En medio de la actividad que organizó la Universidad de Valparaíso en conjunto con el Congreso del Futuro del Senado, liderado por el senador Guido Girardi, realizado el viernes pasado, que congregó a un buen número de asistentes, era comentario obligado lo de los rostros ausentes de la actividad.

En los puntos que dispensaban café, galletas y bocadillos, de la ex Facultad de Medicina de la Universidad de Valparaíso, en calle Hontaneda, mirando la triste morgue, los asistentes se preguntaban por la no presencia de muchos.

Se esperaba una propuesta contundente del alcalde Jorge Sharp sobre el desafío de pensar Valparaíso. En vista de aquello, el magallánico llegó muy puntual acompañado por Paulo Gómez, quien siempre estuvo mapeando la situación. El único concejal de Valparaíso presente fue Daniel Morales, quien no es precisamente un aliado de Sharp, pero se extrañaron los rostros de los cercanos al jefe comunal, que siempre lo acompañan en sus actividades y hasta los puntos de prensa. Una consejera regional presente llegó a decir: "Justo el día en el que Jorge debe presentar su propuesta de futuro de la ciudad, llega solo y sin respaldo". En su favor, los concejales consultados por su notoria ausencia esgrimieron que no habían sido convocados.

Otros invisibles fueron los miembros del Consejo Regional: solamente se vio a las consejera Nataly Campusano y Tania Valenzuela arropando al gobernador Rodrigo Mundaca, quien venía llegando muy apurado, pues procedía desde el aeropuerto después de haber participado en el congreso de gobernadores regionales. Dentro de los rostros más extrañados estaban el de Manuel Millones, Percy Marín, Manuel Murillo y Roy Crichton, todos reelectos y es un secreto a voces que entre estos cuatro nombres tienen la amplia mayoría del Core para todas las comisiones y acuerdos del pleno. Difícil tarea para el gobernador Mundaca, que tendrá que lidiar con este cuarteto feroz, no por nada bautizados como "los cuatro jinetes del apocalipsis". Al ser consultados varios consejeros, dicen que tampoco se les cursó invitación.

Pero si usted pensaba que el pelambre de ese día terminaba ahí, se equivoca, debido a que ninguna autoridad del Gobierno fue invitada, salvo la seremi de Ciencias, María José Escobar, que concurrió a la actividad teniendo un destacado rol. Pero la pregunta era obvia: ¿Por qué no estaba el delegado presidencial Jorge Martínez? Al preguntarles a los miembros de las secretarias ministeriales de la región comentan que tampoco fueron invitados. Aunque para ser justos algunos tampoco hubieran asistido, como por ejemplo José Tomás Bartolucci, quien a esa misma hora estaba en Santiago despidiéndose de su entonces jefe, el ministro Hernán Larraín, a quien aprovechó de agradecer y contarle que desde Zapallar podrá ejercer con mayor relajo su nueva función.

Debo detenerme en la única miembro del gabinete regional que asistió, ya que María José Escobar es ingeniera civil electrónica y Magíster en Ingeniería Electrónica de la Universidad Técnica Federico Santa María (UTFSM), y su fuerte vinculación académica con su casa de estudios la ha llevado a ser un nombre que suena con fuerza cada vez más para ser candidata a rectora y así reemplazar a Darcy Fuenzalida, quien termina su periodo en los próximos meses.

Tampoco estuvo presente el derrotado Marco Brauchy, que después de la paliza electoral como candidato a diputado y de haber sido defenestrado de la Cámara de Comercio y Turismo de Valparaíso, no se le ha visto en ninguna parte, aunque se comenta que está muy molesto con Jorge Sharp, por no apoyarlo en su aventura electoral y sí apoyar a Alejandro Escobar. Como si eso sirviera de algo, ya que Escobar con todo el apoyo del alcalde solo obtuvo 3.156 votos, con el 0,88%.

Otra clara ausencia fue la del rector de la PUCV, Claudio Elórtegui, subrogado por Gianni Rivera, y de algún representante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, la cual se extrañó muchísimo, ya que pensar el futuro de Valparaíso sin actores destacados en toda su historia como los voluntarios, no es lo mismo.

No actuaron hoy...

Es una gélida noche del invierno de 1790 en Tubinga. En un pequeño cuarto de la Abadía de la ciudad se congregan frente al fuego de una precaria chimenea, provistos de sencillos atuendos, tres jóvenes alemanes que años más tarde incidirán decisivamente en el decurso de la poesía, la filosofía y la historia: Hegel, Schelling y Hölderlin. El tema de discusión, a veces febril y acalorado, es -como no- la libertad. Solo un año antes ha tenido lugar la revolución francesa y se conmemoran catorce desde la emancipación de las trece colonias norteamericanas. Todavía no se vislumbra en el paisaje europeo el fantasma del comunismo que, según las proféticas palabras de Marx, habrá de recorrer Europa para dar vuelta el tablero y cambiarlo todo.

Hay que hablar más de los poetas y menos de los políticos. Esa parece ser la consigna de Heidegger en su libro "Hölderlin y la esencia de la poesía" (1936), en el cual recorre en cinco sentencias la condición cuasi divina del arte poética, donde el lenguaje y la experimentación quedan subordinados a "lo que queda", que es instaurado por los poetas. Pleno de méritos, dice Hölderlin, pero es poéticamente como habita el hombre esta tierra. ¿Por qué Hölderlin y no Dante, Heine, Goethe o Rilke? Porque es Hölderlin quien detiene el tiempo e inicia la Historia: "Los poetas echan los fundamentos de lo permanente". El arkhé griego, el principio es la fundación del Ser por el lenguaje, el más inofensivo y peligroso de los dones con que los dioses han prodigado al ser humano. Como se sostiene en la Biblia (y antes Heráclito con el logos) al principio era el verbo, y el verbo era con Dios, y el verbo era Dios (Juan 1,1).

Hölderlin no fue un activista político radical, pero sí un detractor de toda forma de violencia. Su supuesto coqueteo con el jacobinismo alemán en ningún caso defiende el terror de Robespierre, sino el diálogo con las élites del antiguo régimen, a fin de instaurar una monarquía constitucional reformada acorde con los principios esenciales de la revolución francesa. La libertad para Hölderlin es intransable. Es el arkhé revolucionario y el fundamento de "lo que queda" en el mundo, esto es, de la política.

La lección es que resulta fútil asaltar el cielo, porque no son los dioses quienes deciden la suerte del hombre. Sin embargo, el corazón del poeta oscila entre la esperanza y el escepticismo sobre la capacidad democrática de la sociedad alemana y, por extensión, de todas las sociedades. ¿Es posible reconstruir la democracia? Y en la afirmativa, ¿sobre qué bases? No puede ser un asalto -violento por definición- sino una transición en paz para reformar. La violencia pervierte el ideal democrático de libertad y justicia social.

Hay que hablar más de los poetas y menos de los políticos. Estos últimos, si no condenan la violencia cualquiera sea su origen, terminan por corromper el valor de la democracia y al final del día destruyen los fundamentos de la sociedad.