Lecciones de un año infartante
"A estas alturas, Yolanda Sultana debe estar con más trabajo que nunca. Sobre todo, porque en la vida política nacional, los próximos dos años estarán llenos de decisiones, que tendrán al país en un estado de nerviosismo digno de la mejor película de suspenso". Con esas palabras, esta humilde columnista despedía el 2019 y daba la bienvenida a los desafíos que se venían para 2020 y 2021.
Pero ni aunque hubiera sido pitonisa, habría podido prever el tsunami que se avecinaba. En ese momento, Chile figuraba en pleno estallido social y se advertía que las definiciones políticas que vendrían iban a estar marcadas por el nuevo Chile y las demandas ciudadanas. Pero jamás habría imaginado todo lo que el futuro depararía.
#Pandemia. A fines de 2019, la Covid-19 era concepto lejano, un nuevo virus circunscrito a China y no era tema de conversación por estas latitudes, salvo en noticias internacionales. Mucho menos se pensaba que podría convertirse en el centro neurálgico y la política pública más relevante de la segunda mitad del gobierno de Sebastián Piñera y que significaría un cambio en 180 grados del modo de vida que conocíamos.
En esas condiciones, el 2021 llegó fundamentalmente cargado de deseos tendientes a recuperar nuestra libertad -dejando atrás la pesadilla de las cuarentenas-, el que al menos en la primera mitad del año no se cumplió. Pero, ahora que caminamos derechamente al 2022, pareciera ser que el virus está, si no en retirada, al menos más "domesticado". Espero no tener que comerme estas palabras en algunos meses más y que el proceso para transformar al bicho -en palabras del exministro Jaime Mañalich- en "buena persona" continúe su senda.
#La jubilación de la clase política tradicional. Sabíamos que este 2021 vendría cargado a las ofertas electorales, pero en la realidad, el año fue estresante y confuso en esta materia. Y es que la misma pandemia obligó a que varias de las votaciones sufrieran cambios en sus fechas y eso hizo que el panorama para estos 365 días fuera agotador.
Ocho elecciones en apenas ocho meses. Tuvimos que elegir desde alcaldes hasta Presidente de la República, en dos vueltas, pasando por los nunca bien comprendidos consejeros regionales, los constituyentes y los gobernadores, que por primera vez se elegían, aunque no sabíamos muy bien qué iban a poder hacer. Todos estos procesos estuvieron llenos de sorpresas y terminaron cambiando el mapa político al que estábamos acostumbrados desde 1990. Este 2021 quedará plasmado en los libros de historia como el año en que la transición acabó y las nuevas generaciones se hicieron del poder, jubilando a muchos.
Así, comenzamos este año infartante en lo electoral, en mayo, con los jefes comunales, gobernadores y convencionales. En gran parte de Chile y ciertamente en nuestra región, el Frente Amplio y los independientes que venían de movimientos sociales, dieron golpe a la cátedra y enviaron a los partidos tradicionales para la casa. La derecha tuvo ahí un primer semáforo en rojo: su representación cayó a la mitad.
La Convención Constituyente se instaló a comienzos de julio, repleto de representantes de grupos ciudadanos organizados de manera independiente, incluidos la Tía Pikachu y el dinosaurio azul, que habían sido rostros del estallido social. También llegaron los frenteamplistas y el PC, todos los cuales le dieron una importante paliza electoral a los partidos tradicionales y en especial a la derecha. Nuevo semáforo en rojo para la coalición oficialista.
La presidencial marcó nuevamente un hito histórico. Primero, porque ya en las primarias las encuestas y el ambiente electoral, en buen chileno, no le "achuntaron a ni una" y pese a que los sondeos juraban que los electos serían el PC Daniel Jadue y el UDI Joaquín Lavín, quienes terminaron pasando a la papeleta fueron el frenteamplista Gabriel Boric y el republicano José Antonio Kast. Nuevo golpe a la cátedra a los partidos tradicionales.
La primera vuelta también desayunó hasta a los más políticos. Si los sondeos afirmaban que Boric pasaría al balotaje junto a Kast y adelantaban los paupérrimos resultados que obtendría el centro político, muy pocos fueron capaces de predecir que sería el republicano el que llevaría la delantera. Y desde ahí, la sorpresa vino de la mano del frenteamplista, que logró sacarle más de 10 puntos de ventaja en la segunda jornada. No solo eso: fue la elección con más participación desde que se instauró el voto voluntario en 2012 y Boric será el mandatario electo con la mayor cantidad de votos en la historia. Háganse esa.
#Despedida. Este año también fue el último de Sebastián Piñera en La Moneda, pues en marzo deberá entregar la banda presidencial precisamente a Gabriel Boric. Un 2021 complejo por la lucha contra el coronavirus y la constante pugna entre las medidas de protección y la necesidad de reactivar la economía. Esa pugna lo penará para siempre y el equilibrio se vino a lograr solo en este segundo semestre, en el que -gracias a la apuesta por la vacunación- las cifras de contagios comenzaron a declinar y las económicas a tomar fuerza.
No obstante, Piñera dejará un país en aprietos monetarios y además será recordado por su incapacidad para encabezar un proyecto de largo aliento y entregar la banda presidencial a su propia coalición. Por el contrario, termina adjudicándosela precisamente a quienes lideraron el estallido en contra de su gobierno. Y, una vez más, deja a una derecha fragmentada y fuertemente golpeada electoralmente.
De que fue un año infartante, no queda duda. De que estuvo lleno de sorpresas, tampoco. Y como estamos en época de saludos navideños y esperanzas para el nuevo año, aquí vienen mis deseos: que el 2022 venga un poco más tranquilo, sin plagas bíblicas; con un gobierno de Gabriel Boric que logre llevar a cabo los cambios sin grandes traumas ni tropiezos, y con una convención que pueda sacar lo mejor de todos quienes la componen para finalizar con un texto constitucional hecho en democracia y respetuoso de todos quienes componen esta larga y angosta franja de tierra. 2
Que el 2022 venga un poco más tranquilo, sin plagas bíblicas; con un gobierno que logre llevar a cabo los cambios sin grandes traumas ni tropiezos, y con una convención que pueda sacar lo mejor de todos quienes la componen para finalizar con un texto constitucional hecho en democracia y respetuoso
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