Generación del conocimiento
No es casualidad que en la última encuesta del CEP las universidades estén en el primer lugar de las instituciones en las cuales la ciudadanía más confía. Si miramos la historia de la humanidad, las organizaciones que se ocupan del cultivo del conocimiento y de la formación de personas se han ido ganando un espacio importante en la sociedad, transformándose en pilares fundamentales para su desarrollo.
De esta manera, los procesos de generación de conocimiento liderados por las universidades y el desafío de formar profesionales de excelencia, capaces de empatizar con su entorno y con altas capacidades profesionales y humanas, tienen un alto impacto en el desarrollo de la sociedad. Esto se traduce en diversos aportes, que se observan, por ejemplo, en la fuerza y energía con que los noveles profesionales impulsan el crecimiento y, en etapas más avanzadas, cuando vinculan toda la experiencia y sabiduría obtenida en el peregrinaje de la vida, para transformar este crecimiento en desarrollo.
La importancia de estas labores que son parte de la tradición histórica de las instituciones formadoras, fue puesta a prueba en estos últimos casi dos años por el covid-19. El resultado, que es de dominio público, no solo consolidó la posición de las universidades como pilares de la sociedad, sino que evidenció que los centros de generación del conocimiento vinculados a las casas de estudios de educación superior, donde se investiga, desarrolla y crean soluciones efectivas a las diversas problemáticas de la sociedad, fueron fundamentales a la hora de entregar respuestas efectivas y pertinentes a los diversos desafíos planteados por la pandemia global.
Desde esta perspectiva, las universidades desarrollaron un trabajo mancomunado y colaborativo con un solo objetivo: derrotar al covid-19. En este proceso investigadores de todo el mundo que, en su mayoría además son profesores universitarios, trabajaron desinteresadamente para poner el conocimiento generado en sus laboratorios, al servicio de la humanidad. Los grandes beneficiados de este proceso fueron los estudiantes universitarios, quienes tuvieron acceso a este conocimiento de primera fuente (acelerando un proceso que se venía observando hace unas décadas), ya sea de manera online o integrando diversos equipos de investigación científica que se enfocaron en enfrentar los desafíos de la pandemia.
En este punto, quisiera destacar la labor de los profesores universitarios de todo el mundo y, en especial de la PUCV, quienes combinaron su pasión por enseñar, investigar, descubrir y generar nuevo conocimiento. En estos años complejos, continuaron formando a sus estudiantes de la misma forma que un artista da vida a sus esculturas, con dedicación y prolijidad, pero ahora exigidos por el tiempo y la urgencia de ver como a diario la pandemia desintegraba a muchas familias en todo el mundo, poniendo a prueba a la investigación científica.
Fue así como en tiempo récord, el conocimiento generado en diversos centros de investigación de todo el mundo, permitió generar las vacunas que nos posibilitaron hacer frente al covid-19. Sin embargo, no podemos olvidar que en Chile y en la Región de Valparaíso también entregamos respuestas efectivas a los principales desafíos asociados a este fenómeno global que, hasta el día de hoy, nos sigue impactando.
Por todo lo expresado, soy un convencido de que pase lo que pase y sin importar cuán grande sea el desafío, las universidades chilenas y sus centros de investigación han llevado a la educación superior a un nuevo nivel y, sin duda, continuarán trabajando de manera colaborativa e interdisciplinaria para seguir generando el nivel de conocimiento que permita fomentar el respeto por el medioambiente y, de igual manera, contribuir con el desarrollo del país y con el bienestar de todos los ciudadanos.
Por Joel Saavedra Alvear,
Vicerrector de Investigación y Estudios Avanzados de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso