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Gyllenhaal dirigió un corto para "Hecho en casa", proyecto creado por Pablo y Juan de Dios Larraín.
Gyllenhaal dirigió un corto para "Hecho en casa", proyecto creado por Pablo y Juan de Dios Larraín.
Paz López es crítica de arte, ensayista y profesora de teoría del arte en la Universidad Diego Portales. En "Velar la imagen. Figuras de la pietá en el arte chileno" (Mundana) escribe sobre obras de Zurita, Natalia Babarovic, Ronald Kay, Carlos Leppe y Eugenio Dittborn.
1-¿Qué te motiva a escribir de arte? -Si no es por un encargo, las razones que me llevan a escribir sobre una obra suelen ser más bien inciertas o ambiguas. Pero si tuviera que decidir algo, me inclino a pensar que me atraen las obras o imágenes que no terminan de comprender ellas mismas lo que muestran. Obras o imágenes más próximas a la experiencia que a la información, más apegadas al titubeo que a dar respuestas o hacer afirmaciones fuertes. Obras, diría, que no son ilustraciones de un problema o un discurso (por más crítico que sea) sino lugares que ponen a trastabillar nuestras pequeñas y grandes certezas.
2-¿Por qué se repite el motivo de la "pietá" en el arte chileno? -La "pietá", además de ser un motivo de larga duración en la historia del arte, es una forma radical del amor y la ternura, allí donde parece no haber mundo donde hacer pie. Se trata de obras que resisten al ocaso de los afectos, que no adhieren fácilmente a la soledad o a la indiferencia y que no se dejan tentar por la idea de que la muerte pueda ser escamoteada por la técnica y la ingeniería social. Obras, en fin, que no renuncian a la verdad del cuerpo, es decir, a la contingencia, el desperfecto, la incertidumbre, la ambigüedad y lo desconocido.
3-En las obras que elegiste, ¿cómo definirías a quién o a quiénes sostienen los cuerpos? -En general, los cuerpos desfallecientes como aquellos que los sostienen, son cuerpos desesperadamente atentos a la fragilidad. No hay cuerpos viriles. Un amigo -que leyó el libro- me decía que no se trata sólo de una reflexión sobre la tristeza del hombre, sino sobre la infinita compasión del arte por los cuerpos caídos. Me gusta pensar el arte como un cuerpo capaz de ofrecernos todavía un mundo: unos brazos que sostienen sin prometer nada, salvo la certeza de que podemos estar juntos, mientras caemos.
Paz López es doctora en filosofía con mención en estética y teoría del arte.
3 preguntas
Paz López, historiadora del arte
Juan pablo tapia
"La hija oscura" -la ópera prima de la actriz y cineasta Maggie Gyllenhaal- es un fenómeno inesperado en Netflix por estos días. Es protagonizada por la gran y multifacética Olivia Colman, un gusto que no cualquiera se puede dar. Sin embargo, sería injusto reducir los méritos a la actuación principal. Gyllenhaal -una actriz inquieta que ha esquivado la parafernalia de Hollywood para mantener un bajo perfil- logra balancear bien los planos de realidad. Además, construye climas de tensión en una película inspirada en la novela homónima de la escritora italiana Elena Ferrante y que ganó el premio a mejor guion en la última edición del Festival de Venecia.
Colman nos atrapa desde el comienzo con sus juegos de miradas y gestualidades. Interpreta a Leda, una inglesa profesora de Literatura que pasa sus días en una apacible isla griega, leyendo, descansando, recorriendo la naturaleza. Los primeros minutos del filme operan en la ambigüedad. Presentimos que algo pasará, pero no nos queda claro qué será. Hasta que la aparición de una joven mujer (Dakota Johnson) y su hija pequeña nos entregarán algunas claves.
Sus presencias arruinarán el retiro de Leda, quien se verá atrapada en un calvario propio. Colman lo expresa sin necesidad de palabras, insertando la inestabilidad emocional en un contexto donde nada debería salir mal. ¿Por qué se siente tan atraída a esa mujer? La película lo irá revelando a través de flashbacks que dan cuenta de la maternidad conflictiva de la protagonista, interpretada en su juventud por la actriz Jessie Buckley. Es un recurso visto -eso de saltar entre la realidad y las visiones interiores del personaje- que Gyllenhaal maneja con habilidad.
El desarrollo paralelo de esas dos madejas avanzará hacia la redención emocional de un filme que se atreve a abordar la maternidad desde un lugar poco narrado. Los hombres son aquí meros accesorios y parecen desconectados de las cavilaciones existenciales de los personajes femeninos. La película se atreve a hablar de algo incómodo a través de los mecanismos del cine. Las dinámicas del thriller psicológico, e incluso las del cine de terror, permiten potenciar el melodrama.
"La hija oscura" puede maridar bien con "Distancia de rescate", el largometraje de la peruana Claudia Llosa que adapta la novela homónima de la argentina Samanta Schweblin (también en Netflix). Son películas sobre la maternidad, la fragilidad de la infancia y los miedos. Obras que puedan conectar profundamente con una audiencia femenina, lejos de cualquier "ismo" y consigna prefabricada.
"La hija oscura" maneja los mecanismos del thriller psicológico para plantear una crisis de maternidad.
Por Andrés Nazarala
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