En resumen
La periodista Sandra Bustos publicó hace unos días el poemario "El paisaje es un espejo" (Cástor y Pólux). También ha sido dramaturga y dirigió el espectáculo de burlesque "Espléndidas Cabaret". Fue becaria en el taller de escritura de Pablo Simonetti.
Ese milagro llamado Diego Maradona
Netflix estrenó "Fue la mano de Dios", ejercicio de nostalgia ambientado en el Nápoles de los años 80, cuando el futbolista argentino se transformó en ídolo de multitudes.
Familias numerosas, almuerzos, diálogos cruzados, la vida cotidiana en Nápoles. "Fue la mano de Dios", la nueva película de Paolo Sorrentino, disponible en Netflix, comienza como una comedia costumbrista ambientada en los años 80 que, iluminada por el fantasma de Federico Fellini, no le tiene miedo al ruido, las exageraciones ni la extravagancia. Al centro de todo está Fabietto Schisa (Filippo Scotti), un adolescente en fase de descubrimiento que adora a su padre (Toni Servillo), desea a su tía (Luisa Ranieri) y está expectante frente a la posible llegada de Diego Armando Maradona al Nápoles. Su hermano mayor, Marchino, es un aspirante a actor que acude a un casting para una película de Fellini. Cuando vuelve le cuenta a Fabietto algo que dice el maestro y que, de alguna manera, iluminará el camino para lo que viene: la realidad es vulgar; el cine es un refugio, un plano habitable.
"La grande belleza", el aclamado largometraje que Sorrentino dirigió en 2013, ya nos enfrentó a una dinámica singular: la comedia farsesca combinada con el intimismo reflexivo. "Fue la mano de Dios" sigue esa misma fórmula. Es una película que comienza ruidosa y termina silenciosa; inicia con multitudes y concluye con el personaje en una profunda soledad. El punto de quiebre es una tragedia que no revelaremos aquí para no spoilear, pero se trata de un hito en la vida del protagonista que dividirá el filme en dos partes, dos estilos contrapuestos, dos tonos. Es un hecho que funcionará como contraparte de "La mano de Dios", acaso el episodio deportivo más épico, raro y memorable de la historia del fútbol.
Sorrentino gana terreno en la segunda mitad, cuando trabaja con el dolor y el silencio. Afortunadamente, modera la ambición discursiva de "La grande belleza" o "Juventud", películas que pecan de cierta soberbia al tratar de abordar los grandes temas de la vida humana como son la muerte, el amor, la vejez, la religión (ese gesto revive por otra parte el espíritu que tenía el gran cine italiano, pero reservemos esas intenciones a los grandes maestros). Ahora ofrece un ejercicio intimista, autobiográfico en la reconstrucción de época y, especialmente, en relación a la motivación vital del personaje central. El cine puede ser una puerta de escape, una forma de construir una realidad mejor a la que vivimos y hay grandes películas que transmiten esa idea. También está la nostalgia según Fellini, la idea de que la reconstrucción del pasado y la indagación en la memoria no tiene que ser necesariamente fiel a la verdad. Los sueños y la fantasía también se pueden infiltrar en ese ejercicio. Sorrentino lo sabe y por eso filma una película que, a pesar de usar la materia prima de los recuerdos, se siente a ratos como un sueño.
Fabietto Schisa es un napolitano de 17 años, cuya vida cambia por un accidente y la llegada de Maradona a su tierra.
Por Andrés Nazarala R.
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Sobre Entrevista a Hilda Sabato
El domingo pasado se publicó en Ku una entrevista a la historiadora argentina Hilda Sabato por su libro "Repúblicas del nuevo mundo". Al final de la misma se le atribuyó erróneamente la siguiente frase: "Las clases altas chilenas, salvo excepciones, no dieron realmente capas intelectuales demasiado luminosas para el siglo XX", que no representa el pensamiento de la autora. Dicha situación se produjo por un error involuntario de transcripción de la citada entrevista.
Versos para amortiguar la realidad
1- ¿Cómo pasas al hablante lírico a través de una cámara fotográfica? - La imagen y la cámara me ayudan a amortiguar la realidad. Hay situaciones que me parecen demasiado difíciles de enfrentar, porque son muy violentas o hay demasiada belleza ahí, en los extremos. A mí me gusta estar con mi cámara porque me permite el silencio: cuando estás con tu cámara el mundo no molesta. Por eso en los poemas quise vincular lo que significa la cámara y una forma de mirar la realidad, que tampoco es la realidad, sino lo que te muestra el lente. Fragmentar: eso es lo que me llevó a la poesía.
2- Los poetas son capaces de encontrar la palabra exacta. ¿En los fotógrafos es dar con el ángulo? - En una imagen, en un fragmento, en un encuadre que tomaste, en una palabra, logras capturar mucho más que lo que está plasmado de manera obvia, la imagen es mucho más que esa imagen. Lo no dicho es más que la palabra misma. Eso es lo que tiene de interesante la poesía y que se relaciona con la fotografía. Pienso que fotografiar a otro te ubica en un espacio de poder, por eso no soporto que me saquen fotos. Soy mala retratada, porque no soporto ningún poder sobre mí, sólo el mío (ríe).
3- "El paisaje es un espejo" es una idea que viene de la literatura japonesa, donde el escenario representa el interior de los personajes. Una cosa es la realidad mediada por la cámara, pero otra es el espejo. - Hay que relacionarse con otros porque tu mirada de ti mismo está reflejada por tu exterior, por los otros. Cómo los otros me ven, o cómo yo los reflejo, lo que me dicen, lo que el paisaje me dice, lo que las situaciones me dicen van conformando mi ser: eso es lo más genuino que nos queda como humanos. También la relación con la naturaleza, con la profundidad de otra persona.
La periodista Sandra Bustos es consultora en sustentabilidad y poeta.
3 preguntas
Sandra Bustos, poeta:
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