Ariana Harwicz: "Hay colas en las farmacias y miedo al otro"
Casi no toma apuntes, porque dice que "afila" sus historias en la cabeza. Se nutre del teatro y dice que no sitúa novelas en la ciudad. No puede. Para esta escritora, todo ocurre en el campo.
La autora argentina Ariana Harwicz regresa con "Precoz", una breve novela en la que revisita los lazos familiares entre una madre y su hijo en la Francia Rural. Ella estudió Guión Cinematográfico, Dramaturgia y Literatura Comparada, tanto en Buenos Aires como en Francia. Desde 2007 vive en el campo, en las afueras de París, donde escribe y explora los márgenes con una prosa desbocada.
A la preguntas formuladas responde con audios, muy de noche y cansadísima del ajetreo diario. Advierte que intentará "hacer algunos audios muy sinceros, con la típica voz de la noche, casi duermevela. Me parece que no es la misma voz, ni las mismas reflexiones que tendría en pleno día pero me parece que puede tener su encanto también".
-¿Cómo han sido tus últimos dos años en pandemia?
-Estos dos últimos años de pandemia me parecieron un horror absoluto, la histeria colectiva, el pánico a la muerte... no soy psicóloga ni psicoanalista, ni socióloga, pero hay una relación cada vez más histérica con la idea del contagio y la muerte. También está el tema de la delación: delatar al que tiene el virus, delatar al que le da positivo un PCR o un antigéno, o un autotest. Toda la gente está autocontrolándose, nerviosa, hay colas en las farmacias, miedo al otro, sobre todo me dan pena los niños, como tapados en una especie de martirio.
Vida y arte
"Precoz" se publicó por primera vez en el año 2014 y para Ariana tuvo el mismo comienzo de sus otras novelas. "Los libros nunca están relacionados con un tiempo real. El arte nunca va en paralelo con los tiempos de la vida real. El arte tiene su propia temporalidad, dimensión, espacialidad. Tiene su propio universo. La diégesis no tiene absolutamente nada que ver con la vida, aunque los libros rimen con la vida, eso es algo muy interesante del arte, muy oscarwildeano. Yo siempre digo que escribir es huir de la vida y vivir de la vida para escribir es una dialéctica. Hay un círculo ahí.
-¿Qué recuerdas de los días cuando escribías esta novela?
-Flashes, atmósferas enrarecidas, otra temporalidad embriagada, una especie de ensueño. Recuerdo una tarde de calor en medio de viñedos, uvas aplastadas, unos patos ahogándose en el río. Eso es lo que recuerdo de "Precoz", así surgió. Siempre cuando estoy escribiendo una novela estoy en otro lado, en otra vida, en otra existencia, en otra temporalidad, en otro cuerpo, en otra lengua.
-¿Tomas apuntes, vas anotando imágenes?
-La forma de trabajo, el laboratorio, la cocina, las bambalinas de una obra son más bien libres. No voy tomando apuntes en el sentido ortodoxo de ir escribiendo metódicamente, de llevar el cuadernito, aunque sí, por supuesto que tengo el cuaderno y el teléfono. Más bien, y es algo difícil de explicar, es como andar con la cabeza de escritora. Es decir que todo lo que sucede en la vida va a la escritura. Justamente ahí está el montaje, el recorte, la visión. No es un acopio de material en el sentido literal y ortodoxo del término, es más bien disponer de los músicos y tener afilada la cabeza y los sentidos.
-¿Es instintivo?
-Sí, es casi como un instinto animal. Como cuando ves a los animales cazar entre ellos, hay una espera salvaje ahí para captar a la presa. Hay algo de esa espera silenciosa, inmóvil. Toda esa cacería tiene que ver con la escritura, se inicia un proceso vital donde la vida es para la escritura (...) Escribir es una experiencia vital, filosófica y espiritual. El proceso empieza cuando empiezo a vivir la novela, y mis novelas son muy cortas, y de algún modo, muy violentas. Porque "escribir es violento", decía Marguerite Duras.
Monstruo del pantano
Todas las novelas de Harwicz transcurren en la zona rural de París. Ariana cuenta que su literatura surge de ese paisaje "como un monstruo del pantano". "Uno no elige el paisaje de su literatura. Un paisaje no es un paisaje, no es que la montaña, el río, el bosque, las carreteras o las ciudades sean un paisaje. El paisaje siempre es un paisaje literario, y por ende es un paisaje ficticio", cuenta.
La zona de sus relatos la cataloga como un área "apartada, alejada, marginal, muy endogámica, un pueblo chiquito en el centro de Francia", un misterio que no piensa despejar ya que "creo que uno no elige el paisaje de su literatura, hay un lugar, algo, una luz, una atmósfera que hace que allí nazca la escritura".
FUERA DE LA CIUDAD
La escritora cuenta que "nunca jamás en la vida me ha tentado, ni he podido situar mis historias en la ciudad. Porque más allá de la tentación hay que poder ¿no? Uno no es el poeta que quiere, sino el que puede. Uno no escribe como quiere sino como puede, y en eso no quiero sacarle voluntad al hecho de escribir. Quiero decir otra cosa, quiero decir que la escritura es más fuerte que uno. Yo nunca pude situar, y no creo que a esta altura pueda, mis novelas en la ciudad porque no he podido. Hay algo en la ciudad que por ahora no me conmueve, no me lleva a esa gramática, a esa música que es mi escritura. No sé cómo decirlo, hay algo que no se compone, que no se arma, es muy cerebral, es muy intelectual lo que me pasa con la ciudad y la escritura no tiene que ver con ese proceso".
- ¿Qué te parece que tus obras tengan otra vida en el teatro?
-Siempre digo que el teatro es como el destino de lo que escribo. Vivo con mucha felicidad el proceso de adaptación, los ensayos, los estrenos, la repercusión en el público. Yo soy muy teatral, la vida es teatro, me formé académicamente en el teatro. Leo dramaturgia como si fuera literatura. Leo a Strindberg, a Ibsen o a Tennesse Williams como uno lee a Balzac o a Virginia Woolf. Hay algo en la mecánica de Chejov, en los clásicos rusos, en el teatro alemán que me parece que tocan una verdad. El teatro es verdad y siempre termino escribiendo de una forma literaria con densidad teatral.
"Mátate, amor", "la débil mental" y "Precoz", de harwicz, serán adaptadas al cine en eeuu.
Por Amelia Carvallo
benedicte roscot