LA TRIBUNA DEL LECTOR Ese (loco) afán por la belleza
POR RAFAEL TORRES ARREDONDO Gestor Cultural
Conversando con mi buena amiga Jovana Skarmeta ("la estupenda", como le dijo el mismísimo Jorge Herralde) sobre la obra de Pedro Lemebel, su amigo, y de quien escribe su biografía, ella me señaló que, a su juicio, muy acertado por lo demás, "Loco afán" es una de las mejores obras del escritor nacional, fallecido en 2015. Yo, en lo personal, me quedo con "Tengo miedo torero", por cuanto tengo especial inclinación por el género de la novela. En todo caso, ambos coincidimos en dos cosas, una de ellas es que "Loco afán" es un título interesante en sí mismo y debo confesar que desde ese momento supe que lo utilizaría para una columna, que hoy ve la luz. Lo segundo es que Lemebel no solo fue un buen escritor, sino que también fue un cronista social, consecuente con su identidad y sus creencias. Yo alguna vez lo definí como "una gran voz escrita".
Desde tiempos inmemoriales hay indicios que la belleza ha sido un tema de gran importancia, asociado a juventud, a estatus, a las personas acomodadas y de importantes funciones, tales como faraones, reyes, emperadores, entre varios otros. La mítica Cleopatra es conocida como una adicta a los baños en lecha de cabra, para mantener la piel lozana y un cutis impío. Así también se le recuerda como usuaria de cosmética y tratamientos de belleza. Otros referentes, sin dudas, son las míticas venus griegas, ideal de juventud, belleza, inocencia y dones, todo reunido en una misma beldad.
El renacimiento es por antonomasia el tiempo de la belleza. Hay en este periodo un especial interés por destacar lo que se considera bello, la piel tersa, de aspecto claro y juvenil, las formas sinuosas, largas cabelleras, entre muchos otros elementos, hacen destacar a quien se considera bella/o, aunque para ser honestos, la belleza generalmente se ha pensado en clave femenina. Uno de los principales referentes es la Venus de Botticelli, de una belleza paralizante.
Los últimos siglos no fueron la excepción en la búsqueda de la eterna juventud. Ahí tenemos a Oscar Wilde, con la inmortal obra "retrato de Dorian Gray", que tan bien describe el tema; también las imágenes de Rita Hayworth o de Marilyn Monroe, entre algunas de las grandes divas del cine devenidas en ícono de la belleza hasta nuestros días. Muchas han sido las representaciones de la belleza que diariamente nos recuerdan que la juventud se pasa y el tiempo causa estragos.
Hace algunas semanas fuimos estremecidos (aunque ya parece que nada lo lograra) por la noticia de la muerte de una joven mujer, de 32 años, en una clínica estética que no contaba con las condiciones sanitarias para una intervención quirúrgica de cirugía plástica. La mujer quería mejorar su figura. No era la primera intervención que se realizaba, pero es la que le costó la vida y también dejó huérfana a una hija de tan solo 10 años, a la que le costará entender las razones técnicas y las personales que le significaron la pérdida de su madre.
Es impresionante que situaciones como la antes descrita ocurran frecuentemente. A propósito de la muerte de esta mujer, se supo de varias otras que estuvieron gravemente enfermas por someterse a similares procedimientos en esa y en otras clínicas, que debemos denominar clandestinas o no aptas para este tipo de procedimientos, aunque al menos no perdieron la vida.
Así, también, es complejo entender ese afán por mejorar tanto la anatomía y las condiciones personales. Está bien el querer verse bien, pero entendiendo que todo cuerpo es único y que existen equilibrios entre verse y sentirse bien. Que la belleza interior no es un cliché, que no todo es imagen, que la personalidad, el carácter, las condiciones de una persona la pueden hacer más hermosa que cualquier imaginario al respecto. Es muy importante que sepamos educar a nuestros niños, niñas y adolescentes en esta materia, en la autoestima. Ayudarles a ser seguros de sí mismos, a sentirse bien consigo mismo, así podremos evitar muchas situaciones duras y complejas, como las antes expuestas. Debemos excluir de la sociedad a esos inescrupulosos que venden el ideario de belleza, uno que no siempre es el acertado y que en muchos casos tiene consecuencias nefastas.
Es tiempo de mirarnos más hacia adentro, de confiar en nuestros rasgos diferenciadores, en entendernos únicos y creer en nuestras herramientas y habilidades para la vida. La imagen es un complemento, una parte del engranaje, hay muchas otras piezas que poner en el juego de vivir. Dejemos de lado aquel afán por detener el paso del tiempo y doblarle la mano a la naturaleza. Cada vez que lo intentamos nos damos cuenta que no se puede.