Una vez más, como tantas otras
Hablamos todos los días del Chile que queremos construir, pero indefectiblemente terminamos recogiendo escombros. ¿Hasta cuándo? Será la historia la que juzgue, como ya lo ha hecho en el pasado, el rol que cumplieron los dirigentes políticos y las autoridades designadas en este pandemonio.
Cuando deberíamos estar hablando de la gratificante noticia de que la Convención Constitucional abrió ayer el debate definitivo para iniciar la redacción de la nueva Constitución -avalada en un concurrido plebiscito por el 80% de la población-, lamentablemente terminamos hoy catastrando locales comerciales y espacios públicos saqueados y vandalizados, tras una nueva y aborrecible jornada de violencia, cobardía y destrucción en Valparaíso, Viña del Mar, Marga Marga, San Antonio, San Felipe y Los Andes, entre otras golpeadas localidades.
Lo más preocupante, más allá de la consabida relativización de tales actos, es el nuevo discurso instalado desde el corazón de la Convención respecto de que fue precisamente la violencia de hace dos años la semilla del proceso de transformación que hoy vive el país, lo que da argumento para creer que seguir insistiendo en ella por parte de grupos minoritarios es el único camino a la recuperación total de un país que solo les pertenecería a ellos.
En el camino queda la gente de a pie, los pequeños comerciantes y la población de más escasos recursos, que terminan siendo los más afectados por la devastación, el salvajismo y otros efectos secundarios de decisiones populistas, como han sido los tres retiros del 10% de los fondos de pensiones y, con toda seguridad, un cuarto en el corto plazo, los que derivaron en una manifiesta inflación y un alza de las tasas de interés como no se había visto desde el año 2001.
Será la historia la que juzgue, como ya lo ha hecho en el pasado, el rol que cumplieron los dirigentes políticos y las autoridades designadas en este pandemonio. ¿Qué dirá entonces del lamentable rol de los alcaldes de las grandes ciudades? ¿A qué remitirá la aguachenta función cumplida por el exintendente y hoy delegado presidencial? ¿Qué papel tendrá el Gobierno? ¿De qué forma serán enjuiciados los parlamentarios, que de forma tan cómoda entregan sus ligeras opiniones por Twitter desde sus residencias en la capital u otra Región? ¿Habrá, acaso, un mea culpa de los medios de comunicación y de cómo el periodismo militante terminó por vociferar aún más que los propios manifestantes, con los matinales, diarios y radios convertidos en tribunales populares?
A un mes de las elecciones más trascendentes del último tiempo ("copernicanas" o de "un salto cuántico", como dice siúticamente un senador), el candidato del Frente Amplio, Gabriel Boric, lidera las encuestas y las apuestas, con el republicano José Antonio Kast encumbrándose -en teoría- hasta una segunda vuelta. Si algo salva al primero es -a diferencia de sus aliados del PC o su examigo Sharp- que se la jugó por el Acuerdo de Paz del 15 de noviembre de 2019, el que posibilitó una salida institucional por la vía convencional. Si algo salva al segundo, eso debiera ser que no se avergüenza de su posición política y promete tener más decisión que el actual Presidente de la República para combatir la corrupción y la violencia.