El Gobierno optó por botar Valparaíso
La conocida estrategia de patear los conflictos y desentenderse cuando estallan, terminó exponiendo a la Armada a hechos muy graves. Como ocurrió con el violento y dilatado conflicto de los eventuales en 2018 y la devastación del Puerto para el estallido social de 2019, el Gobierno optó por abandonar a Valparaíso.
Corría la segunda quincena del mes de noviembre del año 2013 y la EPV se felicitaba por el acuerdo con el último de los sindicatos de la Caleta Sudamericana, cuyos casi 500 pescadores artesanales serían indemnizados y relocalizados ante la pronta puesta en marcha del nuevo concesionario del Terminal Dos.
Así, con la firma del gerente general Harald Jaeger y del presidente del Sindicato de Trabajadores Independientes del Muelle de la Sudamericana (Sitimus), Marco Antonio Salinas, se daba por cerrado el conflicto con los trabajadores, agrupados en la mencionada asociación, además de Apeval, Sipelanch, Sipsa y De Ribera.
La solución contemplaba compensaciones, planes de apoyo y relocalización (compromisos todos cumplidos por la estatal portuaria) y, prometido por el Gobierno, un sitio de atraque propio, la famosa caleta, en un plazo de ocho años que ni Piñera ni Bachelet, ni nuevamente Piñera cumplirían.
Durante años fue un conflicto latente del cual nadie se hizo cargo. Ante la inminencia de la finalización del contrato de arriendo en El Manzano, Quintero, el pasado 2 de agosto, 273 pescadores se manifestaron en la EPV, asesorados por Enrique Kittsteiner, exjefe de gabinete del intendente Raúl Celis y condenado por fraude al Fisco, cuya pena fue prescrita tras darse a la fuga y permanecer en la clandestinidad durante cinco años.
Entonces comenzaron las demandas por nuevas indemnizaciones (desde los más de $30 mil millones a los $7 mil millones de ayer). De esta manera, y de forma más que anunciada, este miércoles navegaron hasta el Muelle Prat, en las cercanías del sitio que ocupaban hasta fines de aquel hoy lejano 2013, y procedieron a dar un ultimátum al Gobierno, el cual volvió a ser desoído por el delegado presidencial Jorge Martínez y la subsecretaria de Pesca, Alicia Gallardo.
Como no era difícil de prever, los manifestantes levantaron barricadas en la avenida Errázuriz y provocaron incidentes dentro del sitio 1 de TPS, intentaron largar las espías de un carguero, agredieron a los marinos y los atacaron con bencina, pintura y acelerantes, lo que derivó en un duro enfrentamiento con la policía marítima, que utilizó balines de goma para evitar daños mayores en el sitio de atraque. Es decir, se expuso gratuitamente a la Armada a un conflicto con pescadores que pudo traerle nefastas consecuencias a los uniformados, las cuales -como ya sabemos todos- de producirse, finalmente quedarán a la deriva sin abogados, apoyo político, ni perro que les ladre.
La violencia portuaria solo trae más descrédito a Valparaíso, su imagen ciudad, el comercio exterior y los ya cada vez más lejanos cruceros turísticos de antaño. Solo falta que se vayan los buques.
Como corolario, ante tamaña incapacidad política por parte de Martínez y Gallardo, asomó el gobernador regional Rodrigo Mundaca, quien llamó a parar la represión y facilitó una mesa de trabajo. Ayer los pescadores concurrieron a la Municipalidad de Valparaíso para reunirse con Jorge Sharp, uno que no dejó pasar la oportunidad. En resumidas cuentas, y como ocurrió con el violento y dilatado conflicto de los eventuales en diciembre de 2018 y la devastación del Puerto para el estallido social durante octubre y noviembre de 2019, el Gobierno optó por botar Valparaíso. Una vez más.