LA TRIBUNA DEL LECTOR Crisis hídrica: sí a las soluciones, no al activismo delirante
CONSEJERO REGIONAL Y VICEPRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE MEDIO AMBIENTE, PATRIMONIO NATURAL Y CAMBIO CLIMÁTICO por Marcos Tricallotis,
No existe la menor duda que la Región de Valparaíso ha sido una de las más golpeadas por los efectos del cambio climático en el país. En Chile existen 101 cuencas hidrográficas, de las cuales las que están en la zona norte y centro se encuentran en un severo estrés hídrico, poniendo en grave riesgo el consumo humano y las actividades económicas. Es decir, enfrentamos el riesgo de pagar no solo un aterrador sobreprecio por el vital alimento, sino que también un altísimo precio en los alimentos derivados de la producción agrícola.
Chile tiene un modelo de administración del recurso agua basado en el mercado de derechos de aprovechamiento para su uso consuntivo (no se devuelve al cauce) y no consuntivo (se devuelve al cauce). Uno de los grandes mitos acerca del mercado del agua es que Chile es el único país en el mundo que tiene un mercado del agua. Falso. Tanto Irán, las Islas Canarias, Sudáfrica, Estados Unidos (costa oeste) y Australia tienen mercados de agua bien desarrollados. De hecho, Australia tiene un mercado que mueve unos 5,2 billones de dólares al año y que, al contrario de lo que los activistas delirantes nos quieren hacer pensar, ha garantizado un suministro eficiente del recurso, mejorado el funcionamiento de los ecosistemas y mantenido a los usuarios satisfechos, pese a haber atravesado por una megasequía en la primera década del siglo XXI.
El fundamento de los derechos de propiedad sobre un recurso natural sigue una premisa básica en economía ambiental: al asignar propiedad a porciones o cuotas de un recurso se asegura que este no sufra daño o menoscabo, pues sus propietarios son los más interesados en evitar su agotamiento. Si bien en Chile el modelo de mercado del agua no ha sido perfecto, este se ha ido mejorando con las sucesivas modificaciones, estando al debe una mejor fiscalización (urge parar la extracción ilegal del recurso) y una mejor transparencia en la asignación de derechos de aprovechamiento.
La solución permanente a esta crisis implicaría invertir en infraestructura de alto costo -pero necesaria-, abarcando desde plantas desalinizadoras para asegurar el consumo humano, pasando por acueductos y carreteras hídricas que pueden fácilmente costar la mitad o un tercio del gasto público en un año. Para que estas inversiones se materialicen y dada la urgencia que requiere enfrentar esta crisis, el Gobierno Regional y central no lo pueden hacer por sí solos, sino que necesitan atraer grandes capitales. Esto último es algo muy difícil con una tan cacareada nueva reforma tributaria que lo único que hará es seguir espantando inversiones. ¿No sería mejor reducir los impuestos de manera urgente para atraer este tipo de inversiones tan necesarias para nuestra región?
Parece ser que el mayor problema para los "ambientalistas" que atacan el modelo actual de aprovechamiento de aguas, es que no pueden soportar que este modelo haya sido establecido en el Código de Aguas de 1981, bajo el gobierno militar, el cual ha sufrido dos importantes modificaciones. La primera modificación fue en 2005 y la segunda en 2021. Esta última refuerza las atribuciones de la Dirección General de Aguas (DGA), para garantizar el consumo humano, saneamiento y funcionalidad de los ecosistemas, así como también el funcionamiento del mercado del agua en Chile.
Por supuesto que los altamente vociferantes activistas "ambientales" no tienen idea alguna de estos temas -o peor aún- no quieren tenerla. El otro día fui testigo de cómo en un acto en Valparaíso, frente al Gobierno Regional, con motivo del Día Internacional del Agua, la barra brava "ambientalista" de turno se dedicó a llenar de eslóganes políticos. Algunas joyitas fueron: "Recuperar el agua para los territorios", "parar a los poderosos", "las aguas robadas serán recuperadas", exaltando más bien discursos de odio a través de la lucha de clases. Nunca escuché la palabra cambio climático. Tampoco escuché soluciones concretas para la región, como inversión en infraestructura o nuevas tecnologías para aprovechar mejor este recurso.
Ante este escenario de aprovechamiento político por parte de los caudillos "ambientalistas" de turno que destilan falsedades, pero que plantean escasas -o nulas- soluciones concretas a la actual crisis hídrica, es importante seguir educando a la población, apoyando buenos proyectos que beneficien a nuestra región para afrontar los efectos del cambio climático.