Ante la inminencia del cambio de Gobierno del próximo viernes 11 de marzo, ya muchos de los actuales funcionarios comienzan a levantar la mirada, desempolvar los currículums y echar mano a los contactos hechos durante los últimos cuatro años para proseguir sus carreras profesionales en otros sitios. Usualmente, la alternancia del poder entre las cuatro administraciones de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera generaba una suerte de "inestable estabilidad laboral", con espacios de reciclaje de empleos en los gobiernos regionales y las comunas de uno u otro color político. O sea, y como dicen el campo, pega había. Solo era necesario cambiar de oficina cada cuatro años. Emblemático fue el caso de las funcionarias que terminaron asiladas en el municipio de Villa Alemana, Limache y hasta María Pinto tras la derrota electoral de Jorge Castro en 2016 y que luego se sumaron al Gobierno Regional con la llegada de Jorge Martínez . Otros incluso llegaron hasta la Delegación.

Pero ahora la agencia de empleos se puso cuesta arriba para la centroderecha dados los últimos sucesos políticos de la zona, con el Gran Valparaíso copado por alcaldes cercanos o pertenecientes al Frente Amplio y otras del primer signo político totalmente copadas, como son los casos de Limache, Los Andes, Quintero, Puchuncaví o Zapallar, comuna esta última que ya acogió al exseremi de Justicia José Tomás Bartolucci como director jurídico y a la exgobernadora María de los Ángeles de la Paz.

Así las cosas, la fidelidad a una administración que, para ser sinceros, nunca más pudo levantarse después del 18 de octubre del año 2019, ya no es mariana bajo ningún punto de vista. Ejemplo de ello son las salidas en su momento de algunos seremis y otros cargos menores para ir como candidatos en las municipales, convencionales y parlamentarias del año pasado, unos con promesa de pronto retorno asegurado si, como terminó siendo, no conseguían imponerse en ellas (Raúl Fuhrer en MOP); y otro(a)s condenados a rascarse con sus propias uñas, como fue el caso de la exseremi Minvu Evelyn Mansilla, quien hoy es captadora de clientes para una empresa financiera.

De igual forma es el turno ahora de la seremi de las Culturas y las Artes, Constance Harvey, quien dejará su cargo mañana lunes para asumir en reemplazo de David Dahma como directora de Difusión Cultural de la Universidad Técnica Federico Santa María con grandes desafíos como el 80° aniversario de la casa de estudios, la inauguración del remodelado exedificio de la Bolsa de Valores de Valparaíso, el proyecto de USM TV y, un dato no menor, las elecciones para la sucesión del rector Darcy Fuenzalida, quien dejará su cargo durante el segundo semestre.

Curiosidad existe por el futuro del actual delegado Jorge Martínez, cuyos varios cargos anteriores (Cámara de Comercio, Duoc Valparaíso y UNAB) ya están en buenas manos y un regreso a la Fundación Piensa pareciera estar lejos del ánimo de sus fundadores o del propio exintendente.

Como sabemos quienes habitamos en Chile, el país está viviendo momentos trascendentales desde diversas perspectivas, según quien sea la persona que hace un juicio sobre ello. Podremos acordar, más allá de las perspectivas propias, que uno de esos momentos se refiere al encargo que tiene la Convención Constitucional, cuyos plazos y formas de adopción de acuerdos están definidos. Un aspecto que, probablemente, no cuenta con un conocimiento más difundido se refiere a la Iniciativa Popular de Norma, que se constituye en una expresión de participación. Toda la información necesaria para entender su significado y forma de operar se encuentra en la Plataforma Digital de Participación Popular de la Convención. Este 1 de febrero es el plazo de cierre para que usted pueda manifestar sus preferencias respecto de aquellas iniciativas inscritas. La mera lectura, aunque superficial, da una idea de la diversidad de asuntos que motivan a personas, como también los enfoques que tienen frente a ellos.

Una Iniciativa Popular de Norma da origen al título de esta columna de opinión. "Educación Superior inclusiva y diversa, con compromiso público, regional y producción de conocimiento de excelencia", Iniciativa N° 59.750 en la plataforma ya indicada. Ella presenta la contribución de las nueve universidades que constituyen la Red G9 para afirmar "la urgencia de que en la nueva Constitución se defina y reconozca explícita e inequívocamente la autonomía de las universidades en todas sus dimensiones -académica, administrativa y económica- para la realización en libertad de sus propios proyectos educativos".

La Red G9 está constituida por las siguientes instituciones universitarias reconocidas por su fundamental trayectoria al servicio del país y a sus regiones: Pontificia Universidad Católica de Chile, Universidad de Concepción, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Universidad Técnica Federico Santa María, Universidad Austral de Chile, Universidad Católica del Norte, Universidad Católica del Maule, Universidad Católica de la Santísima Concepción y Universidad Católica de Temuco.

En el texto se señala que "garantizar una igualdad de trato a las universidades públicas no estatales con las universidades del Estado en lo concerniente a la preservación de garantías de autonomía en la gestión y en el régimen de financiamiento simétrico es resguardar la posibilidad de seguir desempeñando, sin discriminación y en condiciones de equiparación con las instituciones estatales, el valioso rol que las universidades de la Red G9 vienen desarrollando hace décadas y cuyas obras y frutos están objetiva y claramente a la vista". El carácter de estas instituciones es algo que es evidente para los habitantes de esta región, testigos de la contribución de algunas de las mencionadas. Hablamos en este caso de obras determinantes que se encaminan a su centenario.

Una notable evidencia de estas universidades de vocación pública no estatales es la acreditación que las distingue. Por ejemplo, de cinco instituciones acreditadas en Chile con siete años -la máxima acreditación posible-, tres de ellas se encuentran en el grupo anotado anteriormente.

Con el propósito de promover el desarrollo inmobiliario de una zona de la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos, en el año 1923 se tomó la decisión de ubicar en una de sus colinas letras gigantes que formaran la palabra Hollywood. Esta campaña publicitaria, originalmente pensada como transitoria, al parecer funcionó y dura hasta nuestros días. Son miles los turistas que año a año visitan esta ciudad. No obstante, surge la pregunta: ¿qué es lo que realmente hace atractivo visitar esa parte de la ciudad? ¿Son sus letras o aquello que la ciudad le ofrece al turista? Es muy probable que sea esto último. Nadie viaja hasta allá para observar de lejos la palabra Hollywood. Lo hacen para vivir una experiencia, la que seguramente incluye la posibilidad de ver los lugares donde se filman las películas, transitar por sus calles comerciales y encontrarse en ellas con algún actor o actriz. De esta forma, las letras solo constituyen un accesorio de la experiencia principal.

Como una forma de incentivar el turismo en la ciudad de Valparaíso, hace algunos días se instalaron en el Muelle Barón letras que forman el nombre de la ciudad. Más allá de la buena intención de sus gestores por aportar al entorno e intentar unir la actividad portuaria con el territorio donde ella se desarrolla, cabe preguntarse hasta qué punto una iniciativa de esta especie resulta suficiente para empezar a restituirle a la ciudad sus cualidades tan especiales y, con ello, permitir a sus visitantes cumplir con sus expectativas e ilusiones y vivir una experiencia satisfactoria con su visita.

Existe un amplio consenso en relación al deterioro progresivo que afecta a Valparaíso y no se vislumbra, al menos en el corto plazo, una voluntad política decidida por intentar revertir el estado actual de sus barrios, calles y plazas. Si bien la reciente creación de la Corporación Municipal para la administración del Sitio del Patrimonio Mundial es una buena noticia, por ahora, los encantos y atributos de Valparaíso se han perdido y la incertidumbre de que se trate de una situación irreversible es creciente. Más allá de la estética que la ciudad hoy presenta, vemos una comuna con espacios públicos sucios y carentes de mantención, un comercio detallista desplazado por el descontrolado comercio ambulante, una sensación de inseguridad permanente para sus habitantes y visitantes y, atractivos tan singulares como sus ascensores, por ejemplo, en desuso o abandonados. A esto se suma la fuga de la ciudad de muchas empresas y profesionales que, pese haber operado por años en Valparaíso, han decidido migrar a otras comunas de la región.

Es probable que las letras de Hollywood hayan sido el resultado de un trabajo articulado entre diferentes actores y donde la voluntad de las autoridades de la época fuera el motor para el desarrollo de esta ciudad. Mientras esto no ocurra aquí, solo con gigantografía simbólica, Valparaíso no saldrá adelante y menos será Hollywood.