Visto bueno oficial para los ambulantes
La mirada ausente de la autoridad ante la proliferación de los vendedores ilegales acelera la decadencia de nuestras ciudades. Las ventas ilegales siguen en aumento, con daño al comercio y a las ciudades en general, afectando la calidad de vida de los residentes y alejando a visitantes.
Son verdaderas tomas urbanas. Es la ocupación ilegal que hacen de las calles de Valparaíso los comerciantes ambulantes, que de poner un paño sobre las veredas para mostrar sus mercaderías han pasado a la instalación de toldos y estructuras de madera permanentes. La presencia de estas instalaciones ilegales se convierte en las noches en una suerte de viviendas para los propios vendedores y también para personas en situación de calle.
Esta triste realidad de las calles céntricas deja indefensos a los comerciantes establecidos y vecinos, y también significa un problema sanitario por los desperdicios que los ocupantes ilegales abandonan junto a los lugares que ocupan.
Se reitera, una vez más, que estas ventas ilegales significan daño y competencia para el comercio establecido que tributa, paga arriendos, servicios y personal.
El presidente de la agrupación Comercio Unido de Valparaíso, Héctor Arancibia, acusa que estos ilegales "se apropiaron de todas las veredas con el beneplácito del municipio, que no hace absolutamente nada mientras se toman los terrenos. Solo pedimos la regulación y el estricto control… queremos que se cumpla lo establecido en la ordenanza actual que fue modificada por Sharp". Y, decepcionado, afirma que "vemos que todos hacen vista gorda… el comercio ilegal se ha tomado las calles por completo".
José Pakomio, presidente de la Cámara Regional de Comercio de Valparaíso, denuncia que el problema está afectando no solo a Valparaíso, sino que también a Viña del Mar.
Muchas explicaciones, algunas generosas, se podrían dar para la proliferación de este comercio, pero se puede afirmar con seguridad que tras esas ventas hay una lucrativa línea de abastecimiento que debe ser investigada hasta llegar a sus orígenes. Es posible que ese comercio ilegal sea un canal para la venta de mercaderías robadas, sin descartar la lucrativa presencia de drogas.
El problema no es nuevo; esporádicamente se ha tratado de combatir, sin grandes resultados. Pero ahora arrecia ante la mirada ausente de autoridades que temen los efectos electorales de una acción decidida.
Ante esa posición que se refleja en los hechos, las ventas ilegales siguen en aumento, con daño al comercio y a las ciudades en general, afectando la calidad de vida de los residentes y alejando a visitantes de los centros tradicionales. Así vemos como pierden prestancia la porteña avenida Pedro Montt, la calle Valparaíso y la plaza Sucre en Viña del Mar.
Las ciudades se degradan y baja el interés por invertir, estimulando, de hecho, centros comerciales cerrados donde no hay espacio para el pequeño empresario tradicional, parte importante del tejido económico y social de nuestras ciudades. Este "visto bueno" oficial al comercio ilegal está acelerando la decadencia de Valparaíso y de parte del centro de Viña del Mar.