problemas de dinero en esos días hacen crisis con un embargo.
Tienen dos hijos uno de ellos víctima de la tuberculosis. Rebeca es una buena madre y por ellos se somete a la personalidad irascible de su esposo que en esos días es un activo militante de las Milicias Republicanas, movimiento armado que afirmaba defender el orden constitucional.
Cuando se prepara para asistir a una reunión de su grupo se produce el "confuso" hecho en que su esposa muere de un tiro en la espalda. Muerte instantánea casi en presencia de los pequeños hijos.
Conmoción social, pues los protagonistas del drama pertenecen a conocidas familias. Comienzan a rotar los pesados engranajes de la justicia. Los testimonios van despejando dudas del "confuso hecho" y aparece la figura del homicidio. No se hablaba de femicidio. No importaba el sexo del cadáver.
Destacados abogados en estrados: Galvarino Gallardo, exministro de Justicia en la defensa de Barceló, y Alfredo Guillermo Bravo, profesor universitario, en representación de la familia Larraín.
Juzgado del Crimen, Corte de Apelaciones y Corte Suprema. Fallo, final, condena a muerte. El último recurso para el cúmplase está en manos del Presidente Arturo Alessandri Palma.
Presiones de aquí y allá. División en el mundo social, con partidarios de dos influyentes familias involucradas. ¿Irá al patíbulo Barceló Lira?
"Agonía de una irreverente" es una documentada obra donde la ficción se basa en una sólida estructura de informaciones de primera fuente. La autora es la profesora Mónica Echeverría Yáñez, quien presenta un retrato de Inés Echeverría de Larraín, conocida como Iris, una mujer de avanzada que incursiona en las letras a principios del siglo pasado. Inés es la madre de Rebeca quien lleva adelante una campaña para que el asesino de su hija pague con su vida. Así, llega hasta el despacho presidencial horas antes de que Alessandri tome una decisión: "Iba vestida toda de negro y en su bolso llevaba una pequeña pistola, de esas que se habían puesto de moda por los años veinte, cuya empuñadura era de nácar. No pidió audiencia, entró como a su casa, directamente al salón-escritorio. Arturo Alessandri, que esperaba esa visita, despachó a su secretario, suspendió sus otras citas y abrazó cariñosamente a su amada amiga. Lo que sucedió durante la hora que permanecieron juntos nunca se supo. Un pariente cercano a Inés relató que ésta, al notar que el Presidente se inclinaba por el indulto, sacó la pistola, la dirigió contra él y exclamó: si estoy frente a un cobarde, sepa usted, señor Presidente de la República, que no dudaré un instante en matarlo y el 'Enviado', el 'Mesías' será olvidado y la historia recordará sólo a un débil que fue ultimado por una mujer".
Al día siguiente, "No ha lugar" al indulto. La misma autora plantea que la visita de Inés no habría sido decisiva, pues también había presiones políticas para que se aplicará aquello de que "ley pareja…".
Barceló fue fusilado el 30 de noviembre de 1936. El joven jesuita Alberto Hurtado lo asistió antes de que enfrentara a los fusileros. Años después, Hurtado diría a un periodista: "Condenaron a un inocente y yo sé por qué lo digo".
Tres casos olvidados que demuestran que la violencia intrafamiliar cruza a todos los sectores sociales y con niños como víctimas sobrevivientes.
por segismundo