RELOJ DE ARENA Una movida monumental
Bien movida es la historia de las estatuas y monumentos en Valparaíso. Recién se acaba de salvar la maltratada Solidaridad de la avenida Argentina, que en algún momento, convertida en chatarra, iba a ser vendida al kilo, todo ello en medio de un quilombo municipal.
Buena cosa, pues había que rescatarla ya que se trata de una obra de arte de un destacado artista y forma parte del patrimonio de la ciudad, pues se debe entender que el patrimonio no son solo cachureos y vejestorios. El patrimonio también se va creando con el paso del tiempo y de acuerdo al desarrollo de la cultura.
Hace poco también se logró el rescate de La República, hablamos de una estatua que se ubicaba en el borde costero porteño, no de la República de Chile, que en uno de estos entusiasmos constitucionales le cambian nombre. Pero esa es otra historia.
La República, sin que nadie se diera cuenta, fue robada y apareció formando parte de la colección de un aficionado a las antigüedades, personajes a veces peligrosos que convierten la cultura personal en delito. Un porteño advertido siguió la pista y la estatua volvió a su pedestal. Hacen falta más porteños advertidos.
Volviendo a la Solidaridad de la avenida Argentina, hay que recordar que es la obra del escultor Mario Irarrázabal, ganadora de un concurso de Codelco. Los irreverentes, nunca faltan, la motejaron como un monumento a los chunchules. El cercano monumento a Juan Bautista Alberdi fue calificado como abridor de botellas. En ambos casos se deben reconocer similitudes y los humoristas populares son acertados y son gratis. Mucho peor son aquellos iconoclastas que destruyen iglesias y monumentos.
Busto multipropósito
Pero la irreverencia aparece en un rumor que, afirman, es cierto. La desaparecida Empresa Municipal de Desagües de Valparaíso y Viña del Mar, sucesora de una firma inglesa con sede en Londres, compatibilizaba su necesaria pero maloliente actividad con la fabricación de postes de alumbrado, mobiliario urbano y también con bustos de algunos próceres, entre ellos O'Higgins y Prat. Dicen esos irreverentes que el molde para los bustos de bronce era el mismo, solamente que al del Héroe de Iquique se le sacaba la barba y aparecía el Padre de la Patria. Las plazas de todo Chile lucen esos patrióticos bustos multipropósito.
A veces se exagera el cuidado de algunos monumentos, como ocurrió en Melipilla cuando al prócer local Ignacio Serrano, para protegerlo del paso del tiempo, le pintaron con esmalte ojitos verdes y mejillas rosaditas reflejo de buena salud.
El monumento más antiguo de Valparaíso es el dedicado a Lord Cochrane, que fue inaugurado el 12 de septiembre de 1873 en la Plaza de la Intendencia, en un masivo acto encabezado por el Presidente de la República Federico Errázuriz. Se mantuvo allí hasta 1895, en que aparecía una sobrecarga de historia en un mismo espacio. En 1888 había llegado el monumento y cripta de los Héroes de Iquique.
Así, My Lord viajó a su actual ubicación en la avenida Brasil, mirando hacia El Almendral. Posteriormente, lo viraron y quedó con vista hacia el sector Puerto. Su marco actual, obelisco y proa de un navío, fueron instalados en 1920. Con ocasión de la visita a Valparaíso del Duque de Windsor se modifica el pedestal. Una nueva remodelación, pileta y chorros de agua, llega el año 2000. Los irreverentes lavadores de autos descubrieron allí una fuente de abastecimiento de agua…
Con rigor histórico, el primer monumento porteño es la fuente de la Plaza Victoria instalada cerca de 1865. Es de hierro bronceado y presenta tres figuras femeninas desnudas y un varón. Fue financiada por los vecinos y la municipalidad que, además, aportó dos mil pesos para la estatua de Cochrane. Escribe Santos Tornero en Chile Ilustrado que la "poética desnudez" de esas figuras "alarmaron un tanto el reconocido recato de algunas damas vecinas de la plaza".
¡Que no las miren los niños!, debe haber sido la advertencia de esas buenas madres de familia al salir de la misa de la Iglesia del Espíritu Santo.
Mala suerte ha tenido en Valparaíso el Padre de la Patria, Bernardo O'Higgins. Un gran grupo escultórico en la plaza que lleva su nombre sería el homenaje de la ciudad al prócer. El arquitecto Alfredo Silva hizo el proyecto, la obra misma quedó a cargo del destacado escultor chileno Aliro Pereira, que dedicó años al trabajo. La fundición se inició en Viña del Mar en los talleres de Figueroa y González. Pero al parecer los fondos se terminaron y solo se llegó a la figura central, O'Higgins en su caballo despidiendo a la Escuadra Libertadora. La escultura de bronce, muy bien lograda, se ubica sobre un conjunto de piedras y fue inaugurada en 1965. El artista falleció en 1964 arruinado, dicen, debido a que no se le cancelaba lo que invertía en la obra que nunca se completó. Por ahí deben andar los bocetos del hermoso proyecto completo.
El bombero viajero
La incertidumbre propia de los monumentos porteños alcanza también a los bomberos, que tienen un más que merecido monumento. Actualmente se ubica en la esquina de la avenida Brasil con calle Freire, frente a donde el 1 de enero de 1953 perecieron 36 voluntarios que combatían un incendio que tras las llamas ocultaba un depósito de explosivos que detonó sembrando la muerte.
Inicialmente, el monumento de fierro fundido, fabricado en Francia posiblemente en 1865, coronaba el mausoleo de la Tercera Compañía de Bomberos situado en el entonces Cementerio Católico, hoy Cementerio Uno. De allí fue trasladado al plan, al lugar de la Pérgola de las Flores, encuentro de las calles Cumming y Almirante Montt. Luego fue llevado a la Plaza Blanco Encalada, extremo de la avenida Brasil, pero como ahí se instaló el monumento justamente a Blanco Encalada, nuestro bombero fue trasladado a un costado del Parque Italia y desde allí viajó a su actual ubicación. Dado el lugar y el sacrificio allí ocurrido, es posible que ahí se mantenga y sea respetado por esos malvados que se han apoderan de los espacios públicos.
Y la lista de movidas de los monumentos porteños se podría alargar, pero pensamos que falta por ahí una efigie en homenaje al Candidato Desconocido, a ese señor o a esa dama que, inspirados en el servicio público, se lanzan, como kamikazes, en una carrera electoral sin destino. Ilusionados, creen en la victoria, gastan tiempo y dinero. No se dan cuenta que solo son comparsa en la farándula política y lo que al final del día hacen es acarrear votos para aquel profeta de turno.