RELOJ DE ARENA Valparaíso, escala en viajes literarios
Pierre Loti, un protagonista más en la jungla literaria. Louis-Marie-JulienViaud, su verdadero nombre, nació en Francia en 1850 y falleció en 1923. A los 17 años fue embarcado por sus padres en el buque escuela "Borda" que recorrió todos los océanos en tiempos en que aún se pensaba en descubrimientos.
El mar y el conocimiento de variadas culturas lo convirtieron en escritor destacado en sus tiempos con obras de gran popularidad mientras escalaba grados en la marina francesa.
Era un chico tímido y en el rudo mundo marinero se ganó el apodo de Loti, que utilizaría como seudónimo en su amplia obra literaria. En 1891 fue elegido para ocupar un sillón en la exclusiva Academia Francesa, desplazando nada menos que a Émile Zola, lo que desató una guerrilla literaria.
El tiempo, sin embargo, parece haber sepultado a Loti, mientras Zola sobrevive gloriosamente.
¿Pará qué escribe usted sobre Loti? La pregunta se la hace Salvador Reyes, autor chileno también un tanto olvidado.
Reyes, tal como Loti, recorrió el mundo ya avanzado el siglo XX en su condición de diplomático y visitó los mismos lugares que el oficial de marina francesa. Salvador Reyes escritor se define como periodista y en esa condición colaboró largamente en el diario La Unión.
Pero más que nada fue precursor en descubrir el alma de Valparaíso, de sus lugares, de sus personajes y de sus amores por allá en los años 40 y 50 del siglo pasado. Valparaíso puerto de Nostalgia y Mónica Sanders son algunas de sus novelas porteñas entre sus veintitantas obras en que recorre el país y el mundo.
En esto de descubrir Valparaíso, la aldea-ciudad nacida como hija natural en 1536 sin certificado alguno, hay varios nombres partiendo por Vicuña Mackenna, para continuar con Víctor Domingo Silva, Hernán Carmona Vial y seguir luego con el magistral Renzo Pecchenino, Lukas. Y llegamos finalmente a la patente patrimonial, noticia en desarrollo desde hace tiempo.
Pero siguiendo con Loti, Reyes cuenta, sin decirlo taxativamente, que era un enamorado profesional. Y ahí aparece Valparaíso. Escribe: "Pierre Loti también amó en Valparaíso ¿Por qué esa escala iba ser una excepción? El autor de Las desencantadas llegó a nuestro puerto como teniente segundo a bordo del "Vaudreuil" en agosto de 1871, después de haber visto en la Tierra del Fuego a los salvajes de "una odiosa novedad" y antes de visitar Tahití donde viviría su aventura con Rarahu. Cuatro meses permaneció el teniente en Valparaíso en espera de la fragata "Flore", en la cual partió en diciembre a Pascua".
Cita Reyes a Pierre Brodin, escritor francés, quien afirma que Valparaíso "fue una etapa interesante" y que el joven guardiamarina se lió en la ciudad chilena con una encantadora persona llamada Conchita, que habitaba en un barrio solitario "en medio de un jardín, una bella casa cuyas ventanas estaban enrejadas con barrotes de hierro.
Ella tenía 35 años; ojos soñadores y alargados; era instruida y sabía de música. Enseñó a Julien los verbos españoles, hermosos cantos chilenos y la zamacueca, el tango del país (?)… encontró también algunas de esas "tentaciones terrestres", sin gran importancia que la vida en todo tiempo ha ofrecido al marino: a girl in every port.
En cada escala Loti, aquel joven de aspecto tímido, vivía un amor eterno. El ciclo se cierra en 1882 en el puerto francés de Paimpol, cuando decide casarse con la hija de un pescador. "La amé, la amé en forma extraña…en una hora resolví casarme con esta hija del pueblo". Frase romántica, que hoy ni siquiera calza en una teleserie, pero que en su época debe haber emocionado a tantas mujeres que lo admiraban por su vida aventurera y sus éxitos literarios.
Y Valparaíso, la ciudad donde Loti encontró amores para su inventario, no podía olvidarlo. Así, en el cerro Concepción, perpendicular a la calle Templeman nos encontramos con el Pasaje Pierre Loti.
Son varias casas de dos pisos, con ventanas de guillotina, persianas y rejas, construidas en 1890 con firme estructura de madera, de esas que quedan a la vista en ciertas remodelaciones, con muros de adobe y cubiertas exteriormente con calamina.
Esta vieja modalidad constructiva, una especie de sándwich, resultó asísmica y sobrevivió al terremoto de 1906. Antejardines ponen la nota vegetal y florida de armonía a la fachada continua del grupo de viviendas.
Especulando podríamos decir que Loti tuvo su romance porteño en ese cerro y que años después aquella mujer amada pidió evocar el nombre de su fugaz galán en un florido rincón de ese mismo lugar.
Una fantasía, como los nombres de las calles de Valparaíso que dan espacio para todo, evocando desde el filósofo Aristóteles, sin olvidar a Lamartine o al maestro Rembrandt, ni tampoco al señor Dimalow, con un paseo por ahí cerca, importador de tazas de WC llamadas, discretamente "lugares de patente".
Placas y monumentos
Del cerro bajamos al plan y llegamos por ahí cerca de la Plaza Victoria y de la Biblioteca Severin.
En una placa colocada en un muro de calle Yungay se lee: "Aquí vivió Concha Espina, gloria de las letras españolas y aquí nació en 1892 su hijo Victor de la Serna, eminente periodista y escritor…"
La placa de 1964 es un homenaje de la Municipalidad y del Colegio de Periodistas de Valparaíso a esa mujer española de inquietudes literarias que llegó con su familia a Valparaíso en 1894. Escribía novelas y a la vez era corresponsal de diarios argentinos.
Regresó a su país en 1898 intensificando su producción literaria. A su tertulia madrileña asistían destacadas figuras de las letras.
El matrimonio no funcionó, pese a que tuvo hijos. Quizás el marido no aceptó la independencia y el éxito de su mujer y se radicó en México. Sin éxito, la postularon al Premio Nobel. Atrapada en la Guerra Civil, siguió escribiendo pese a que estaba quedando ciega.
Nunca le faltaron reconocimientos y hasta una calle de Madrid lleva su nombre y como Valparaíso no se queda atrás, alguien de buena memoria promovió la mencionada placa, efímero recuerdo.
El mito urbano afirma que, originalmente de bronce, fue robada y puesta a la venta en una feria de anticuarios.
Admiradores de la escritora la reemplazaron por la actual, de mármol, que no se puede vender al peso como la de bronce, pero que está amagada por la cultura huachaca de los grafiteros.