LA TRIBUNA DEL LECTOR Epitafio: hordas y narcofascismo
POR LUCY OPORTO VALENCIA, ESCRITORA Y DOCTORANDA EN FILOSOFÍA PUCV POR LUCY OPORTO VALENCIA, ESCRITORA Y DOCTORANDA EN FILOSOFÍA PUCV
¿Es superable el origen barbárico de la Constitución de 1980? ¿Será capaz la Convención Constitucional de superar su propio origen barbárico?
En el marco del segundo aniversario de la "Primavera de Chile" tuvo lugar la misma actividad vandálica, delictual e incendiaria desplegada en octubre de 2019, y en 2020 -restringida debido a la peste, pero en la cual fueron incendiadas dos iglesias decimonónicas, para beneplácito de las hordas y su santificada "otredad": espacios sagrados de la misma Iglesia que defendió a los perseguidos políticos durante la dictadura cívico-militar, hecho convenientemente olvidado, en favor de la lucha por el poder y su mezquindad organizada.
La reiteración de la violencia barbárica en esa nueva conmemoración del "despertar de Chile", permite sospechar que la finalidad calculada del proceso de demolición institucional mostrado a partir de la asonada del 18 de octubre de 2019 ha sido el avance, progreso y posicionamiento del crimen organizado y el narcotráfico. Calculada por quiénes y desde dónde, exactamente, es difícil saberlo. No obstante, esta lacra abominable, alimentada por saqueadores y escorias varias, involucra al proceso constituyente mismo, en tanto en cuanto liderado por académicos y profesionales que han validado oportunistamente la violencia, la barbarie, la asonada y la sedición, en vistas a una pretendida refundación de Chile.
Así las cosas, el origen barbárico de la Constitución de 1980 no será superado por la Convención Constitucional, fundada, asimismo, en la mala fe, la mezquindad organizada, la impostura y la barbarie. Para que lo fuese, se requerirían cualidades y virtudes morales y espirituales superiores: nobleza y dignidad, generosidad, buena fe, buena voluntad, inteligencia, capacidad de pensar, capacidad de conciencia y de autoconciencia; sentido de los límites, de la realidad y de la responsabilidad; capacidad de diálogo sobre la base de la búsqueda de la verdad, y no sobre la del cálculo para ganar; honestidad intelectual, conocimiento y lucidez, decencia e integridad, de las que la mayoría de la población, en este país sin educación ni espíritu, carece. Por eso, la Convención Constitucional tampoco será capaz de superar su propio origen barbárico.
Es tarde. Ni la Concertación rediviva (Amarillos por Chile), ni las imploraciones a la Convención Constitucional, como quien viene recién despertando de la hipnosis barbárica, ni el sedicioso y obsceno "partido octubrista", intocable, impune e inmune a la crítica en su autorreferencia y mezquindad, serán capaces de superar la degradación espiritual constitutiva de la sociedad de consumo y su apoteosis: el narcofascismo, ese imperio de la abyección y la ruina, colectivamente legitimado desde escudos sociales.
Gabriel Boric, elegido Presidente de la República el 19 de diciembre de 2021, necesita una nueva Constitución para gobernar. Sus normas votadas hasta la fecha revelan, por un lado, su carácter racista, atomizador y destructivo de toda institucionalidad anterior en siglos, a través de expresiones que acusan la incubación de un proceso de desmembramiento de Chile, tales como: "regiones autónomas, comunas autónomas, autonomías territoriales indígenas y territorios especiales", o "plurinacionalidad, pluralismo jurídico e interculturalidad". Y, por otro, fagocitación y trituración del individuo por colectivos y facciones, elementos propios del fascismo y sus burocracias del infierno.
Otros procesos disolventes en curso son: la intensificación de la escalada de la violencia en la Macrozona Sur, la crisis migratoria en la Macrozona Norte, y las carnicerías internas inherentes al despliegue de la mezquindad organizada, en función de la conquista del poder. Esta descomposición interminable es más que suficiente para que el producto de la Convención Constitucional sea otro engendro barbárico, igual o aún peor que la Constitución de 1980.
No es necesaria una campaña del terror, ni esperar el producto final, para que la Convención Constitucional se autodestruya, pudriéndose desde dentro. Rojas Vade, su alma negra, es una muestra de su carácter destructivo: la imagen de la mentira que la conforma y carcome.
Vivan, chilenos, con la impronta de esta condena a la imposibilidad de esa superación de la barbarie: los que queden, y los que nazcan o sean arrojados a esta tierra inhabitable, a mansalva, si tienen fuerza, conciencia, decencia y valor para ello. -