"Por más trabajos científicos que haya, la crisis hídrica sigue, (...) no creo que la ciencia sea la solución"
Independiente de construir una destacada carrera como académico de Sociología en la Universidad de Chile y como investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Estatal de O'Higgins, Manuel Canales le da mucho más valor al trabajo que nace a partir del diálogo con los territorios y sus diferentes actores. Cada uno de los temas que aborda los estudia sumergiéndose en las profundidades de lo que la ciencia deja de lado: los conflictos, los problemas, esperanzas y abandonos de las comunidades.
Partiendo de ese lugar, la crisis hídrica que experimenta nuestra región, y que viene siendo el foco de atención de Canales en los últimos años, podría alcanzar algún tipo de solución, cree, si es que se sinceraran los diferentes intereses que hay en juego, en un ejercicio de restablecer el equilibrio social al interior de los territorios. Para el doctor en Sociología tiene que ver con que "hablar de agua es hablar de la lucha por el agua, en la que algunos disponen de una batería de posibilidades frente a la crisis, desde el embalse hasta el pozo, mientras que los pequeños productores sienten que esta sequía los deja casi sin jugada".
- Dice no ser un científico del agua; sin embargo, conoce bien cómo la crisis hídrica se materializa en los territorios. ¿Cómo llegó a involucrarse con este tema?
- Como todos, soy sensible al padecimiento del que observa cómo es que el agua retrocede. Vivo en el campo también y, en ese sentido, estoy conectado vivencialmente a la falta de agua. Sé cómo se está transformando todo. Cómo cambian los cultivos, los modos de regar, las relaciones agrícolas, etc. Sin embargo, a este caso llego profesionalmente, poniendo en el centro de mi trabajo a las mesas de conversación territorial que hago para mis investigaciones, donde invito a conjuntos de dirigentes locales a dialogar abierta y libremente sobre el territorio y su proceso. A los territorios hay que intentar comprenderlos como sistemas vivos.
- ¿Qué fue lo que notó en su vínculo con estos territorios vivos?
- Estando con ellos, sentí la pérdida con la que hablan, la desesperanza y el "ya no, ya", que es muy de nosotros los chilenos. Cuando uno está desesperanzado, dice "ya no, ya", mientras que cuando se está esperanzado se dice "todavía no". Hay una desesperanza que sería bueno que pudiéramos procesar en conversaciones grupales, habituarnos en grupo a lo que nos está pasando como especie, no cada uno, individualmente, viendo cómo se seca el estero o cómo los pozones de agua, en los que antes la gente se amontonaba, no existen más.
- ¿Esa desesperanza le hace entender que la crisis hídrica es también un conflicto?
- Es que es fundamental que nuestra sociedad pueda observarse en sus conflictos objetivos de intereses. Más allá de lo legítimo y legal que pueda ser el Código de Aguas, no quita que deba comparecer también a una multiplicidad de intereses y racionalidades territoriales. Es cierto que está el derecho económico y su propia racionalidad, pero también está el derecho social al agua, de la mano del derecho ecológico, que es el requerimiento de agua que tiene el hábitat. Es evidente la eficiencia técnica y la rentabilidad del palto, el punto es que el orden de la fruta, que domina los territorios agrarios, debe ir quedando atrás.
- ¿Por qué debe ser así y qué nuevo orden podría reemplazar la hegemonía de la fruta?
- El orden de la fruta funcionó y mientras ésta crecía, había empleo, las personas salían de la pobreza y había agua. Es verdad que el orden la fruta dio para harto, pero ahora hay una crisis en la que el agua exige ser comprendida como una razón múltiple. Creo que desde ahí se puede pensar una solución: el agua interpretada como un reordenamiento social. No sabemos cuál debería ser ese orden, pero hay una demanda que pide un poco más de equilibrio en los territorios entre la razón económica, social y ambiental.
Establecer mesas locales
- ¿Cómo es que se debería expresar ese diálogo y de qué manera contribuiría al reequilibrio?
- Desmarcándonos del monólogo del monocultivo empresarial y entrando al diálogo de múltiples agriculturas con los habitantes, pero también con el medioambiente. ¿Cómo lo veo yo? Son necesarias mesas locales de reordenamiento territorial, creo que así se reequilibrarían los poderes. El propio hecho de que se deban discutir los asuntos que parecían cerrados a código de piedra, es un reequilibrio.
- De todas formas, la industria agrícola no ve con buenos ojos los cambios que la Convención está planteando al Código de Aguas.
- Esa es la imagen de la estupefacción de la clase dirigente chilena ante el proceso en curso. Por primera vez sus intereses no son los primeros en la lista de prioridades.
- ¿Qué cree que pueda pasar cuando los empresarios agrícolas se sienten de igual a igual con los comités de Agua Potable Rural?
- Tendrán una oportunidad fantástica de aprender, como les pasa a algunos constituyentes que entraron a la Convención. Podrán aprender, sorprenderse y volver a establecer un lazo de constitución de sociedad. No creo que sea tan difícil para un empresario moderno dialogar con los territorios, el punto es que esto se trata de intereses. Qué agricultura, qué otro tipo de producción, empleos, empiezan a ser la base de nuestro desarrollo. Si vamos a seguir viviendo de toda el agua que podamos ocupar, nos dirigimos al precipicio. Ese modelo no puede dominar eternamente.
- ¿Qué rol juega la academia y, específicamente, la ciencia en dar solución a la crisis?
- Es que nunca entenderemos este tema a través de trabajos abstractos y específicos; hay que volver a la mesa territorial. Por cierto que la ciencia será bienvenida, ayuda mucho. No obstante, en estas materias siempre ha estado al servicio de los intereses particulares de algunos. Efectivamente, en la lucha por el agua y por la racionalidad del uso del agua contra la eficiencia y la rentabilidad, un trabajo científico puede ser un buen aliado, pero no creo que esto se resuelva científicamente. Por más investigaciones científicas que haya, seguimos en esta crisis. Esto requiere de la movilización social para la construcción de un nuevo orden.
"La eficiencia técnica y la rentabilidad del palto es evidente, el punto es que el orden de la fruta, que domina los territorios agrarios, debe ir quedando atrás".
Manuel Canales
Doctor en Sociología