Manual de (in) tolerancia
Cada vez que hoy vemos lo que fue el Muro de Berlín y la división de toda una comunidad, en lo personal me estremece pensar cómo habrá sido vivir esa situación. Los de un lado, Occidente, viendo cómo eran perseguidos los que querían cruzar la barrera; y los del otro, la Alemania Oriental, certificando que había una vida más libre a la que acceder precisamente más allá del muro. Afortunadamente, un día de octubre de 1989 cayó y para siempre, no solo el murallón, sino que todo lo que conllevaba en materia de libertades y derechos conculcados.
La obra que ilustra esta crónica es una de las tantas que encontraron por años en el muro el espacio idóneo para pintarlas. Hubo en él una suerte de galería de arte al aire libre, evocadora de los derechos humanos y las libertades individuales, aspectos que hoy parecen confinados y muchas veces cooptados por un grupo, cuya superioridad moral los hace sentirse propietarios únicos.
Afortunadamente, aquel muro ya no existe y junto a su desaparición también están las de muchas familias fracturadas por la separación, amistades perdidas y vidas truncadas. Lástima que aún queden muchos muros ideológicos cuya demolición aún no se vislumbra y seguimos viviendo y sintiendo sus lamentables efectos.
Hay una expresión popular que me gusta mucho: "Moros y cristianos", que viene de la España ocupada por los árabes en el siglo XV, y que se usa en nuestros días, para señalar que no hay división en algo, que todos se pueden poner de acuerdo, que comparten la confianza, aunque no piensen ni crean igual. Creo que aquí se evidencia la tolerancia a la opinión y la convicción distinta. Ello en sí mismo me parece un bien superior.
Con mucho pesar he visto cómo en las últimas semanas se han visto suspendidas o canceladas importantes actividades culturales, a mi juicio por falta de tolerancia. No se ha querido poner el bien superior de la cultura y el acceso a ella por delante de legítimas diferencias o aprensiones, pero que al ser de carácter personal no deben anteponerse a la responsabilidad y la dignidad del cargo. Me cuesta entender que, aduciendo razones de carácter político, como es el conflicto de Medio Oriente, se le niegue a Viña del Mar el recibir una actividad tan virtuosa como es el Festival Puerto de Ideas. Nadie en Viña, por lo menos así lo percibo yo, está de acuerdo con ese conflicto, y es más, creo que todos anhelamos una pronta y buena solución para ambos pueblos, en cuyos descendientes que residen acá tenemos grandes amigos y todas son buenas personas. Pero me parece que la censura no ayuda a la solución. Ojalá de aquí en adelante se medite más antes de tomar una decisión de esta naturaleza.
El mundo ha vivido demasiados episodios de censura y falta de tolerancia, pero es increíble cómo lo seguimos repitiendo, como es de cierto aquello de que "el hombre es el único animal que topa dos veces con la misma piedra".
¿Pueden eventos como Teatro a Mil o Puerto de Ideas ser rechazados para una ciudad o comuna, simplemente porque una autoridad se opone? ¿Es ello responsable, legítimo? Lo pregunto con todo respeto, pero también con toda energía, porque la cultura es un bien superior y es un derecho esencial. La trayectoria, seriedad y compromiso de estos festivales, como de tantos otros, no merecen ser puestos en tela de juicio ni mucho menos ser sometidos a un arbitrario ejercicio de la autoridad.
De verdad, espero que no volvamos a saber de este tipo de episodios nunca más, creo que no hacen bien a nadie, no aportan en nada y solo nos privan de buenos momentos, de esos que tanta falta nos hacen. Hoy, más que nunca, la sociedad chilena en su conjunto debe ser capaz de ejercer sin titubeos la tolerancia a la diferencia, al pensar distinto, al creer diferente, al derecho a disentir, pero a ser respetado siempre, eso es fundamental. Y si no lo alcanzamos pronto, el devenir de Chile será muy complejo.
En unas semanas más sabremos quién guiará los destinos del país por los próximos años. Espero que quien sea tenga dentro de su ADN la tolerancia y el respeto como máximas insoslayables, sea cual sea la circunstancia.
Espero confiado en la Providencia en la que yo creo (respetando al que no lo comparte), que Chile sea capaz nuevamente de volver al saludable camino de la convivencia pacífica. No se trata ni por un segundo de olvidar los problemas ni las diferencias, se trata de buscar solución, de aportar, no de restar.
Con tolerancia, con respeto, con unidad, ganamos todos y ganamos más; sin ellas perdemos todos y todo. No hay que ser un iluminado para darse cuenta sobre cuál es el mejor camino. Lo digo con toda humildad.
por rafael torres arredondo,
gestor cultural