La micro no chocó: la tiraron por la quebrada
Hasta principios de la semana pasada, los wanderinos mantenían una pequeña ilusión de salvarse del descenso. Mientras las matemáticas dieran, había que seguir hasta el final o "hasta que la micro chocara" como había declarado Ronnie Fernández hace varias fechas, empecinado en oxigenar a un equipo que parecía muerto.
Sin embargo, todo se derrumbó cuando, a través de las redes sociales, el club anunció un cambio de chofer: Emiliano Astorga era cesado en el cargo y en su reemplazo asumía Moisés Villarroel. Cuando la mayoría no se recuperaba del primer impacto, llegó un nuevo golpe sin que apenas la micro empezara su recorrido: "Villita" dejaba la banca luego de tres horas y su puesto era ocupado por Jorge "Peineta" Garcés.
La historia detrás del cambio es por la mayoría conocida: luego de la derrota contra Colo Colo, los Sánchez perdieron la esperanza y empezaron a sacar cuentas para el 2022. Algunos números no daban. Si Sebastián Ubilla jugaba contra Curicó, su contrato se renovaba de forma automática, lo que implicaba dos opciones: pagarle un sueldo millonario en Primera B o finiquitarlo por una suma que sería cercana a los $50 millones. Por lo tanto, había que bajarlo de la micro, a pesar del perjuicio deportivo y ético que esto implicaba.
Todo indica que Villarroel conocía estas condiciones, pero una cosa es conversarlo en la tranquilidad de la parcela de don Reinaldo en La Cruz y otra decírselos a sus excompañeros en el camarín, mirándolos a la cara, con su hijo Martín como parte del plantel.
Cuando el exdirigente microbusero supo que Villarroel no estaba dispuesto a cumplir el compromiso, ardió Troya. Como en los viejos tiempos, Sánchez le prometió las penas del infierno a quien fuera un aguerrido mediocampista, lo cesó del cargo y sacó del retiro a un director técnico que vive del recuerdo del título del 2001.
Más allá del problema interno que tiene el club, la decisión de los Sánchez resulta doblemente grave. La primera tiene que ver con Ubilla. ¿Se imagina usted que la renovación de su contrato dependa de que vaya a trabajar el próximo lunes, pero su jefe se lo impida? Lo que quisieron hacer con el "Conejo", más allá del gusto futbolístico, es gravísimo, un atentado a los derechos del trabajador. Por lo demás, las condiciones pactadas no son sólo de su responsabilidad, sino de quien hizo o calculó su contrato -léase Rafael González.
Por otro lado, lo que ocasionaron los Sánchez con esta medida fue arruinar el campeonato al renunciar a presentar un equipo competitivo contra Curicó. Les dio lo mismo que hubiera otros clubes; y, peor aún, les dio lo mismo tirar la micro por la quebrada.
Las máximas autoridades del club daban así un mensaje totalmente opuesto al que había generado el gran Ronnie en la segunda rueda.
La llegada de las sociedades anónimas al fútbol se suponía -así lo creíamos algunos- que iba a poner fin a este tipo de prácticas poco profesionales que tanto daño le habían hecho al balompié en Chile. Sin embargo, lo único que cambió fue la figura legal. El fútbol parece seguir siendo turbio, con caudillismos arbitrarios, intereses extrafutbolísticos, prácticas hechas en la oscuridad y donde los socios "no tienen pito que tocar". Así termina esta historia, con el equipo otra vez en la B, con el esfuerzo vano de algunos de sus jugadores, con otros llorando lo que no supieron defender en la cancha y con Reinaldo Sánchez respirando aliviado desde su parcela. No solo se habría ahorrado el contrato de Ubilla, sino que, además, el premio por mantener la categoría.
por winston